Tiene una extraña magia: acogedora, tranquila, sencilla, muy espiritual, muy rezandera, de gran corazón, le encanta servirle a los demás, da cobijo al forastero. Le gusta valorar la cultura de los olvidados. En medio de las dificultades le encanta el humor, reír a carcajadas; como buscando un sano equilibrio entre el drama y el gozo del agradecimiento a Dios.
Las patinadas…
La Valera de antier, eran los sabrosos días navideños. Nos íbamos preparando en mente y corazón para darle la bienvenida a días tan festivos… Las patinadas en la plaza San Pedro, verdaderos encuentros de entusiastas jóvenes que hacían increíbles malabares sobre los patines para impresionar a la competencia… Yo me conformaba con darle vueltas y vueltas a tan hermosa plaza con aquellos patines “Unión”, ya usados, pero en perfectas condiciones, que mi santa madre me compró por 5 bolivarianos; nuevecitos tenía un costo de 30 bolívares.
Tan sabroso amanecer, después de la misa del padre Juárez en la iglesia San Pedro, continuaba en el sector Las Acacias: centenares de personas se reunían para gozarse el frío mañanero… Las parejas de enamorados compartían su amor para siempre… Los amantes de la serenata disfrutaban a la luz de la luna para dedicar a sus amadas las mejores melodías musicales. Los humildes vendedores de café o chocolate deseaban que esos días navideños, jamás terminaran, porque les “volaba” el cafecito con el que llevaban el sustento a sus familiares.
Que hermosa navidad…
Eran los paseos al viejo mercado municipal de la calle 12… A las 5 de la mañana llegaba con mi madre Josefa, excelente costurera de la comarca. Iba escogiendo los productos para la fiesta de las hallacas hasta que se llenaba el saco que generosamente nos ayudaba a cargar un humilde valerano que hacía su modesto trabajo de “cargador de maletas”, que luego montaba en su carro de rolineras y madera, con doble frenos, por si “las moscas”.
Los paseos madrugadores al viejo mercado fueron toda una delicia: Los gritos de los caleteros abriéndose paso a falta de corneta… Antonio Fernández, “El hombre del anillo”, Premio Nacional de Cultura Popular, ofreciendo verduras y frutos o conversando sobre aquella Venezuela, donde la guerrilla quería tomar “el cielo por asalto” …
Jamás podremos olvidar a los vendedores de la culinaria criolla y sus ofertas de 8 pastelitos por un bolívar. Pan de jamón a 5 Bs. Los carniceros llamando a la clientela con sus exclamaciones de la oferta del día: «el kilo de cochino a 7 bolívares” … Las mujeres del Valle del Momboy ofreciendo flores y musgo para el pesebre… Agricultores vendiendo productos; frescos y de gran calidad… Hoy, siento un regocijo grande haberme gozado tan bella Venezuela.
Los paseos a La Cabaña…
Tenía para aquel entonces 10 años de edad. Con mi padre Juan de Jesús, el mejor rezandero que ha tenido Valera, los domingos nos íbamos de paseo para La Cabaña, el recorrido comenzaba en la calle 16, subíamos por el barrio Santa Rosalía, El Onoto, en unas dos horas estábamos compartiendo con mi tío Juan Ignacio, añejas anécdotas de la Venezuela gomera que conoció, para luego almorzar, con hervido de gallina negra y degustando sabrosas cachapas criollas.
Con leche “Reina del campo”
Nos alimentamos millones de venezolanos, en las familias más humildes no faltaba la leche para un cafecito mañanero o el tetero de los niños… La juventud inventó su propio lenguaje, tenían una manera particular para dirigirse a los demás… «Voy a hablar con el “pure” (viejito), el padre de mi “jeva” (novia), para ver si me acepta como novio de su hija” En la Av. 10 de esta ciudad, había que hacer cola en diciembre para comprar en la tienda “Rex” los famosos zapatos Keds, o los populares “pisa mojones” … A las muchachas bonitas se les llamaba “bombones”.
Los jóvenes de familias con ciertos recursos económicos “volaban” por esas calles valeranas en carros que llamaban “naves” (“Camaros”, los “Mustang” y “el Javelin”) … Si alguien invitaba a una licorería a tomar cerveza, manifestaba: “vamos a tomarnos unas “cerbatanas” … A los hombres con el pelo largo le decían: “usted si está mechudo,tiene esa melena larga” … Si un muchacho embarazaba a la novia menor de edad, los amigos le expresaban: “Mi pana, te metiste en tremendo “rollo”(problema) … Cuando había una redada policial, alguien gritaba: “Ahí vienen los tombos (policías)”… A las muchachas muy orgullosas las saludaban con: “ Adiós sifrina”…
¡Saberes del trujillano de a pie!
* La Biblia tiene tanto que enseñarnos que, yo no termino de aprender cosas. (El padre Pedro)
* Dios es más grande que una mata de coco (Juan, el rezandero)
* Me encanta ir a comprar a “Ciudad bendita”, las vendedoras me reciben con aquello de: “mi bello lindo tenemos buenos tomates”… ” Amorcito, hay aguacates maduros ” … ” Cariño, hoy, los huevos están grandes” … ” Mi cielo, compre mis tetas… tengo de coco, fresa, chocolate … (Dr. Cabrita)
* Lo bueno de este gobierno, es que no importa conocer de leyes, lo importante es conocer al juez de la Causa (Luis, abogado tapa amarilla)
* En la Urb. La Ciénega, hay una señora que me confunde con Dios… Cada vez que me ve en estado de ebriedad, exclama: “Dios mío, Dios mío, usted de nuevo… (“Epimenio”))
* “Yo soy como la panela, dura por fuera y muy dulce por dentro” (La maestra Rosarito)
La Valera de antier…
En 1905, el padre Miguel A. Mejía, a través de la revista “El Castillo” y otros medios de comunicación de la época, comienzaron una intensa campaña, buscando conseguir que las autoridades hicieran posible el descanso del día domingo que era de mucho ajetreo. El gran mercado o fiesta de las hortalizas se hacía el domingo, nadie descansaba, las casas comerciales permanecían abiertas todo el día… La prensa de la época, presionó para que las familias descansaran y marcharan a la santa misa dominical en vez de irse de compras.
Y el respeto supremo a la prensa escrita dio sus resultados. El Concejo Municipal del Distrito, se pronunció y dictó un decreto que ordenaba la clausura de los establecimientos comerciales que laboren el día domingo. Destacaron su decisión en el mandamiento de la iglesia que sugiere dedicar ese día para venerar al Señor, y a la costumbre de todos los países civilizados de descansar ese día para recobrar energías que tanto necesita nuestro cuerpo físico.
Fuente: Anales de Valera