Estos días de Pascua de Resurrección son días de júbilo y esperanza. Por ello, también, de compromiso. Celebramos el triunfo de la vida sobre la muerte, del amor sobre la crueldad y la violencia. Para los seguidores de Jesús, la cruz no es la última palabra: Es sólo paso a una Vida Renovada. El Padre resucitó a Jesús y quedaron derrotados la muerte y sus heraldos. Aceptar la resurrección significa creer que la forma de vida de Jesús es el modo de vencer radicalmente la muerte y salvar la vida; exige darle un sí definitivo a los valores de Jesús, optar por el servicio, la mansedumbre, el amor y el perdón, en lugar del poder opresivo, la ambición, la violencia, el egoísmo y la venganza.
Celebrar la Resurrección, el triunfo de la vida sobre la muerte, de la paz sobre la violencia, del perdón sobre la venganza, debe ser ocasión para renovar nuestra decisión de seguir con mayor radicalidad a Jesús y trabajar con alegría y esperanza por la construcción de una Venezuela próspera, reconciliada, justa y en paz donde todos podamos vivir con dignidad y vayan quedando atrás como recuerdos dolorosos de un pasado superado, los enfrentamientos, el rencor, la violencia, la escasez, la inflación, el hambre, la inseguridad.
Resultaría muy incoherente y hasta cínico celebrar la Resurrección y mantener la conducta, los antivalores y formas de vida de los que lo crucificaron. Si nuestras vidas se guían por la ambición, por las ansias de poder o de tener, por el rencor y el odio, estamos con los que crucificaron a Jesús y hoy siguen ocasionando sufrimiento y muerte a millones de víctimas inocentes.
Pero debemos recordar que Dios no resucitó a cualquiera, resucitó a un inocente, a un crucificado. Resucitó a alguien que se solidarizó con todas las víctimas de la violencia, de la impunidad, de los jueces complacientes, de los corruptos, de los que utilizan el poder para aplastar y dominar. La resurrección de Jesús es pues, la resurrección de una víctima. En la resurrección se nos manifiesta el triunfo de la justicia sobre la injusticia, la victoria del amor sobre la violencia. Esta es la gran noticia: Dios se nos revela en Jesucristo como el Dios de las víctimas. Los que son perseguidos, golpeados, y encarcelados injustamente han de saber que no están hundidos en el desamparo. Los verdugos deben saber que Dios no está con ellos, y que en cualquier víctima inocente están golpeando al mismo Dios.
Tampoco podemos olvidar que no es posible la resurrección sin muerte. Por ello, si queremos que Venezuela resucite a una nueva vida de concordia, paz y prosperidad, debemos dar muerte en nosotros a todas esas actitudes que alimentan el sufrimiento y la agonía de millones de víctimas inocentes: la ambición, el egoísmo, la prepotencia, los abusos de poder, la violencia, el cinismo, la soberbia, la mentira.
Pascua de Resurrección: Jesús sigue vivo y nos invita a acompañarle en su proyecto de establecer una Venezuela reconciliada, próspera y fraternal. Es la hora de resucitar a una nueva vida de servicio y entrega, de convertir el miedo en fortaleza, de derrotar con amor el rencor y los deseos de venganza. Resucitar al compromiso, dando muerte a nuestra resignación, al desinterés por el sufrimiento y al egoísmo individualista. Resucitar al convencimiento de que no podemos seguir divididos y enfrentados, sino que necesitamos unir nuestras fuerzas para hacer que renazca la vida sobre la destrucción y la muerte.
@pesclarin
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