Desde la llegada de Cristóbal Colón (1451-1506), en su tercer viaje realizado en 1498; hasta el año 1557, transcurrieron 59 años, para que ocurriera la fundación de nuestra ciudad colonial de Trujillo, por Don Diego García de Paredes (1506-1563).
La presencia de la expedición de Alonso de Ojeda (1466-1516), acompañado de Américo Vespucio (1454-1512), y Juan de La Cosa (¿?- 1510), en aguas y tierras de los aborígenes que mantenían relaciones de intercambio con los Cuicas, con seguridad atrajo la atención de todos los pobladores de la zona. Estos expedicionarios habían partido del Puerto de Santa María en España, el 20 de mayo de 1499, siguiendo la ruta de Colón en su tercer viaje, con la finalidad de ampliar la información del área descubierta por Colón en dicho viaje; y después de una larga travesía, exploraron la isla de Margarita y fueron reconociendo el litoral venezolano hasta Puerto Flechado (Chichiriviche); pasaron por las costas de Coro y por Curazao, en agosto entraron al Golfo; la observación de viviendas palafíticas hizo que denominaran a esa región “Venezuela” en recuerdo de Venecia.
Refiere la historiadora sevillana Adela Estévez Fernández, que Américo Vespucio afirmó que en esas viviendas, los españoles conocieron indígenas altas, esbeltas y de buena presencia, una de ellas decidió acompañar voluntariamente como esposa a Alonso de Ojeda por el resto de sus días y tomó el nombre de Isabel; luego continuaron costeando hasta el Cabo de la Vela y el 5 de septiembre de ese mismo año regresaron a la Española.
En los tiempos de la conquista, cuatro fueron las vías de penetración que utilizaron los europeos en el hoy territorio venezolano, para ingresar a descubrir y fundar. Siguiendo una de esas vías tuvo lugar la fundación de la ciudad de Trujillo; dicha vía, comenzó por el occidente a comienzos de la década de 1520, con la presencia de los agentes de Juan de Ampíes en Curazao, denominada Isla de los Gigantes, y la fundación de Santa Ana de Coro por su hijo: Juan de Ampíes Ávila. En 1529 con la llegada del welser Ambrosio Alfinger (1500-1533), primer Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela, se inicia la exploración del territorio y ocurre la primera fundación de Maracaibo y de otras poblaciones en la costa del río Hacha, más allá del Cabo de la Vela. En 1545 ocurrió la fundación del Tocuyo por el español Juan de Carvajal. Desde allí se abrió un abanico de fundaciones: Borburata (1548), Nueva Segovia de Barquisimeto (1552), Nirgua (1554), Valencia del Rey (1555); que continuaron con la fundación de Trujillo (1557), Caracas (1567), Nuestra Señora de Caraballeda (1568), Ciudad Rodrigo de Maracaibo (1569).
La permanencia de un grupo de conquistadores en la zona occidental, en los años previos a la fundación de Trujillo, debe haber incrementado el grado de alerta en nuestros aborígenes Cuicas, quienes dieron muestras de estar dispuestos a defender sus tierras ancestrales; circunstancia que podemos deducirla de un pasaje relatado por el italiano Galeotto Cey (1513-1579), florentino emparentado con las ricas familias Strozzi y Medici; uno de los fundadores del Tocuyo; narración referida en su obra “Viaje y Descripción de las Indias”, publicada en español por la Fundación Banco Venezolano de Crédito, Caracas 1995, con estudio preliminar del historiador José Rafael Lovera. Cey, vivió 14 años en varios sitios de América, entre 1539 y 1553, nueve años compartidos en la Provincia de Venezuela, durante el gobierno de los Welser y en el Nuevo Reino de Granada. El comerciante italiano, anota que partió de Santo Domingo el 17 de diciembre de 1544, acompañando al español, de nación gallego Juan de Carvajal, quien había sido nombrado por la Cancillería de Santo Domingo como Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela; llegaron a Coro, “una ciudad de 10 casas de paja distante dos leguas del mar”, el 6 de enero de 1545. El relato de este italiano, en cuanto a la expedición en la tierra de los Cuicas, coincide con los datos de la narración realizada por Juan de Castellanos (1522-1607), contemporáneo con Cey, quien había arribado al Nuevo Mundo en 1539.
La expedición al territorio de los antiguos pobladores de tierras trujillanas fue ordenada en 1548, por el Capitán Juan de Villegas (1509-1553); y según Don Mario Briceño Iragorry (1897-1958), estaba bajo la dirección del Maese de Campo Diego Ruiz Vallejo.
Galeotto Cey, dejó escrito su encuentro con los aborígenes Cuicas y apunta que encontrándose en El Tocuyo:
“… Nos llegó este nuevo gobierno a principios de septiembre de 1548; de inmediato comenzó mostrando tener nuevas intenciones y parecerle bien ser el amo, que a los españoles les basta mandar, aunque sea por una ocasión, y habiéndome al principio prometido la partida con 20 compañeros me la negó luego, diciendo que quería descubrir ciertas montañas situadas al poniente, en ciertos valles, distantes más de 30 leguas, que tenía noticias de haber gran riqueza y que no quería que nadie partiese sin que antes hubiese sido descubierto eso y temiendo que nos fuésemos contra su voluntad, nos mandó con 70 personas, a principios de noviembre, con orden de que estuviésemos 6 meses, o al menos 4, que después entra el invierno y no se puede caminar. Para darle gusto, me fui con dos caballos y anduve por montañas asperísimas, donde siempre tuvimos pan en abundancia, porque se encontraba asaz de aquel grano, y llegados al lugar de las grandes noticias de riquezas que entonces había, pensé encontrar más tesoros que en el Perú. Allí encontramos una gran cantidad de indios llamados CUICAS, muy bestiales y feos, pero grandes cultivadores, todos establecidos en montañuelas, colinas y valles con poco llano. Como nunca había llegado allí cristianos, vinieron a asaltarnos 4 veces, más de 10 mil cada vez, bravamente, pero siempre con tanto daño para ellos, que daba piedad, y sin muerte de ningún cristiano, ni heridos graves, sino un caballo que murió, más por culpa de quien quería comérselo, que por herida que tuviese. Aquí encontramos que los indios apenas conocían el oro, ni lo estimaban, diciendo que no era bueno para comer. En los ríos se le encontraba, pero poca cantidad, que no compensaba el precio de poblar allí; los indios decían que no lo querían, que les bastaba recoger el maíz y otras raíces buenas para comer, para lo cual el oro no era bueno. Así nos quedamos burlados y la riqueza que allí encontramos y que ellos tenían en gran estima, era que, sobre ciertos leños gruesos como muslos, de 4 brazos de largo, se enrollaban ciertos paternostillos de hueso blanco mucho más pequeños que cuentas, que ellos llamaban QUITERO, y otros rojizos que llamaban BARODA. Cada india por devoción, los ensartaba cada día o según podía tenerlos, una vuelta sobre la otra en tanta cantidad que no se podían ni por dos hombres, levantar de la tierra, y de estos se encontró muchos y los llamamos nosotros ídolos, porque los tenían en ciertas casas grandes donde iban a ofrendarlos, como iglesias. Estos paternostillos sirven, entre los indios, como ornamento y como moneda, que se contrata entre ellos como diré más adelante. Esta fue la riqueza que allí encontramos y así volvimos al pueblo a fines de marzo de 1549…”
El histórico encuentro de Galeotto Cey con los aborígenes Cuicas, ocurrió entre 1548 y 1549, nueve años antes de la fundación de Trujillo en 1557; no aparece reseñado en los libros de historia trujillana, pues la obra del comerciante florentino, fue localizada en el Museo Británico de Londres a finales del siglo XX. La expedición, según testimonio escrito de Cey, permaneció 5 meses en el territorio de los Cuicas.
Dedico esta nota a la familia Tulene-Bertoni, abnegados investigadores y protectores de las obras de arte de nuestros antepasados Cuicas.
* Cronista de Tucutucu