Luis A. Villarreal P.
Son muchas las opiniones vertidas sobre la conveniencia o utilidad de otro proceso eleccionario. Han habido tantas elecciones como nunca antes en más de dos decenios, y a la luz del día —con la consciencia por delante— nadie puede decir que esa elegidera —esa electoralitis al decir del doctor Álvarez Paz— haya traído soluciones verdaderas a la grave crisis que tanto perjudica a todos los venezolanos —incluídos: enchufados pobres, empresarios a la sombra, fanáticos chavistas, emigrantes y sus remesados— y que tanto contradice a la democracia; ‘al gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo’.
Al contrario, con esa incontinencia electoral se ha venido demostrando lo contraproducente de la misma, porque realmente ha empeorado y desacreditado la institución del voto. Eso se ha discernido mucho, pero hay que recordarlo ante tanta amnesia y anomia colectiva.
Razones muy valederas han advertido de lo improcedente e inutilidad de más elecciones, por la decepcionante, dolorosa e impotente realidad, en la que ha prevalecido el ventajismo, la parcialidad, el abuso y desconocimiento del CNE en la realización de los procesos electorales y sus resultados. Hemos visto, que quienes reiteradamente han ‘aceptado’ ir a elecciones ‘aún bajo inseguras condiciones’ luego han despotricado de ellas acusándolas de fraude y no reconociendo a los ‘victoriosos’ de siempre. En el ‘mejor’ de los casos, cuando opositores ganan los comicios, les niegan sus resultados, se les sabotea su ejercicio, y se les restringen los recursos presupuestarios.
También se han explicado paciente y comprensivamente las razones, por las que «a pesar de todo» se siguen tolerando algunas elecciones a sabiendas de que son «más de lo mismo», por tan solo contar con la esperanza de que subrepticiamente ‘algo’ pudiera suceder. ‘Conscientes’ de dar pelea aunque sea para asimilar derrotas y dejar constancia de ‘haberlo intentado tan siquiera’. Allí están ‘in memoriam’ los resultados que son fehaciente demostración:
La AN electa contundentemente en 2015 —aún reconocida internacionalmente— no pudo ejercer; sus actos fueron nulos por supuesto ‘desacato’. También aspirantes a gobernadores y a diputados, entre otros, a plena luz les negaron sus respectivos triunfos. Igual, podemos preguntarnos, sin que parezca capcioso: ¿En qué medida han contribuido con la posible solución a la perversa crisis, los gobernadores o alcaldes ‘opositores’ que ejercen desde años sus cargos?, ¿cuál ha sido su aporte real en sus respectivas jurisdicciones y hacia el país en general, para evitar el desgobierno, la infuncionalidad de servicios y derechos, la debacle económica, el hambre y demás penurias y necesidades?
La apetencia por los cambures de las próximas e incongruentes elecciones estadales y municipales tiene dividida la oposición electoralista, lo que al oficialismo llena de mucha satisfacción.
La Unión Europea (UE) tendrá una comisión de observación el 21N, pero asegura que sus demandas al régimen venezolano para superar la ‘crisis política’ que vive el país “no han cambiado».
Aquí y en otros países partidos democráticos advierten de que no están dadas las condiciones electorales. Guaidó mismo —arrastrado por la corriente donde no puede maniobrar rumbo al despeñadero— hace un llamado al país ‘para luchar por mejores garantías en la próxima elección’ ¿?, sin insistir en que la ‘mega elección’ debe incluir presidenciales.
El retraso de la plantilla oficialista a la tercera ronda según su jefe Rodríguez se debió al ‘impasse’ con el Reino de Noruega —mediador— al denunciar la primer ministro de ese país Erna Solberg, en la ONU, las graves violaciones de los derechos humanos en Venezuela, lo que según él representa falta de neutralidad en el diálogo ¿?
Los partidos o líderes que no quieren diálogo ni elecciones incompletas, deben decir entonces qué hacer de manera efectiva y viable.
Se espera información de los acuerdos del diálogo; sobre elecciones 21N, y las presidenciales. Estamos en ascuas.