El notable filósofo alemán I. Kant (1724-1804) planteaba que todo ser humano, por el simple hecho de ser humano, es racional y autónomo, y por lo tanto capaz de llegar a las mismas leyes morales ideales que otros seres humanos.
Sin embargo, hay investigaciones que ilustran algo espeluznante: Más de un 50 % de las personas pueden ser heterónomas, es decir, reciben del exterior las leyes que rigen su conducta. Dicho en otras palabras: No son autónomas sino heterónomas.
Veamos las evidencias experimentales. A principios de los años 1960 el psicólogo estadounidense Stanley Milgram (1933-1984) de la Universidad de Yale, realizó un experimento que supuestamente trataba sobre “Los efectos del castigo sobre el Aprendizaje y la Memoria” pero en realidad era para detectar la disposición de las personas para obedecer instrucciones aunque esa obediencia cause daño a otras personas.
En el diseño, el ‘sujeto experimental’, es decir, la persona que Milgram iba a estudiar en el experimento, fungía de ‘profesor’ y otra persona fungía de ‘estudiante’. Ese ‘estudiante’ estaba atado con correas a una silla en la habitación de al lado y unido a un electrodo. Entonces el sujeto experimental ‘profesor’ escuchaba las instrucciones del psicólogo investigador: Cada vez que el ‘estudiante’ cometa un error al aprender una lista de pares de palabras recibirá una descarga eléctrica. El generador de descargas eléctricas oscilaba entre 15 y 450 voltios, y en la escala del generador se podía leer: ‘descarga suave’, ‘descarga moderada’, ‘descarga fuerte’, ‘descarga muy fuerte’, ‘descarga intensa’, ‘descarga de intensidad extrema’, ‘peligrosa-descarga severa’, y ‘XXX’.
Al comenzar el experimento, el sujeto experimental ‘profesor’ recibía una leve descarga de unos 45 voltios para que tuviera una idea de lo que se sentía. En el experimento, si el estudiante respondía bien no pasaba nada, pero si se equivocaba, el castigo comenzaba con una descarga de 15 voltios e iba aumentando con cada error en unos 15 voltios hasta llegar a unos 450 voltios. El ‘profesor’ podía escuchar al ‘estudiante’ cuando se quejaba al recibir una descarga de 75 voltios, cuando gritaba al recibir 120 voltios, cuando rogaba que lo liberaran al recibir 150 voltios, y cuando gritaba en su agonía al recibir unos 270 voltios. Al descargar unos 300 voltios ya había un silencio de muerte. En el experimento, el sujeto que fungía de ‘profesor’ ignoraba que en realidad el ‘estudiante’ no recibía las descargas eléctricas y que era un actor consumado que simulaba dolor y se retorcía y gritaba ante las descargas eléctricas. Es decir, el ‘profesor’ creía que en verdad el ‘estudiante’ estaba recibiendo las descargas eléctricas cada vez que se equivocaba.
En un principio, Stanley Milgram comenzó con 40 individuos, tanto hombres como mujeres, provenientes de una amplia gama de profesiones en su vida real. De esas 40, unas 26 personas obedecieron las órdenes y siguieron dando descargas hasta el voltaje más alto posible. Solamente 14 se rebelaron ante las quejas del estudiante y desistieron de continuar en el experimento. Posteriormente Milgram hizo más experimentos introduciendo modificaciones hasta llegar a unos 1.000 participantes adultos, y en el año 1983 publicó su conocida obra: ‘Obediencia a la Autoridad’ en la cual resume sus resultados. En total un 5 % de los candidatos se negaron desde un principio a participar en ese tipo de experimento cuando supieron que tenían que administrar descargas eléctricas a otra persona. Un 35 % abandonó el experimento en diversas etapas y un 60 % fue completamente obediente y aplicó descargas eléctricas hasta el final del experimento.
Por otra parte, en todas estas investigaciones de Milgram se encontró que cuanto más cerca estaba el ‘psicólogo investigador’ que daba las instrucciones, más obediente era el sujeto experimental ‘profesor’ para aplicar las descargas eléctricas.
Estas investigaciones evidencian hasta qué extremos puede llegar la ‘gente normal’, en nombre de la obediencia, para conducirse de una manera contraria a los más elementales principios éticos y humanísticos (1).
Después de la Segunda Guerra Mundial los militares nazis que habían cometido atrocidades criminales siempre respondían lo mismo: “Yo recibía órdenes”
Por ejemplo, Adolf Eichmann (1906-1962) fue un oficial alemán Nazi de elevado rango y uno de los principales organizadores del llamado Holocausto, es decir, responsable de la deportación a campos de concentración y exterminio de millones de judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Después de la guerra huyó a Argentina donde vivió con una identidad falsa trabajando en la compañía Mercedes Benz, hasta que en 1960 fue capturado por el Mossad (organismo de inteligencia israelita) y juzgado en Israel y ahorcado en 1962. Durante el juicio fue acusado de manera general del exterminio de millones de judíos y más específicamente de organizar la deportación a campos de exterminio de medio millón de polacos, 14000 eslovenos, decenas de miles de gitanos y 100 niños checos de la Villa de Lídice (2). Eichmann declaró en su defensa que “se limitó a obedecer órdenes”.
La autora alemana judía Hannah Arendt (1906-1975) presenció el juicio y en su libro: ‘Eichmann en Jerusalen’ (1963) refiere que ella esperaba que Eichmann diera la impresión de ser un monstruo, pero por el contrario daba la impresión de ser una persona muy normal y corriente. Ella dice textualmente en su libro: “El problema con Eichmann era precisamente que tantos otros eran como él, y que muchos no eran unos pervertidos ni sádicos, sino que ellos eran y todavía son, terriblemente y aterradoramente normales” (3). En efecto, Hannah Arendt interpreta el caso de Eichmann planteando que muchas personas normales pueden cometer atrocidades cuando tienen deficiencias en su capacidad para discernir sobre lo que es verdadero o falso y para juzgar lo que es un comportamiento bueno o malo.
¡La investigación de Stanley Milgram obliga a pensar mucho!!!
NOTAS: (1) Sobre el estudio de Stanley Milgram el lector puede ver pags. 152-153 en Louis Pojman (2002) ‘Ethics’. Wadsworth. USA. (2) ‘Adolf Eichmann’, en Wikipedia, the free enciclopedia (3) Pag. 270 en Gareth Southwell (2010) ‘Words of Wisdom’. Quercus Pub. London
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