Es la hora del cambio de mano

Eddo Polesel

El país se está cayendo a pedazos, lo comprueba el suministro insuficiente de agua potable por el mal estado de las instalaciones. Que se complica con las frecuentes interrupciones del fluido eléctrico que paraliza los equipos públicos y privados. Por la caída de la producción petrolera. Por las malas condiciones de la vialidad urbana e interurbana. Suministro de agua potable insuficiente como lo demuestran las frecuentes interrupciones del servicio así como del fluido eléctrico. Deterioro y cierre de los planteles educativos, culturales y científicos por mantenimiento deficiente que se estima demore más de veinte años para recuperar los niveles de educación perdidos. En los últimos dos años el acceso a la educación en la población de 3 a 24 años ascendió del 48% al 71%.

Por el cierre de empresas con la consecuente pérdida de empleos y aumento del empleo improductivo por las asunciones de trabajadores en las empresas estatizadas cargándolas de una sobre nómina que, en algunos caso, ha llegado a triplicar el número de trabajadores de las empresas en mano privadas. Todo ello resultado de intentar la formación de un nuevo modelo de sociedad basado en la protección y amparo del Estado “protector”. En el sector agropecuario centenares de miles de hectáreas productivas confiscadas que se han convertido en desiertos que nos han llevado a la agricultura de puerto y a la dependencia de las importaciones de producto que ante producíamos algunos, casi a satisfacción, como pollo, pescado, arroz, leche y aceite.

Esta debacle nos ha llevado a una crisis humanitaria que el régimen pretende desconocer cuando las evidencias han llegado niveles tales que negarlo se traduce en una grosera ofensa a un conglomerado social que sufre las penurias causada por el mal gobierno del régimen castro-chavista que nos ha llevado  a un retraso y a una precariedad progresiva generalizada.

En el orden social, la deshumanización por desatención médico-asistencial, aumento de las enfermedades infecciosas y desnutrición se está convirtiendo en una calamidad social indetenible cuyas repercusiones, por la estrepitosa caída del poder adquisitivo de la población en general, ha causado una pobreza extrema como lo demuestra el asalto a los basureros para sobrevivir que es la vergüenza de un país que no había conocido niveles de indigencia similares. Es imperativo un cambio de mano, de voltear la página.

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