Por María Alejandra Briceño de Valero
Con una profunda alegría participo en esta Edición Especial de nuestra Revista Andina “Emprendiendo y Creciendo”, compartiendo algunas reflexiones acerca del emprender, que han venido fluyendo mientras me desplazo entre tres hermosos lugares de la geografía argentina: Buenos Aires, Quilmes y Córdoba, tres ciudades con un vibrante espíritu emprendedor, donde se ven florecer de manera creciente los emprendimientos venezolanos.
Es muy emocionante ver cómo crecen las oportunidades en las ciudades argentinas para degustar las deliciosas arepas, las ricas empanadas y los fabulosos tequeños, el tradicional pabellón y hasta una riquísima chicha o la malta con un auténtico sabor venezolano.
Es muy conmovedor ver cómo emprenden nuestros médicos, ingenieros, economistas, contadores, administradores, entre muchos otros profesionales, enormes retos académicos y legales para insertarse en diversos sectores: Universidad, salud, industria, PyMEs, moda, espectáculo, entre otros.
Muchos, pedaleando su bicicleta entregan los Pedidos Ya, así consiguen el dinero para comprar el auto para trabajar como taxistas en UBER o Cabify, mientras convalidan su título, estudian posgrados y echan adelante a sus hijos. Conversando con tantos venezolanos en tiendas, taxis, hospitales, laboratorios, farmacias, universidades, te das cuenta que el espíritu emprendedor del venezolano va mucho más allá del hecho de crear un negocio, es una actitud ante la vida.
También te das cuenta, conversando con los argentinos y las argentinas, de que independientemente de tu nacionalidad, del lugar donde eliges emprender, del tipo de emprendimiento que cocreas, del tipo de emprendedor que eres (por necesidad, por oportunidad, visionario, serial, social, corporativo, entre otros) hay una serie de desafíos que resultan imperativos y que debemos asumir los emprendedores que decidimos asumir esta maravillosa experiencia vital como un oportunidad para crecer y evolucionar.
El desafío de vivenciar una transformación en nuestra percepción
Cuando has migrado a otro país y, en menos de cuatro años, te percibes a ti mismo valorando otras opciones de posibles lugares donde vivir con calidad, seguridad, prosperidad… y después de revisar el mundo en Google, te das cuenta que éste luce realmente caótico, incierto, inseguro y desconcertante, quedas impactado.
En ese preciso instante valoras la importancia del cultivo del espíritu emprendedor, que te permite despertar cada mañana con la resiliencia necesaria para seguir adelante, con creatividad y un propósito trascendente, que desde el futuro te atrae hacia su realización con determinación y amor.
La experiencia de migrar es ruda y la comprende a cabalidad el que la vive. Te facilita la extraordinaria oportunidad de darte cuenta de que realmente no sabes muchísimas cosas y aún así puedes seguir existiendo y, mejor aún, que puedes despertar para vivir consciente dentro la inmensa posibilidad que representa experimentar la curiosidad y la capacidad de asombro, de manera continua. Curiosidad y asombro hacia ti mismo, los otros, su cultura, sus estilos de vida, hacia su matriz biológica, sus modos y maneras de conversar y convivir.
En este contexto, se abre la maravillosa posibilidad de conectarte con una dimensión de ti mismo que por muchísimo tiempo hemos dejado de lado, el sentir. Esta nueva forma de percepción permite experimentar el fenómeno emprendedor de una manera distinta, comprendiendo que no basta con hacer, sino que es fundamental conectarte con el ser, tomando consciencia de ti mismo y de tus infinitos territorios interiores.
El desafío de descubrir nuevos territorios
Hemos crecido en un paradigma que oculta este enorme potencial y que nos limita al pensar como fundamento del existir y esto encierra una dosis de verdad, mientras pienso existo, como también es cierto que mientras siento vivo y mientras amo trasciendo. El asunto central es: ¿Me conformo con existir o corro el riesgo de vivir y trascender?
Para descubrir estos nuevos territorios hace falta despertar, para estar realmente presentes y vivir plenamente, no sólo existir, de una manera más armoniosa, compasiva, creativa y confiada.
Al salir del territorio conocido, se abren infinidad de territorios y el caos percibido lleva en sí un orden implícito que lo transforma todo creativamente cerrando un ciclo y abriendo otro. Descubrimos que realmente salimos fortalecidos cuando experimentamos momentos dolorosos, angustiantes, desafiantes, si no nos quedamos paralizados por el sufrimiento o vacíos de propósito.
El desafío de encontrarme a mí mismo
En estos contextos turbulentos que nos ofrece el mundo globalizado puedo asumir el desafío de encontrarme a mí mismo, de descubrir los lenguajes, mensajes y caminos que viven en mí propio cuerpo, en mi subconsciente, en mi alma, la enfermedad es uno de ellos, y podemos reconocer que son parte de la transformación continua que caracteriza a la vida.
El desafío de encontrarme con los otros
El emprendedor de hoy necesita aprender a conversar. No basta con dialogar, hay que tomar consciencia del conversar y del emocionar que se entrelaza con esta facultad humana.
El acto de emprender implica una co-creación continua que se materializa a partir de la conversación, que se sostiene en una red de conversaciones que abren oportunidades y que suman, o restan, posibilidades.
Este conversar consciente y con propósito necesita un ingrediente que el Dr. Humberto Maturana describía como “el reconocimiento del otro como legítimo otro en la convivencia, y es ese modo de convivencia lo que connotamos cuando hablamos de lo social. Por esto digo que el amor es la emoción que funda lo social; sin aceptación del otro en la convivencia no hay fenómeno social.”
¿Emprender o no emprender?
Cuando emigras te das cuenta, claramente, que lo más importante no es la profesión. Lo realmente valioso es el empuje de tu espíritu, tu actitud humilde y proactiva, tu deseo de vivir despierto, presente y en armonía, con un marco ético, con un profundo agradecimiento y amor por tu lugar de origen y tu lugar de destino, con un inmenso respeto y empatía hacia los otros en el convivir cotidiano.
El cultivo del espíritu emprendedor es, y seguirá siendo, un imperativo educativo que comienza en el hogar y que debe continuar como un eje horizontal en absolutamente todos los espacios educativos, porque facilita el crecimiento personal y profesional en cualquier lugar del planeta.
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