Centro de Animación Juvenil: Un espacio para la formación ciudadana

La organización Centro de Animación Juvenil data del año 1977

Asistencia y beneficio social a través del impulso de procesos de educación, participación, organización y protagonismo comunitario, en función del liderazgo transformador y el mejoramiento de la calidad de vida en las comunidades, es el concepto que define a la Asociación Civil Centro de Animación Juvenil (CAJ), una Organización No Gubernamental (ONG), trujillana, que fomenta la espiritualidad cristiana, los valores y vocación de servicio en la construcción de una sociedad justa y fraterna.

“Ha sido un compromiso que fue creciendo en pro de la formación, la organización y la solidaridad, con el propósito de formar jóvenes que tuvieran herramientas para crecer como personas, y tener conocimientos para la autogestión”, así lo comenta uno de sus fundadores y actual miembro de la directiva, Carlos Moreno.

El nombre

Moreno narra que buscaron muchas opciones de nombre, y querían primeramente un lugar donde converger para compartir las experiencias, animar a otros a que hicieran lo mismo que ellos estaban haciendo y como eran muy jóvenes, entonces surgió el nombre: Centro de Animación Juvenil.

“Fueron tres grupos juveniles que en el año 1977 hacían vida activa en El Valle de San Luis y San Luis parte alta, apostolados de la Iglesia Católica, que tomamos conciencia que la comunidad necesitaba asistencia”, añade Moreno.

La organización Centro de Animación Juvenil data del año 1977, a raíz del crecimiento de organizaciones  juveniles en el municipio Valera, proceso orientado por religiosos y religiosas salesianos. El 28 de mayo de 1982 es registrada como Asociación Civil Sin Fines de Lucro, pudiendo utilizar las siglas CAJ para todos sus actos. Registrada en el Ministerio de Educación y asociada al Grupo Social Cesap desde mayo de 1998.

Su presidente actual, Antonio Perdomo (otro de los fundadores), reflexiona sobre la trayectoria del CAJ, la cual data de hace 40 años atrás. Detalla que el Centro de Animación Juvenil ha cultivado una cultura organizacional basada en la participación, consenso, diálogo, respeto a las ideas y al otro.

El CAJ cuenta con una asamblea general de miembros que es la instancia que emana las políticas y orientaciones generales, conformada por fundadores y otras personas que se han ido incorporando de acuerdo a sus estatutos, esta nombra una junta directiva que cumple funciones, e igualmente elige a la presidencia para que la represente.

“A lo largo de su trayectoria, el CAJ ha incursionado de manera exitosa en proyectos de educación y organización social para el fomento del asociacionismo y desarrollo comunitario y local en zonas rurales y urbanas; asistencia técnica y financiera para el emprendimiento productivo; proyectos de capacitación para multiplicadores y/o facilitadores de procesos socio-educativos; programas de formación extra-escolar a estudiantes de colegios públicos; y el uso de las TIC’s con sentido social”.

Una de las grandes virtudes del CAJ, es que ha fomentado la creación de nuevas organizaciones, como la Cooperativa Financiera Valera (Cofival). “Es quizás la más emblemática, esta tiene 20 años de existencia con éxito y cuenta con más de 20 asociados, además ya tiene sede propia”, comenta con orgullo Moreno.

La formación ciudadana en jóvenes ha dado paso a otras organizaciones que ahora promueven la defensa de los Derechos Humanos, en especial de niños, niñas y adolescentes, como la Organización de Promoción, Apoyo y Difusión de Derechos Humanos (Opad-DDHH) que hace vida activa en Valera, con casi 10 años de existencia. También está otra ONG en Caracas, se llama Manos, y trabaja exclusivamente en la defensa de derechos fundamentales de los niños. “Como verán, ciudadanos formados en cultura ciudadana por el CAJ han levantado vuelo en diversas responsabilidades públicas y privadas”, recalca Perdomo.

Época dorada

Antonio Perdomo recuerda como la época dorada cuando el CAJ contaba con más de 80 grupos juveniles, eso fue en los años 80. “Fue una experiencia muy rica en el trabajo comunitario, asistíamos a muchas comunidades, las actividades eran muy intensas, el padre Divasón, que era nuestro asesor para ese momento, decía que las comunidades mejoraban con más armonía y solidaridad”.

Este afán de construir ciudadanía nació de trujillanos hace 40 años, y hoy continúa impulsando proyectos de participación que buscan seguir concretando espacios que sirvan para ello. El CAJ es una gran idea viva que hace grande a Trujillo.


LO QUE HACEN

Muchos han sido los proyectos que se han desarrollado en el CAJ, la mayoría de ellos lo atraviesa la llamada educación popular, que es una rama de las ciencias sociales, específicamente de la pedagogía, que basa el proceso de aprendizaje de un individuo en la práctica, las experiencias, el razonamiento y el contexto social de esta. Es decir, el individuo aprende del medio que lo rodea. Como temas puntuales y proyectos abordados están:

.-Construcción de ciudadanía y participación en la gestión pública

.-Capacitación profesional y liderazgo comunitario

.-Democratización del acceso y uso con sentido social de las TIC´s

.-Promoción y defensa de los derechos de niños, niñas y adolescentes

.-Emprendimiento


ASÍ COMENZÓ

El local que ocupan en la actualidad (Av. José Luis Faure, Edificio Centro de Animacion Juvenil, piso PB, local S/N, entrada de la Zona Industrial de Valera), anteriormente era una escuela rural, que dio paso luego al hoy Liceo Rómulo Gallegos. El CAJ comenzó con talleres dirigidos a jóvenes, para enseñarles oficios como herrería, carpintería, timbrado, a fin de alejarlos de la delincuencia y ofrecerles conocimientos básicos de emprendimiento.

VISIÓN

Ser referencia exitosa en el impulso de los procesos de educación, organización y participación socio comunitaria, para el empoderamiento, corresponsabilidad social y mejoras en la calidad de vida de la población trujillana.

MISIÓN

El CAJ es una organización de vocación popular, de promoción y desarrollo social, que impulsa la educación, organización y autogestión de las comunidades, basadas dialécticamente en las dimensiones educativas, políticas, humanas y cristianas; en función de mejorar la calidad de vida, contribuyendo a la transformación de la sociedad.

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