Hoy podemos elegir la felicidad a pesar de los problemas y penurias, o la tristeza y amargura. La paz y la alegría, o la inquietud y la tristeza, no provienen de lo que nos sucede, sino del modo como recibimos lo que nos sucede:
Al morir su esposa con la que convivió toda su vida, un anciano de ya 90 años fue llevado a un asilo. Tras esperar un buen tiempo en la recepción, le indicaron que ya tenía el cuarto listo. Mientras esperaba el ascensor para llevarlo a su habitación, el empleado iba diciéndole cómo era.
-¡Me gusta mucho! -le interrumpió el anciano con gran entusiasmo.
-¿Cómo puede decir eso si todavía no la ha visto? Espere un momento, que ya casi llegamos.
-Eso no tiene nada que ver -opinó el anciano-. La felicidad yo la elijo por adelantado. Si me gusta o no el cuarto no depende de su ubicación, del mobiliario o de la decoración, sino de cómo yo decido verlo. Ya yo decidí en mi mente que me gustaría el cuarto. Es una decisión que desde hace mucho tiempo yo tomo cada mañana. Yo puedo pasar mi día enumerando todas las dificultades que tengo en las partes de mi cuerpo que no funcionan bien, o puedo levantarme y dar gracias a Dios por aquellas partes que todavía trabajan bien. Cada día es un regalo, y mientras yo pueda abrir mis ojos, me enfocaré en el nuevo día, y todos los recuerdos felices que he construido en mi vida.
Se montaron en el ascensor y el anciano arrojó al empleado su mejor sonrisa a través del espejo:
-¡Cuánto sufrimiento se podría evitar en el mundo si sencillamente se le enseñara a las personas a elegir cada día el amor y la felicidad!
John Lenon nos recuerda: “Cuando yo tenía 5 años, mi madre siempre me decía que la felicidad es la clave para la vida. Cuando fui a la escuela, me preguntaron qué quería ser cuando fuera grande; escribí: ‘feliz’. Me dijeron que yo no había entendido la pregunta. Les dije que no entendían la vida. ¡Cuánta razón tenía mi madre!”.
Si quieres ser feliz, atrévete a vivir preocupándote por los demás, ocupándote de ellos, regalando sonrisas, saludos, palabras cariñosas y amables, sembrando vida, esperanzas, acercando corazones. Vive cada día como un regalo para los demás en los mil pequeños detalles que nos ofrece la vida. Sé amable, escucha intensamente, interésate en las cosas de tus familiares, compañeros y vecinos, felicítales por sus éxitos y logros, acompáñales y tiéndeles la mano en sus problemas.
Alaba, felicita, reconoce las cosas buenas que hace la gente. Vive alegre y alegra, pues en Venezuela hay demasiada tristeza y angustia. Haz que la gente se sienta valorada, esperanzada, querida. Evita toda palabra ofensiva. No permitas que la rabia, el desamor o la violencia de otros te arrebaten la alegría y la paz del corazón. Derrota la agresividad y la violencia con dulzura y amabilidad. No amenaces, no insultes, no ofendas. Cultiva siempre palabras positivas, que animan, sanan heridas, refuerzan la autoestima, construyen puentes de reencuentro. Si servir es un privilegio, pues “hay más alegría en dar que en recibir”, aprovecha las oportunidades de servir que te ofrece la vida y da gracias por ellas.
Acepta también agradecido lo mucho que recibes de los demás y trata de responderles con generosidad. Es lo que hacía Albert Einstein que escribió: “Cien veces al día recuerdo que mi vida interior y exterior depende del trabajo que otros están haciendo ahora. Por eso, tengo que esforzarme por devolver al menos una parte de esta generosidad, y no puedo dejar ni un momento vacío”.