La crisis que golpea a los venezolanos no cesa ni con la muerte, lo que se advirtió en el primer trimestre del año por investigaciones sobre el costo de un ataúd básico, hoy se ve reflejado en los sepelios. Cajas, cavas de anime, puertas de madera, escaparates y madera reciclada se convierten en las urnas improvisadas que solventan la necesidad urgente para la inhumación de cuerpos
La frase común: “el alto costo de la vida” para referirse a los precios exagerados de productos básicos, ahora sufrió la modificación por: “el alto costo de la muerte” ante la cuantiosa cantidad de dinero que se requiere sólo por un ataúd, para cumplir con una necesidad: la inhumación.
Lo que advirtió el equipo de sucesos de Diario de Los Andes, durante el primer trimestre del año, se ha convertido en una dolorosa realidad, cada vez más profunda, más inhumana; los muertos no tienen ataúd para descansar en paz, lo hacen en cualquier otro cajón donde se pueda depositar un cadáver.
Cajas, cavas de anime, en puertas de madera, escaparates y madera reciclada sepultan a los muertos en el municipio Valera. Las fotos que reflejan esta situación y que se publican el día de hoy, fueron captadas el pasado sábado 12 de mayo en el Cementerio Municipal de Valera Sagrado Corazón de Jesús, ubicado en el sector La Floresta, parroquia Mercedes Díaz.
No hay posibilidad alguna para que una familia trabajadora, humilde, que devenga sueldo mínimo, pueda adquirir un servicio funerario básico ni un ataúd; posiblemente ni una familia de clase media pueda hacerlo.
La muerte no distingue de pobreza o riqueza, todos los cuerpos requieren de un cajón para la disposición final en un camposanto, pero ante la crisis que no permite solventar ni los alimentos de la dieta básica, la muerte es un asunto que resolver pero el dinero no alcanza.
Ayudas
En casos de extrema pobreza el personal del Senamecf dona bolsas herméticas para la conservación de cadáveres a los familiares, para que realicen el sepelio, pero la existencia es poca y reservada para el trabajo forense, por ello tienen un límite. Quizá en tiempo de guerra económica, el gobierno municipal y regional deba contemplar planes especiales para atender este tipo de casos con solidaridad y humanidad