POEMAS
ELEGÍA A ANTONIO JOSÉ DE SUCRE
I
Voces roncas de tambores de sal
en la sangre de origen de Cumaná.
Las voces de los hermanos comentando
en la inmensidad de la casa natal.
Se escuchan lejos los lamentos
de una hermana mártir.
Hoy resucitan aquellas voces lejanas
en los bordes del tiempo,
cuando la fe se renueva en cada fecha
en que se replantan también
las lides libertarias que libraste.
Tu nombre, Mariscal
vuela por la historia,
viene acompañado de una música épica
como una larga oblación
de trompetas iracundas.
Desde las profundidades del mar,
desde la alturas de las montañas
tu voz heroica se mantiene fuerte.
Tu voz de tierra calurosa y marina
de tierra llena de fe,
sobre la que se vocaliza tu nombre
por la voz de todas las hazañas.
II
En el arcano aparece tu nombre, Mariscal.
se levanta con la fuerza de los resucitados
desde el infinito
con los rayos de un relámpago furioso,
como un largo rayo de sol,
desde el horizonte.
Tu nombre, Mariscal,
en la impronta de este día
en la laxitud de una tarde cualquiera
en el alma quieta de una noche clara
en los ruidos de una mañana de trabajo…
Tu nombre de justicia y de piedad.
Tu nombre pronunciado por una voz colectiva
llena los espacios en una hora anunciada.
Tu nombre errabundo por los paisajes,
brotando de una nube blanca,
haciéndose reflejo
sobre los cielos eternos
de los viejos pueblos continentales.
III
Sólo tú, Antonio José, sólo tú
desde el frente de tu gloria,
desde el suelo ecuménico de Ayacucho.
Eres Cóndor blanco
y lava de volcán ardiendo.
“Sólo tú eres augusto”
porque no fuiste tirano,
ni emperador, ni rey…
Aunque sí hombre
que amó la libertad.
IV
Tú eres un Capitán de rutas
en los tiempos que claman.
Capitán de suelos y destinos
elevado sobre todos los confines
de la montaña prodigiosa
donde alumbra tu mirada de diamante.
V
La palabra del poeta
te corona en trono tierno.
Y te embarca en liviana carabela
para transitar por los nuevos Continentes.
VI
El brillo de tu hazaña brota
y el fulgor de tus ideas.
Queremos descubrirte, Mariscal
nueva y eternamente vivo.
servirnos de tu ideario,
de la sustancia de tus leyes
hechas de amor,
como un gran idioma colectivo.
VII
Invítanos a viajar contigo, Mariscal,
a los predios interiores de tu nombre.
Siempre a tu lado.
Vivos y ungidos
todos los hombres
en medio de tu idea.
Siempre a tu lado, Mariscal,
como un cuerpo uniforme
cubiertos con una misma fe.
En el templo abierto de los espacios,
en un campo de un verdor total
en que nacen los nidos,
y cantan los pájaros
y corren alegres los conejos.
Invítanos a estar contigo, Mariscal,
dentro de tu escudo libertario
plantado por la historia,
en medio de la Patria agradecida,
abonando la tierra generosa
con la impregnación de tu aliento.
VIII
Víspera eterna de tu luz
el tiempo.
de tu signo inmemorial
sin límite de espacio.
Tu nombre, Mariscal.
Toma la fuerza de los ríos
que se desplazan desafiantes
como un sablazo
en gesto de victoria.
Nada muere en ti, Antonio José,
el río de tu vida
agita las conciencias.
La Historia te hizo un lago
de eternas aguas dulces,
para que los pueblos y los hombres
abreven en sus riberas.
Padre hecho de rocío húmedo
como un canto de aleluya sagrado,
nombrado por los pueblos.
Tu nombre de héroe
en la vigilia,
sobre el barro de todos los caminos.
La inmensidad americana
grita tu nombre gallardamente
en todos los pueblos continentales.
IX
Eres viejo y nunca llegas a viejo, Mariscal.
El tiempo respeta como un devocionario
tus treinta y cinco años de vida.
Piedra viva en los espacios,
tienes los hijos vivos, Sucre.
Todos aman llenos de felicidad,
tu nombre que es de hierro,
de acero templado,
del cobre del cuerpo
de las montañas americanas.
Te forjan monumentos espirituales,
joyel de luz,
con el cristal del universo.
X
Muy cerca de nosotros apareces, Mariscal.
La Historia te devuelve de visita.
El viento te trae esta mañana
convertido en un gran aliento
de esperanza.
Te tropezamos en un momento cualquiera,
en este parque, debajo de este árbol.
Por estas calles caminan tus pasos,
desde las casas te saludan,
desde las ventanas te arrojan flores,
ríen de felicidad los pobladores
a tu paso.
XI
Desde Berruecos renace tu gloria
que se deposita como germen de aliento
en los fértiles suelos del nuevo Continente.
Los Padres de la Patria jamás mueren.
Sus grandes cenizas están vivas.
Son los vientos que penetran las ventanas,
los claros olores despedidos por las flores,
los cantos de los pájaros silvestres,
las palabras de los niños en las aulas.
La Historia como Padre vivo, Mariscal,
te saca del granero del tiempo.
Como semilla te devuelve germinado
para que tu gloria nos cobije
en cada acto de libertad,
en cada decisión de la justicia.
Trujillo. 2025
Elegía a Antonio José de Sucre
Autor: Alí Medina Machado
1ª. edición electrónica
Registro Legal:
ISBN:
Imagen de Portada:
Diseño de Portada: Eva S. Medina M.
Ediciones AMeMa- Trujillo
República Bolivariana de Venezuela
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