Elecciones venezolanas y promesas ilusorias

 <La ética, si ella existe, es sobrenatural, mientras que nuestras palabras sólo expresan hechos, como una taza de té que no contendrá de agua, sino el valor de esa taza, aun cuando yo utilicé un litro de agua. Digo, entonces, que en la medida en que se trata de hechos y de proposiciones, ello tiene un valor relativo…> L. Wittgenstein. Lecciones y conversaciones de sobre ética, la psicología y la creencia religiosa. 1992: 147.

Entrando el decenio de 1980 en la Venezuela petrolera se inició la decadencia de los partidos políticos protagonistas de la lucha contra las dictaduras y también emerge la consolidación de grupos de presión antidemocráticos tanto en el ejército como en élites económicas con influencia en los medios de comunicación. Partiendo del hecho de que en una democracia se deben resolver los conflictos a los fines de una ética del bien común, puede decirse que en esa época surgen nuevos desafíos sociales con la noción de democracia representativa, base teórica de la Constitución de 1961. De manera amplia se observan los siguientes: 1-Generar confianza en los gobernados.2-Educar a la gente en la importancia del voto libre y no tutelado, ni por grupos de presión (económicos, religiosos, comunicacionales), ni por el aparato represivo de Estado como tampoco influenciado bajo el intercambio cínico-perverso de voto por miseria. 3-Preparar la práctica socio-cultural para profundizar el debate democrático y argumentado y no con chismes oportunos salidos de salas de propaganda negra, como se conoce en los discursos policiales. 4-Educar a la gente en el mérito desde los salones escolares como también en las virtudes del esfuerzo propio y del trabajo. Vale decir aumentar la autonomía del estudiante y el culto por el saber. 5-Cultivar en la gente el respeto a normativas elementales de convivencia, tolerancia y apego a los derechos junto a los deberes de ciudadanía responsable. Luego llegamos a 1999 y las leyendas urbanas reinauguraron la idea de cambio porque parte de esos desafíos no eran abordados y se ubicó la causa en la necesidad de un cambio constitucional vía proceso constituyente, porque allí residía el poder del pueblo y la responsabilidad estaba en la noción de democracia representativa y el Congreso vigente no representaba sino a las élites políticas y otras parecidas. Se dijo que los secretarios generales de los partidos eran casi zares de la política. Allí estuvo la excusa básica para los golpes contra lo establecido y luego la impunidad vino por añadidura con indultos y política suave para mantenerse en el poder en la persona del presidente Caldera. Vinieron luego elecciones a la carta en forma de ritual y prometiendo no importa qué cosa, pero los desafíos seguían allí. El resultado es que la democracia participativa y protagónica como concepto pensado superior a la noción de representación creó nuevos desafíos y los resultados de miseria, dolor, miedo, incertidumbre, crisis de medicinas, hambre, desempleo, alto costo del dinero, entre otras señales, son la constancia de esa afirmación. Entrando al siglo XXI los síntomas de esta Venezuela que usted y yo sentimos está infestada como cualquier cuerpo enfermo de virus mortales, pero en lo social. Es decir que su cuerpo está grave y las terapias aplicadas no dan resultados visibles. Parte de esos virus vienen en frascos nada esterilizados de las políticas públicas vigentes, parte de los llamados enchufados, parte de los corruptores con el dinero mío y suyo, parte con los que la gente por comodidad denomina pranes de la política, parte por los que como vampiros nos asaltan cada vez que necesitamos un producto necesario a nuestra existencia: el bachaco, personaje con nombre de insecto voraz vinculado a la banca, a las asociaciones comerciales, a los sindicatos y a los grupos de presión del aparato represivo de Estado. ¿Y el ciudadano? Respondo: vaciado de contenido regulador, con temor y sin saber qué vendrá luego del ritual electoral del 20. Saque sus conclusiones.

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@CamyZatopec

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