En el centenario de su nacimiento: Dámaso Ogaz sembró en Venezuela la inquietud por el arte | Por: Ramón Rivasáez

Dedicado a José Jesús Muchacho B.

Al cumplirse este 17 de agosto el centenario de su natalicio, en Santiago de Chile, Dámaso Ogaz, cuyo nombre verdadero era Víctor Manuel Sánchez Ogaz, arribó a Venezuela en agosto de 1961, invitado por la embajada venezolana en la capital austral, con el propósito de contribuir al desarrollo cultural del país caribeño.

Dado su intenso trabajo que efectuaba en varios escenarios culturales de Santiago de Chile, el agregado cultural del gobierno de Caracas, estableció nexos con el artista sureño y le convenció a venir a crear el Museo de Arte Latinoamericano en la ciudad de Trujillo, de donde era nativo el diplomático, el doctor Elbano Pardi.

Tras las exitosas gestiones del funcionario ante la cancillería venezolana, Ogaz llegó a la capital andina a crear el Museo Latinoamericano de Arte, con obras que adquiriria el gobierno del presidente Betancourt, de los mejores exponentes de la plástica del continente; el centro de arte funcionaría anexo al Ateneo de Trujillo.

Ya instalado en Trujillo, Ogaz comenzó a recopilar obras de diferentes creadores de diversos países, con el respaldo de la naciente democracia; pero ocurrió un imprevisto, al cabo de unos cuantos meses, el artista santiaguino es premiado en Tokio, Japón, en el Festival de Artistas del Pacífico, y debe viajar a recibir el galardón en la especialidad de dibujo. El premio Yumiuri es concedido por primera vez a un latinoamericano, y luego de recibirlo es requerido por varias galerías europeas, donde expone sus obras, y su permanencia en Europa se prolonga, por tanto, el proyecto del Museo queda inconcluso.

A su retorno a Venezuela es absorbido por los artistas del Techo de la ballena, donde milita por varios años al lado de Carlos Contramaestre, Juan Calzadilla,  Daniel González, Edmundo Aray, Adriano González León, Peran Erminy, Antonio. Moya, Alberto Brandt, Caupolican Ovalles, Salvador Garmendia, entre otros.
Ogaz, luego de la separación de los balleneros, comienza su itinerario por Venezuela; es encargado de los talleres de arte del INCIBA (Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes) en Ciudad Bolívar; posteriormente es contratado por la Universidad de Los Andes (ULA), labora entonces en la Facultad de Arquitectura. Esta dependencia le envía a Valera, en cuyo Ateneo dicta clases de expresión gráfica y reúne a un selecto grupo.

Años después está en Valencia y hace teatro con el dramaturgo Miguel Torrence; fija su domicilio nuevamente en Caracas y el poeta Juan Liscano, le contrata para su prestigiosa revista Zona Franca, que diagrama con lujo de detalles. Se recuerda una edición especial dedicada al surrealismo que preparó Ogaz.
Como la revista entró en crisis financiera, Ogaz tuvo que refugiarse en el interior y se estableció en Valera, donde gracias al apoyo del entonces gobernador José Jesús Muchacho Bertoni, fundó la Escuela Experimental de Diseño, cuyo objetivo era formar técnicos textiles para la industria.

El proyecto basado en experiencias observadas en su recorrido por Europa, y fundamentalmente, imbuido en las enseñanzas y el legado de la Bauhaus, la Escuela de labores de Weimar, Alemania,  Dámaso Ogaz, quiso revolucionar el ambiente formativo, al introducir novedades que, desafortunadamente, no fueron comprendidas en su totalidad, pese a contar con el respaldo entusiasta del gobernador Muchacho Bertoni; la idea era la formación de técnicos textiles e incorporar a productores de algodón que se establecerían en la zona agrícola de El Cenizo. En este proyecto colaboró el geógrafo Francisco González Cruz, quien estuvo con Ogaz en las colonias agrícolas del estado Portuguesa, conociendo las experiencias de los cultivadores de algodón.

Para infortunio del desarrollo económico trujillano, el proyecto naufragó  por diversas razones, y el artista cuyo sueño fue truncado, siguió su peregrinaje por el interior de Venezuela, como un Quijote, enfrentando molinos que, como fantasmales personajes, han impedido el desarrollo cultural de los venezolanos.

Así llegó a Barquisimeto, donde escribió en varios diarios; y el desaparecido rotativo El Larense, le encargó brevemente, de su página literaria; estuvo en Guanare, donde hizo teatro, finalmente, retornó a la capital larense y de allí a Coro, donde fue empleado del Instituto de Tecnología Alonso Gamero; regresó a Barquisimeto, y el Concejo Municipal de Iribarren, bajo la presidencia de Dori Parra de Orellana, le concedió una bolsa de trabajo para su labor cultural, entonces, publicó semanalmente, la hoja literaria «Poesía en la calle», una novedad que había observado en Europa. Esa página cultural la distribuía gratuitamente en las calles, a objeto de difundir la poesía de todas las regiones del mundo.

Finalmente, el artista entró en declive físico; se enferma y el 15 de marzo de 1990, fallece en Caracas, en brazos de su amante esposa, doña Lupe Fernández y su hija menor, Ana Victoria.

Dámaso Ogaz sembró, en todos los lugares que recorrió el espíritu de la cultura, el hacer, crear maravillas para el disfrute del arte en general; fue un hombre generoso, abierto al cambio permanente, solidario y de abnegada pasión por el hecho creador; su entrega fue total a la poesía, a todo aquello que engendraba imaginación sin límites.

Hace un par años, una Universidad de Texas, USA, rindió homenaje a su obra artística que se encuentra diseminada en distintas regiones del mundo, por cuanto a través del arte postal, sus trabajos fueron difundidos en la mayoría de los países europeos, Australia y Asia, y, por supuesto, Estados Unidos y América Latina.

En Venezuela, contribuyó en el gobierno del presidente Pérez, en el diseño y creación del Consejo Nacional de la Cultura, (CONAC), conjuntamente con el poeta Juan Liscano. Un hombre honrado, un demócrata de formación y convicción, como pocos; tuve el privilegio de conocerle, doy fe de su integridad humana y de su vasta cultura.

.

Salir de la versión móvil