La campaña electoral para el 21N en marcha, y el CNE atendiendo los detalles relativos al control de las vías de información masiva —principalmente de las redes sociales— y de la logística de seguridad a implementarse para hacer ver lo mejor posible este ‘evento’ electoral, que tiene un ‘fin superior’: mostrar al mundo que aquí en la Venezuela depauperada y políticamente trágica se practica —’pese a todo’— »cívicamente» la democracia.
No será como en los viejos tiempos cuando la democracia en flor dejaba ver sus pétalos a los ciudadanos electores para que eligieran a quienes ejercerían cargos en las respectivas jurisdicciones y trabajarían por el bienestar y progreso de los habitantes, y de la verdadera soberanía de Venezuela. Todo, en el entendido de que el voto tenía un valor, que se depositaba en manos confiables, que sería respetado.
Lo recién dicho, hace tiempo no ocurre. Las últimas y repetidas elecciones —incluidos los referéndum: fallidos revocatorios y consultivo— se han efectuado para intentar salvarnos, sin éxito, de males peores, desde que la Asamblea Nacional Constituyente habilitó la «mejor y más grandiosa constitución», «envidia del mundo entero» como ya han dejado de enaltecerla sus sastres y letrados proponentes.
Y es que esa ‘maravilla’ de constitución «bolivariana» ni siquiera logró que sus abanderados pudieran respetarla. Al corto tiempo terminaron modificándola porque no podían cumplirla. De su manoseo surgió el desquicio: la aberración antidemocrática de la reelección indefinida.
Para estas elecciones del 21N, solo al fijarnos en el tarjetón que espera a quienes se les ocurra de por sí, o por presión, movidos por interés obtuso y personal, nos damos cuenta del estado de distorsión —donde se ven partidos intervenidos pro-régimen, los alacranes con su chiripero— que caracteriza el proceso que según el G4 solo servirá para hacer «política». O sea, para intentar alcanzar los cambures que necesita el partido y sus clientes que los siguen, mientras el interés nacional queda en ‘tercer’ plano. Ese tarjetón lo dice todo: mezcolanzas de arroz con mango y tusas fritas.
Insisto: ¿qué se ha logrado con la nueva y «perfecta» constitución, y qué con haber ido a tantas elecciones? ¿De qué ha servido ganar la AN, consejos legislativos, concejos municipales, gobernaciones y alcaldías? ¿Es que acaso no ha empeorado todo?; ¿Se siguen o no yendo de Venezuela?, muchos por extrema necesidad, otros por «deporte», dándole espalda a la patria, y de postre en beneficio del régimen, y de los comerciantes que aquí hacen su agosto con la crisis recibiendo pesos y soles, euros y dólares, provenientes de las remesas, y especulando con la hiperinflación.
70 mil candidatos se medirán este 21N para las 23 gobernaciones y 335 alcaldías. 3.082 del partido PSUV y el resto, 66.918, de oposición, lo que explica la pulverización opositora de los que quieren ir al sacrificio por supuestos ‘beneficios’. Esto nos refleja ya, sin ser expertos, los resultados a favor del oficialismo, y también una pronta y modesta proyección estadística de un 47 a 70% de abstención, de los algo más veintiún millones del ‘registro electoral, en el que no se sabe si están incluidos unos 5 millones de la diáspora.
Ganar elecciones para la oposición es convertir en elefantes blancos los tales «espacios» tan mentados, cuya principal función es legitimar el sistema democrático secuestrado; y por supuesto, con el «empoderamiento oficial» —y el manejo de los recursos financieros de los entes ganados— mitigar los cuadros burocráticos y partidistas, quedando el resto de venezolanos como la guayabera, por fuera de todo. Lo que implica una nueva estratificación social: el de los privilegiados o enchufados del régimen o de la oposición «gobernante», que son unos cuantos miles, y de quienes viven el tortuoso calvario de la miseria que son millones y millones.
La UE ya casi tiene desplegado su trabajo de observación y ‘veeduría’, unos 100 serán los encargados —con los linderos puestos por el CNE— de decir si sí o si no fue una elección proporcionada o bien realizada.
María Corina Machado denuncia firmemente la postura de Borrell: «No es la primera vez. Ha habido múltiples posiciones de Borrell que claramente buscan darle legitimidad y estabilidad a la tiranía de Maduro«.
También agregó: «… Recogimos firmas y las enviamos a la oficina del señor Borrell solicitando que se hicieran públicas las conclusiones del informe de la misión exploratoria realizada en Venezuela». Igual, parlamentarios europeos le exigen a Borrell el informe que no aparece.
María Corina, finalmente, aunque no lo había hecho, señaló que para liberar a Venezuela «es necesaria una gran coalición». Como descubriendo el agua tibia. Por supuesto, es lo que se le ha reclamado —por mucho tiempo— interna e internacionalmente a toda la Oposición.