En la comunidad de Pie de Sabana, hay un sector llamado Tierra Dorada, bautizado así por sus habitantes debido al color amarillo y arcilloso del suelo.
Ese lugar de San Rafael de Carvajal, estado Trujillo, como cualquier rincón de Venezuela, el 7 de marzo de 2019, quedó en penumbras. No solo por cuatro días, sino cinco, pues debió esperar el reestablecimiento paulatino de la energía.
Sus residentes, quienes viven en dos calles sin asfaltar, hace 11 años, pasaron las primeras horas tranquilos, pero cuando amaneció y seguían sin electricidad, se empezaron a preocupar.
Las despensas empezaron a consumirse con rapidez, por temor a que se perdieran los alimentos.
En esos días, nadie pasó hambre. El vecino compartió su comida con el otro. Incluso hubo quienes hicieran una sopa para todos.
Las noticias de saqueos se esparcían como rumores de boca en boca, porque las telecomunicaciones estaban caídas. Saber de alguien en Mérida o Maracaibo, era tan difícil como llamar al extranjero.
El servicio del agua, interrumpido por obvias razones, también sacó lo mejor cara de los carvajalenses.
Quienes tenían sus tanques llenos, ayudaron a sus allegados. Pero Dios hizo la mejor parte, envió un torrencial aguacero, que muchos aprovecharon para llenar sus baldes.
No era tiempo de mezquindad, aunque hubiera tristeza y enfado.
Los niños para divertirse, simplemente jugaban a plena luz del día, y los adultos, volvieron a los libros y a las largas conversaciones.
“La luz ya llegó a Caracas” -dijeron- y todavía en el interior, las luces no se habían encendido.
Al cuarto día, en Valera se restableció el servicio, pero en Tierra Dorada, esperaron un poco más.
La cuarta noche, paradójicamente, había silencio. Solo se escuchaban las cigarras, como cables de alta tensión.
Los grillos cantaban, y miles de luciérnagas titilaban en la penumbra.
En las casas, los mecheros ahumaban el ambiente y su trémula luz, iluminaba los rostros de sus familias.
El 12 de marzo, la electricidad volvió, pero quienes atravesaron por ese período, ya no son los mismos.
Cada vez que hay un bajón o un corte, surge un temor. El de un nuevo apagón.