…entretejer hombre y mujer | Por: Clemente Scotto Domínguez

                                                              

“tengo los dos sexos del espíritu”  Michelet.

En estas jornadas del “día internacional de la Mujer” llenas de reconocimiento a la mujer y a su lucha liberadora, me propongo escribir algunas notas sobre ese entrelazado de lo femenino y lo masculino que conforma nuestra especie humana, que nos da identidad y  distingue, no sólo morfológicamente sino en la mirada que propicia los encuentros para el cuidado de la vida y la protección de la especie, donde el rol que se ha señalado a la mujer y al varón, al hombre y a la hembra, es historia marcadora de los caminos que han envuelto a cada uno en su proceso individual y colectivo -como género y como humanidad-, hacia la expresión de la propia huella con voluntad de liberada plenitud. Por supuesto el tema es intenso y vastísimo, además sobre él “han escrito los autores”, y algunos (as), más que con la tinta de su pluma, con la sangre de su vida; por tanto dejo en claro que estas sencillas notas son un atrevimiento y modesto homenaje a ellas y ellos, quienes han mostrado un modo de acercarse a la condición humana que hoy se torna urgente para la tierra-mundo y sobre todo para la especie humana en su fase homo sapiens/demens, lo que vale decir: sabios y dementes.

Una mejor civilización comporta una acentuación en lo femenino y con ello una afirmación hacia la paz en la aceptación, el acogimiento, la piedad, la ternura y el relacionamiento amoroso en el reconocimiento y el respeto a la diversidad y a las diferencias.

¿Hay igualdad entre el hombre y la mujer?; “hay semejanza y hay diferencia”, nos dice Morín y así lo observamos. La primera diferencia aparece con la sexualidad, desde antes de la aparición del ser humano sobre el planeta, ese momento cuando la bisabuela chimpancé fue capaz de concebir una criatura que dio origen a esta familia a la que pertenecemos, distinta de nuestros primos los monos. La sexualidad se manifiesta de manera anatómica, fisio-química y afectiva; las hormonas de uno y otra predisponen a manifestaciones diversas, de fuerza, sentimiento y ternura. Cada sexo contiene no sólo la hormona, sino también los rasgos atrofiados del otro; el hombre con sus tetillas inútiles para nutrir y la mujer una suerte de falo atrofiado en el clítoris. Niños y niñas van creciendo; el hombre se feminiza lentamente y la civilización puede ayudarlo a desarrollar su feminidad; también la mujer puede desarrollar su masculinidad y emanciparse, manteniendo sus reacciones femeninas. En la mujer lo femenino es más denso que lo masculino, por eso es mujer y no hombre; en el hombre lo masculino es más denso de lo femenino, por eso es hombre y no mujer.  En el hombre el animus (masculinidad) requiere del ánima (feminidad), que sólo puede desarrollar por y en la mujer, mientras la mujer necesita desarrollar su ánima en el hombre; de modo que manteniendo su singularidad, cada uno en su mismidad -masculino /femenino-, conlleva el otro.

Bob Dylan, -el gran trovador nacido en Minnesota, EEUU, quien cumple 80 años en este 2021, emblema de la cultura underground en los años 60 y 70 del S XX, premio nobel de literatura 2016-, en una canción de 1970, “The Man in Me” (El hombre en mí) insiste en sus versos “Se necesita una mujer como tú / para llegar al hombre en mí” y al último verso su grito de reclamo humano “El hombre que hay en mí se esconderá para evitar ser visto / tan sólo porque no quiere ser convertido en una máquina / se necesitó una mujer como tú / para atravesar al hombre en mí”. Hace muchos años, cuando comprendí el inmenso valor de lo femenino en mi masculinidad, -con todo el efecto sanador y liberador de esa comprensión-, brindé públicamente, con firmeza varonil y en voz alta, “¡celebro la mujer que llevo dentro de mí!”.

En la década de los sesenta, el mito de la felicidad que ofrecían el cine y las revistas desde el fin de la gran guerra, cede su lugar a la problematización de la felicidad. Las estrellas del celuloide empiezan a mostrar su desamparo debajo de la apariencia de felicidad; el suicidio de Marilyn Monroe se hace referente de esa orfandad de amor en el mundo artístico mientras entre los jóvenes la imagen del Che Guevara inflama fervores de rebeldía por la insatisfacción con el mundo que se les ofrece; las jornadas de “mayo del 68” en París y en otros lugares de europa y américa, levantan barricadas y producen un sacudón en las sociedades que creían desarrollarse en un sentido sólido, estable y en armoniosa felicidad con la oferta de un continuo desarrollo material. Jóvenes y adolescentes inundaron las calles con ímpetu libertario, levantando consignas “prohibido prohibir” (il est interdit d´interdire) “la imaginación al poder” (L´imagination prend le pouvoir).

También las luchas feministas, van a dar un cambio de sentido, desde aquella reivindicación de los derechos masculinos sobre la base de la igualdad sin diferencias, hacia la exigencia de los derechos en la especificidad de lo femenino. Barrer el poder del macho, poner en cuestionamiento la ideología del patriarcado que subyace en el pensamiento y la acción, -tanto en el campo de las derechas como en las izquierdas políticas e intelectuales-, para desarrollar un proceso de feminismo que integra el derecho de acceder a la par del varón en oportunidades y responsabilidades, al tiempo que mantiene el principio de la singularidad femenina. Un movimiento de fondo que empezó a tocar “el alma de mujer” en las mujeres, –del ama de casa, de la campesina, de la profesional, de la trabajadora en general-, lo cual les empujó a soñar con otra libertad y plenitud más allá del círculo trabajo-hogar.

¿Qué es lo femenino? y ¿qué lo masculino?, Leonardo Boff en “El despertar del águila” nos responde con este párrafo: “Lo femenino en la mujer y en el hombre es el esprit de finese, es la capacidad de entereza, de percepción de totalidades orgánicas, de unicidad del proceso vital en sus más diversas manifestaciones; es subjetividad, ternura, cuidado, acogida, nutrición, experiencia del carácter sagrado y misterioso de la vida y del mundo. Lo masculino en el hombre y en la mujer es el esprit de géometrie, de objetividad, de análisis, de trabajo, de competición, de auto-afirmación, de racionalidad, de capacidad de abrir caminos, de superar obstáculos y de plasmar un proyecto con determinación”. El ying y el yang del pensamiento chino, señala la unidualidad que nos entrelaza e impulsa en un cierto modo de ser humano complejo; no olvidemos que esa palabra deriva del latín “complexus” y refiere a “lo que está tejido conjuntamente”.

La cultura dualista de occidente y también de otras culturas patriarcales en el planeta que, -olvidando la conjunción de totalidad en el entretejido masculino-femenino que cada mujer y cada hombre conlleva en su mismidad-, impusieron condiciones de dominación de unos sobre otras; con el diseño de actividades reservadas a unos y a otras, e inclusive formulando condiciones de sumisión sobre la base de falsas supremacías, que erigieron como teorías y creencias para el sometimiento al régimen de patriarcado; donde la rebeldía de la mujer (también de varones)  ha sido castigada “justificadamente” mediante torturas y al exterminio en el fuego con la estigmatización por herejes y brujería. Aún hoy, el señalamiento de “brujas” es utilizado en múltiples ocasiones -para descalificar la destacada acción pública de mujeres inteligentes, honestas y capaces,- por sectores conservadores de la derecha y también de la izquierda, donde se incluyen no sólo a varones sino también, lamentablemente, a mujeres; así como entre los racistas del Ku-Ku-Klan, también se enmascaran personas de tez morena. El asunto de la liberación de lo humano es mucho más profundo de lo que asoman los discursos, porque el ser humano es un ser, a la par real y utópico, que se desenvuelve en la historia concreta donde, en el tiempo que le toca vivir debe enfrentar el desafío del tiempo histórico donde le toca hacerlo.

Este tiempo de pandemia y confinamiento, también sea oportunidad con “la vuelta a casa” para revisarnos en nuestra mismidad personal-social-planetaria y retornar hacia el desarrollo del arte del eco-habitar;  que nos permita retomar esa relación mágica y real, intensa e inmensa, poética y prosaica,  -hombre, hembra, hombra, fuegos, sombras, siembras, sopas, sobras, cuidados, reparaciones, recuerdos, memorias, mensajes…,- para recuperar la conciencia de lo cotidiano y disfrutar con provecho las oportunidades de re-aprender el gozo y el arte de habitar la casa (oikós), del sí mismo, de la familia, de la comunidad, del planeta, del universo multiverso.

En esta jornada del día internacional de la Mujer, rindamos homenaje con nuestra vida consciente, a aquellas y aquellos que, empujados por la fuerza de sus sueños y la convicción de sus inquietudes, han comprometido su vida en hacer caminos y acciones de liberación real y concreta hacia el buen vivir como persona, como sociedad y como especie humana; en el encuentro del hacer, en el respeto de la diversidad y en la conciencia amorosa de ser sustancia componente de este planeta-mundo, para mejorar la Tierra-Patria donde tenemos el encargo de desarrollar la vida en plenitud.

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