A manera de una lista de chequeo, sugerimos algunos espacios que pueden aportarnos información útil en el proceso de auto-observarnos:
– Distinguir en nuestra vida lo fáctico de lo posible: lo que está en nuestras posibilidades cambiar y lo que no podemos transformar.
– Reconocer nuestras necesidades, deseos, límites y tendencias recurrentes (patrones de conducta).
– Contactar con nuestras sensaciones corporales, emociones, imágenes e intuiciones.
– Darnos cuenta de nuestros pensamientos, creencias, juicios y conversaciones.
– Abrirnos a explorar nuestro lado «menos conocido», menos consciente: algunos lo llaman nuestra «sombra». Otros lo denominan el «espacio de ceguera». Normalmente lo que más nos molesta de los demás, nos está dando pistas de lo que no podemos ver de nosotros mismos… ¡vale la pena explorar, volviendo los ojos hacia adentro!
– Reconocer «asuntos pendientes» que no han sido cuidadosamente atendidos y cerrados. Por lo general, estos asuntos nos perturban y nos hacen atraer, inconscientemente, situaciones que no deseamos. En muchos casos puede resultar importante perdonar y agradecer para poder realmente aceptar y «soltar» estas experiencias.
Cuando el proceso del «darse cuenta» nos acompaña en nuestra cotidianidad ampliándonos cada vez más la visión que tenemos del mundo y de nosotros mismos, abrimos espacio para la sabiduría. A este nivel, los Maestros convierten cada experiencia en un destello de iluminación y asombro ante las maravillas de la creación y ante los milagros que se producen en su propia vida…
Y ahora… ¿Quieres seguir tu propio camino, Maestro?