ELN, el nuevo enemigo

A rebel of Colombia's Marxist National Liberation Army (ELN) shows his armband while posing for a photograph, in the northwestern jungles, Colombia August 31, 2017. Picture taken August 31, 2017. REUTERS/Federico Rios

Qué significa para la región que este grupo guerrillero se dedique al terrorismo apoyado por Venezuela


La ofensiva terrorista del Ejercito de Liberación Nacional de las últimas semanas deja en claro que esa guerrilla es el nuevo enemigo del país. Arauca, Cesar, Antioquia, Norte de Santander, Cauca y Nariño sintieron la escalada violenta que, según el Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos (Cerac), fue tres veces mayor al promedio mensual registrado en los últimos años. En solo una semana decretaron un paro armado; dinamitaron el ferrocarril que saca el carbón por La Guajira; tumbaron 2 torres de alta tensión que son claves para abastecer de energía a la costa; atentaron contra 4 puentes y peajes; quemaron varios vehículos; llevan suspendido 38 días el bombeo de petróleo por el oleoducto Caño Limón-Coveñas; y no se descarta su presencia infiltrada en los actos de vandalismo de encapuchados, que obligaron a cerrar temporalmente los tres pozos más importantes de Ecopetrol: Castilla, Chichimene y CPO-9.

Casi todas fueron operaciones quirúrgicas, de pocos hombres con explosivos, en una estrategia típicamente terrorista con capacidad de hacerles daño a la infraestructura y al aparato productivo del país. Más allá de las millonarias pérdidas, sobre todo por la vía de la producción de petróleo, y de que el terrorismo no demuestra fortaleza sino debilidad, hay un preocupante ingrediente en esta nueva etapa del ELN pos-Farc: Venezuela.

La pasada semana el gobierno pidió en extradición a toda la cúpula del grupo guerrillero, salvo Pablo Beltrán, al mismo tiempo que el ELN insistía en iniciar el quinto ciclo de negociaciones en Quito para fijar los parámetros de la nueva tregua y el gobierno exigía que primero detuvieran los ataques violentos. Pero más allá del pulso guerra-negociación, los colombianos se preguntan por qué después de tantos hechos de violencia no han podido capturar a sus líderes.

Cuatro factores restringen el margen de maniobra de la fuerza pública y la Fiscalía. 1) Venezuela: aunque la influencia del ELN se extiende en varios departamentos del país, su centro de operación está al otro lado de la frontera. Esta situación ha empeorado desde que el gobierno colombiano endureció su postura ante la crisis humanitaria, y eso terminó por desgastar la relación entre ambos gobiernos. 2) No es una guerrilla de masas como en su momento lo fueron las Farc. Delinquen por dislocación táctica, es decir, con un esquema de tríadas compartimentadas que poco se conocen entre sí, y así operan en Bogotá. 3) Su capacidad para mimetizarse en los movimientos sociales, universidades y sindicatos. 4) El aparato estatal se concentró en las Farc durante años y descuidó la inteligencia sobre el ELN.

Con el paro armado y su ofensiva, quedó también claro que con menos de 2.000 hombres en armas y cerca de 1.600 de milicias de apoyo no tienen alcance nacional, ni tampoco –hasta hora– se han expandido a zonas donde antes no se había registrado presencia guerrillera. Las acciones de los elenos siguen en la lógica de la guerra de la pulga, atacan blancos fáciles en zonas alejadas y salen corriendo, como ocurrió con el sangriento atentado a la estación de Policía en Soledad, Atlántico.

Con la tecnología de punta que dominan las autoridades y los reflectores dirigidos especialmente sobre ellos, no les interesa crecer exageradamente. Eso no les resulta estratégico, los vuelve vulnerables y es muy costoso de mantener. Varios analistas consultados coinciden en que el ELN de hoy está conformado por especialistas: el francotirador, el explosivista y el explorador, que lleva y trae información. Con excepción de algunas regiones como Chocó, no tienen campamentos, sino fincas donde están instalados. “Es un arte operativo nuevo que no los deja expuestos. Uno no los ve armados como a las Farc, sino que andan de civil, en camionetas o montando a caballo. No necesitan capacidad de masa sino individual, y eso los acerca más al concepto de los grupos terroristas internacionales”, explica inteligencia militar.

¿Qué buscan, entonces, con estos actos terroristas que destruyen su naturaleza política, cuando la lucha armada ya no tiene sentido y cuando militarmente es imposible derrotar a una fuerza del Estado de medio millón de hombres? ¿Para qué promover la violencia si carece de un poder transformador y un sentido revolucionario? Quizá la única respuesta razonable sea fortalecer su posición frente a las conversaciones con el gobierno, aunque este tiene cada día menos oxígeno político para sentarse en la mesa.

Pero quizá lo que más preocupa a las autoridades es la creciente relación entre el ELN y Venezuela, y el impacto que esto pueda tener en su capacidad de generar violencia, su reclutamiento de combatientes, su poder de fuego y su retaguardia estratégica.

Relaciones peligrosas.- La semana pasada, los ministros de Defensa de Colombia y Venezuela, Luis Carlos Villegas y Vladimir Padrino, hablaron por teléfono debido a la preocupación del gobierno colombiano frente a la creciente participación de venezolanos en hechos de criminalidad en el país. Aunque no se ha concretado una reunión formal entre los ministros y las relaciones entre los dos gobiernos están bastante tensas debido al impacto de la crisis humanitaria de ese país, lo cierto es que el gobierno requiere de una mayor colaboración de Maduro para enfrentar con mayor efectividad al ELN.

Sin embargo, el problema es que la guerrilla terminó por envolverse en la vorágine política e ideológica que vive Venezuela. Información de inteligencia, pero también producida por varios fuentes en terreno, revela que muchos cuadros, militantes y bases sociales del ELN se refugiaron en el vecino país, en especial en las orillas de los ríos Lora y de Oro, y los municipios de Fernández Feo y Apure.

Por años, las autoridades han sabido dónde están, pero se han quedado maniatados y sin poderlos capturar, pues no pueden cruzar la frontera. La cooperación militar o judicial entre ambos países ha sido muy difícil, por no decir que nula. Los presidentes no se hablan (solo por los medios de comunicación y las redes sociales), y el embajador de Colombia en Venezuela fue trasladado a Costa Rica. En ese contexto, y dada la complejidad geopolítica con el vecino país, sería un grave error intentar, por ejemplo, bombardearlos o perseguirlos del otro lado de la frontera, como ocurrió con el campamento de Raúl Reyes en Ecuador. La persecución en caliente a través de la frontera, que existió alguna vez en el pasado, sin las autorizaciones correspondientes es ilegal y hoy es inexistente.

Por otro lado, hay pruebas de que los “elenos” han servido a cuerpos de civiles armados venezolanos e, incluso, han entrenado grupos paramilitares cercanos al gobierno, como las Fuerzas Bolivarianas de Liberación. Se ha podido detectar que muchos de los guerrilleros van regularmente a Maracaibo a descansar o realizar trabajos políticos, como es el caso de alias Paula, mano derecha del comandante del frente de guerra Darío Ramírez Castro del ELN.

Lo que viene pasando en la frontera es que sectores radicales del chavismo protegen a los elenos, mientras estos ayudan a “defender la revolución bolivariana” por las armas. En el caso del comandante del ELN Martín Burra, por ejemplo, las autoridades colombianas pudieron determinar que junto con alias Álvaro realizaron tareas de adoctrinamiento en Venezuela. Estos dos guerrilleros estuvieron a principios de octubre del año pasado convocando alrededor de 50 personas a un evento reservado en uno de sus estados. Según trascendió, la idea es que este grupo se desdoblara en dos columnas guerrilleras, sin conocerse más detalles al respecto.

Tanto el comandante Burra como alias Álvaro, según un informe del servicio de inteligencia venezolano (Sebín) conocido por la revista “Semana”, mantienen contactos con miembros de la petrolera estatal venezolana Pdvsa, con quienes lograron conseguir unos 5000 estopines, de los cuales habrían enviado 4000 hacia Colombia. De acuerdo con este mismo informe, un hombre identificado como Alirio Moreno se encarga de hacerle los negocios a alias Pablito, comandante del frente Domingo Laín, y los realiza en nombre de la organización subversiva de ese lado de la frontera.

La presencia del ELN en Venezuela ha venido extendiéndose más allá de la línea fronteriza de Arauca, Norte de Santander y La Guajira. Según testimonios recogidos por María Antonieta Segovia, periodista de Armando.info, un portal de investigación venezolano que estuvo en la zona, la presencia de esta guerrilla ha crecido hacia el estado Amazonas. De hecho, ese grupo guerrillero controla la mina a cielo abierto que hay en el Arco Minero del Orinoco, donde explotan Coltán. “Los pobladores dicen que su presencia se comenzó a sentir con más fuerza desde 2014 cuando se crearon los estados de excepción en Venezuela”, dice. En Puerto Ayacucho, por ejemplo, varios caciques indígenas terminaron por entregarle la responsabilidad del orden público al ELN.

Y es que los mismos “elenos” controlan Puerto Sariapo. Allí, ellos cobran vacunas por el traslado de combustible, comidas y medicina. A esta situación se suma la denuncia que hizo el director de la ONG Redes, Javier Tarazona, quien informó cómo el ELN reparte las cajas con comida que forman parte del plan de abastecimiento de alimentos que hace el gobierno venezolano en los estados Táchira, Zulia y Apure

Pero el nivel de involucramiento no termina allí. Las autoridades calculan que ya un centenar de venezolanos hacen parte de las filas del ELN especialmente en el frente Oriental. Solo la semana pasada, dos ciudadanos de ese país murieron al tratar de instalar un artefacto explosivo en el puente El Palermo, que comunica Cúcuta con Pamplona. Otra pareja de venezolanos murió en un combate con el Ejército esta semana. De hecho, tras el ataque terrorista en Soledad, los capturados tenían vínculos con teléfonos venezolanos y datos de ese país.

“Nos preocupa mucho que el ELN está planeando y ejecutando ataques en territorio colombiano desde el venezolano, tanto en la frontera de Norte de Santander como la de Arauca, por ejemplo. En lo que va de 2018, van 126 neutralizaciones: 43 desmovilizaciones, 62 capturas y 21 muertes. Además, se han incautado 1.000 artefactos explosivos y 20 toneladas de narcotráfico”, manifestó el ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas.

Hubo un tiempo en el que los miembros más buscados del secretariado de las Farc caminaban tranquilos por las instalaciones del Fuerte Tiuna, el complejo militar más importante de Venezuela, sede del Ministerio de la Defensa, la Comandancia General del Ejército y la Guardia Nacional. El fenómeno ahora es similar, pero con el ELN como protagonista. A nadie sorprende la estrecha relación que han tenido los últimos gobiernos venezolanos con las guerrillas colombianas. Aunque su gratitud, para algunos analistas, se remonta desde comienzos de 2000, durante el auge de la violencia paramilitar que los desplazó a ellos y a sus familias.

Hoy, a diferencia de las épocas del caudillo Hugo Chávez que proclamaba la integración latinoamericana inundado de petrodólares, existe un régimen autárquico, quebrado y con un presidente débil y aislado, cuyo único poder de movilización está en buscar un enemigo externo que justifique los males de Venezuela y que pronto los invadirá. La clásica lógica paranoide del gobernante arrinconado que apela al populismo nacionalista y antiimperialista. Y ahí, en esa primera línea de defensa, frente a una posible invasión –así solo exista en su imaginación– el ELN sería su mejor aliado.

El ELN está inscrito en las tensiones y conflictos que tiene Venezuela. Las lógicas con las que se mueven los procesos de paz colombianos están determinadas por las circunstancias políticas del país vecino. La autonomía de esa guerrilla puede estar condicionada a la solidaridad de esa organización con el proceso bolivariano

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