En los cines valeranos se formaba el corre-corre / Por Alfredo Matheus

Sentido de Historia

Alirio "Pata e´ croche"

 

Hace unos 55 años fue la inauguración del Cine Delicias (calle 14 con Av. 16). Aquella noche, la ciudad de Valera se paralizó, todos querían ver a los afamados actores de Radio Caracas Televisión que fueron las estrellas invitadas a tan festivo evento… Quedé más que asombrado al observar una fila de carros negros de donde los artistas se iban bajando recibiendo el aplauso del soberano.

El Cine Delicias luego abrió las puertas al público. Con mis 13 años, no podía entrar a ver películas censura «C”, donde las mujeres desnudas en pelota causaban revuelo en una comarca que todavía mantenía grandes valores morales. Como todo tiene solución, le dábamos un bolívar al portero, el popular “Maracucho”, para que nos dejara entrar a ver el “peliculón” de pornografía sólo para mayores de 18 años.

 

Peleas a montón en el Cinelandia

 

Los domingos se formaban largas colas en el Cinelandia (Av. 11 con calle 10) para ver a “Santo, el enmascarado de plata” o a Pedro Infante y su música mexicana. En las taquillas del cine se hacían grandes peleas a puño limpio, nadie quería quedarse parado viendo su película favorita. El “Loco Toro”, recio peleador de la calle 15 con Av. 12, se abría paso a punta de trompadas y compraba hasta 50 entradas que luego revendía por un bolívar más a aquellos que no querían participar en aquel encuentro de gritos y golpes.

Los admiradores de Pedro Infante iban preparados con sus cuarteritas de miche claro motivados por la propaganda radial: ”Si el cocuy viniera de Escocia, se pagaría a precio de Whisky”, a los pocos minutos estaban cantando las canciones del artista y gritando: “Viva Méjico querido”.

 

El Cine Valera

 

Ubicado frente a la plaza Bolívar, los jueves de censura “D”, no había “cama pa´ tanta gente”, a muchos les tocaba ver la película parados. A mitad del documental se formaba “el griterío del año” en el momento en que el técnico Tálamo, cambiaba los rollos del film, aquello era ensordecedor.

Tálamo prendía la luz y con voz recia ponía orden a la pea: «Señores, o se quedan tranquilos como si los fueran a operar o no paso más película”. El silencio era total, Tálamo cambiaba el rollo y seguía la diversión.

 

Bigote a lo mejicano

 

Fue tanta la pasión de los valeranos por las películas mexicanas que los hombres comenzaron a usar el bigote igualito al actor Jorge Negrete. El peinado de Javier Solís. El caminado de Pedro Infante. A bailar como “Cantinflas” y a pelear como Santo, el enmascarado de plata.

En la entrada del cine los clientes gozaban con el amigo Betancourt y sus 100 kilos de musculatura. Era medio tartamudo, le preguntaban: ¿Qué tiene de 0,25 céntimos? Respondía sin complejo alguno: «Tooorooontooosss”, chooocooolaaateee. La ciudad lo bautizó el popular “Chocolate”.

 

La pelea es peleando

 

Cuando se pusieron de moda las películas del inmortal peleador Bruce Lee, en las barriadas las peleas entre la muchachada eran a punta de patadas… En las afueras del Cinelandia, era una fiesta de comida casera: Pedro el italiano y sus sabrosas arepas, allí nació el nombre de “arepas mataperros”. Preparaba un pan relleno con carne, se dice que en Valera se conoció la primera hamburguesa venezolana. “Alirio, pata e´ croche” aturdía con su grito: “Lleeegaaarooon los peeerroooosss». Fue el primer vendedor de perros calientes que conoció la ciudad.

Las hallaquitas de caraotas (8 por un bolívar) volaban de las ollas de las amas de casa que llegaban del cerro Santa Eduviges… Don Jorge y su dulcería casera pregonaba, “meta la mano mi niño, meta la mano mi niño”. “El haitiano” era un verdadero espectáculo con la enorme cesta de tostones sobre su cabeza. Al ver pasar a una bella mujer exclamaba: «Uy, pero que rico tostón, quien se comiera ese tostón”… Los adolescentes intercambiaban cuentos de Memín, Hermelinda, Juan sin miedo, El fantasma, Tarzán, Mandrake el mago.

Era una Valera maravillosa, limpia de pies a cabeza, no existían basureros en las calles, el respeto era supremo, poco se robaba el erario público, no se podía pasar con bolsa, ni animales, por la plaza Bolívar.

 

 

Salir de la versión móvil