En noviembre de 1950, hace setenta años, fue lanzado como a las olas de nuestro mar Caribe, un mensaje dentro de botella de papel, con 17 palabras capitulares, sin otro destino que a los náufragos valientes que buscan la costa para salvar la vida en el gran viaje de los pueblos, cuando despiertan a la conciencia del sentido de su existencia histórica, para darse identidad y trascendencia.
Mensaje sin destino es una de las obras resaltantes de Mario Briceño Iragorry, de breve lectura, que debería ser hito a todos los habitantes de Venezuela, en especial los más jóvenes, para hacer reflexión constructiva de nuestra crisis como pueblo, y contribuir activamente a la búsqueda de los caminos para avanzar en la construcción histórica de nuestra identidad como comunidad, democrática, participativa, protagónica, multiétnica, pluricultural, responsable y de calidad humana; respetuosa de las relaciones entre los seres humanos y con la naturaleza, así como con otras sociedades y con las generaciones venideras a quienes dejar no sólo el patrimonio de la integridad de un territorio donde asentar las ganas y los sueños, también un modo de ver la vida, una actitud abierta a la convivencia y con una certeza de pertenencia a una comunidad que tiene el sentido de su historia y un sueño de futuro compartido.
“…perecen y caen bajo el imperio de nuevas y extrañas fuerzas, los pueblos que no tienen conciencia de sí mismos.” Nos enfatiza M.B.I. y también nos alerta, “La marcha del hombre venezolano ha desembocado en ciega carrera hacia el provecho material”.
El recorrido desde el momento de Mensaje sin destino hasta hoy, ha estallado reiteradas veces en la embriaguez de la sobreabundancia del ingreso petrolero que sin embargo no ha redimido la pobreza existencial del pueblo llano y sí profundizado en la fatuidad de la ostentación, del despilfarro suicida del patrimonio nacional, con el desprecio al trabajo honesto, a las raíces culturales y al afianzamiento en el territorio; al punto de estar hoy ante la amenaza de su desmembramiento por ávidos intereses externos e internos, junto a la canalla aprocrisiaria y a graves torpezas en la conducción política de la nación.
Sobre los liderazgos –salvo excepciones- que hemos tenido en la marcha de nuestro recorrido histórico “cada uno se creyó a su turno el mago de Venezuela y preocupados los magos y los brujos de cada momento en variar y mejorar el rostro de la Patria, hemos terminado por sufrir una fatal ausencia de perfiles determinantes.”. Vaciados de nuestra historia, hemos quedado expuestos al vasallaje de cualquier origen cardinal.
Sin desconocer los buenos propósitos de algunos esfuerzos durante este largo período, en la hora presente hemos avanzado peligrosamente al abismo. Una suerte de estado anómico generalizado se ha ido expandiendo; algunas zonas están al arbitrio de organizaciones criminales que imponen su orden a fuerza de miedo y muerte; en crecidos casos, agentes del propio estado participan en la vorágine y la institucionalidad se diluye en la impotencia y el desconcierto. En diversas áreas y regiones, los habitantes viven en el temor y la incertidumbre, al punto de desatar un ambiente del ”sálvese quien pueda”.
Hoy el mundo vive una pandemia biológica que junto con la patología de la psicopolítica, nos amenaza la vida como individuos, como sociedad y como especie; además, por la globalización alcanzada nos hace vivirla en tiempo real, desde cualquier lugar donde nos encontremos. Cuando no existe el fondo rocoso donde fijar el ancla individual y social, el miedo y la desorientación incrementan el furor de la tormenta.
Hoy más que nunca se nos impone el camino de recuperar el sentido histórico de nuestra existencia como pueblo, mirarnos a nosotros mismos en un esfuerzo por encontrarnos para encontrar el rumbo; mirarnos a la cara y con honesta acción desde nuestra venezolanidad, disponer nuestras energías en la construcción de una patria digna para defenderla con valerosa y firme serenidad.
Tenemos que superarnos a nosotros mismos, no es cuestión de buscar la paja en el ojo ajeno sin mirar la viga en el propio; ante la inminente lapidación a la mujer adúltera, la voz firme increpó a los verdugos, “…quien esté libre de culpa, lance la primera piedra”, ninguno pudo hacerlo… tampoco lo hizo el varón de la voz decidida; la mujer fue redimida y vivió agradecida.
Aquí el Mensaje sin destino nos muestra caminos para la hora presente, donde un pueblo que sufre y espera, nos reclama… es urgente… lean el mensaje !
“En medio de esta gran crisis de la civilización universal, sigue, agrandada por aquella, su curso fatal la crisis de lo privativo venezolano. Mientras contemplamos la nuestra, vemos llegar hasta nosotros el oleaje amenazante de la guerra en gestación. Un deber de hombres nos obliga…. seguir discurriendo como si la nube cargada de tormenta fuese a pasar sin causar daño alguno sobre nuestro destino. Debemos pensar en nosotros mismos con fe entusiasta y con empeño de salvación. Acontezca lo que aconteciere, la Historia seguirá su curso y habrá una generación que recordará nuestro dolor. A tantas crisis que azotan a nuestro pueblo no agreguemos la crisis de la desesperación y de la angustia, aunque sea ésta… buen instrumento educativo de la posibilidad. Procuremos a todo trance que nuestra agonía no sea para morir, sino para salvar el irrenunciable derecho de nuestro pueblo a la Libertad y a la justicia.” …leamos Mensaje sin destino de Mario Briceño Iragorry.