Hace unos días, en preparación de un conversatorio de política internacional, me encontré con el problema de buscar la línea-conexión de análisis de lo que está pasando en el mundo por los diversos conflictos que, pareciera, no tienen ni fondo ni techo para una solución sino que se mantienen en un estancamiento que beneficia a la elite mundial de la industria especulativa financiera, de la industria especulativa militar pero, peor aún y para más INRI, a la industria de los medios de comunicación que mantiene en vilo a la población por las redes sociales, la televisión, las radios y los periódicos sobre los acontecimientos que han de sobrevenir en un apologético final de los círculos económicos o, inclusive, de la humanidad como la conocemos.
De lo que se trata es de visualizar una constante de guerra asimétrica y de nueva generación que no la conocemos, peor aún, que no la percibimos, y que, lamentablemente, somos cómplices de manera inconsciente por el dramatismo con el que se está presentando a diario. Me he encontrado a los tradicionales analistas, a nuevos pensadores que presentan una dinámica apologética de lo que ha de pasar no en días, no en semanas o meses, es que ya llegan a horas por diferentes vías.
Entiendo, entonces, que son momentos diseñados por una suerte de marketing de crisis, con el fin de crear tal nivel de zozobra que conlleve a los mercados y los gobiernos sean desestabilizados, a tal punto, que la rapiña capitalista ortodoxa, en conocimiento de información privilegiada, pueda aprovechar las oportunidades que el mercado les pueda dar. De igual manera, pasa en el tema geopolítico que no existe una línea clara de cómo han de comportarse los actores, Estados, en el escenario internacional. Hemos discutido que existe, soterradamente, una lucha por el liderazgo de la democracia occidental como la hemos conocido y el autoritarismo ya no oriental, solamente, sino en cooperación con grupos transnacionales que mantienen gobiernos autócratas con apariencia democrática pero que están al servicio de grupos mafiosos. Lo triste y doloroso, por demás, es que la inacción de los países demócratas y de los organismos internacionales da una suerte de esperanza de que lograrán los objetivos a quienes adversan la causa democrática, el respeto a la ley y los convenios internacionales.
En uno de los recientes editoriales del diario El País.es de España, profundizaba en la incoherencia de poder darle lectura lineal a la geopolítica que se vive en el actual conflicto bélico, que va para tres años, entre Rusia y Ucrania. Tanto así que no se entiende el timorato apoyo de la comunidad europea, a sabiendas de que tienen al oso ruso a las puertas de consolidar su dominio en su patio trasero. Al mismo tiempo, no se entiende el ir y venir en las declaraciones de la administración Trump para ponerle fin al conflicto. De nuevo, reforzamos la idea de que estamos ante la evidencia fáctica de que la lucha entre la democracia y el autoritarismo es una carrera en la cual llevan ventaja quienes ayer creíamos que estaban al margen de la historia del modelo de gobierno de occidente. Así lo advirtió Svetlana Alexiévich, la escritora bielorrusa en lengua rusa premiada con el Nobel de Literatura en 2015 y quien es miembro del Consejo Coordinador de la Oposición al dictador Alexandr Lukashenko, durante las protestas de 2020 en Bielorrusia, señalaba el retroceso generalizado de la democracia, que va mucho más allá de un mero acontecimiento llámese coyuntural, electoral o de simple conato en contra del sistema de gobierno occidental.
Al repasar uno de sus libros, el ‘Homo Sovieticus’, escribió cómo se hundía aquel imperio, pero ahora ocurre un proceso más profundo y general. La Rusia y la América profunda se sublevaron y la democracia retrocede en todo el mundo. Es una constante, que se advierte en todos los órdenes de la geopolítica mundial y que a nadie le es extraño, sino que al contrario padecen y sufre de las arremetidas por acorralar al modelo que hizo de la cultura occidental el modelo de las libertades y oportunidades para el crecimiento de la sociedad moderna.
En uno de los informes de la Freedom Hause de Libertad en el Mundo más recientes, señala que la autocracia está logrando avances en contra de la democracia y alentando a más líderes a abandonar el camino democrático de seguridad y prosperidad. En ese sentido, vemos más países que sufren declives democráticos durante los últimos años superando en más de dos ya no en el continente africano o de Europa oriental sino la consolidación de regímenes en nuestra América e inclusive alentado por algunas políticas gubernamentales que ponen en entredicho su carácter democrático y constitucional. De igual manera destaca el informe que ¨un total de 60 países sufrieron disminuciones en los derechos políticos y libertades civiles durante el año pasado, mientras que solo 25 mejoraron. Menos países experimentaron mejorías en 2021 que en cualquier otro año desde que comenzó el período actual de declive democrático global. A día de hoy, alrededor del 38% de la población mundial vive en países calificados como no libres, la proporción más alta desde 1997. Solo dos de cada 10 personas viven en países libres. ¨
Queda claro entonces que la disimulada lucha por limitar los avances democráticos ya no es tal sino que obedece a una estrategia global para que gobiernos autoritarios tengan mayor presencia e institucionalidad en los escenarios internacionales. De allí que, se den la mano países con regímenes autoritarios y, con su presencia, discurso y narrativa, no se perciban limitados por la influencia estratégica, económica, militar y política.
Finalmente, esta lucha de las libertades y respeto a los derechos humanos y por la reafirmación del modelo democrático como lo hemos conocido pasa por cerrarle las puetas a quienes no cumplan con los principios fundamentales del modelo democrático.
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