Me niego a creer que no hemos aprendido nada en esta película inacabable en la que se ha convertido este casi cuarto de siglo del peor gobierno de la historia contemporánea del país, a juzgar por indicadores objetivos como el agotamiento de las reservas internacionales pese a la bonanza petrolera más grande de la historia, la destrucción del bolívar como moneda y al éxodo de 8 millones de venezolanos que han huido buscando un futuro mejor.
Que el deterioro progresivo de la infraestructura toda no signifique nada. Que la vida productiva de una o dos generaciones enteras de trabajadores públicos haya sido tirada a la basura con jubilaciones y pensiones que no alcanzan ni para comer un día no signifique nada. Que los hospitales públicos sin dotación y los pocos médicos que nos quedan pidiendo en su día que esto sea atendido con urgencia no signifique nada. Que los miles de venezolanos que prefieren arriesgar su vida en trayectos infernales para buscar oportunidades no signifiquen nada.
Me niego a creer que una vez más busquemos un mesías y pongamos al candidato por encima de Venezuela. Me niego a creer que el descontento, las tragedias personales y colectivas, las tristezas, las miserias que hemos vivido, que ese tremendo rechazo que evidencian todas las encuestas, no se traduzcan en un deseo genuino de cambio político, en la voluntad electoral para comenzar la transformación del país.
Cuando el optimismo se vuelve espejismo e impide aceptar la realidad, aunque ésta esté llena de opacidad y malos o nulos procesos o bañada de ilegalidad, caminamos hacia un precipicio. Es que en este país no basta con tener la razón ni las leyes a favor porque aquí el sistema judicial es un desconcertante laberinto kafkiano que aparentemente solo responde a factores económicos o de poder político en muchas de sus decisiones mientras deja en estado de indefensión al resto de la población.
Seguir apelando a la conciencia del que gobierna cada día más alejado de los reclamos y las necesidades del pueblo es seguir esperando lo imposible, por eso es fundamental en este escenario tener los pies en la tierra y entender que las fuerzas enfrentadas se parecen más a David versus Goliat que a la igualdad que queremos y merecemos, sin importar negociaciones, pactos ni mediación internacional.
Esta realidad pone a la dirigencia opositora —y sobre todo a su principal líder— en una encrucijada, y esperamos que la sabiduría y la coherencia les ayuden a decidir lo que es mejor para la mayoría, con base en las condiciones que existen. Más nos vale aprender la lección que hace tiempo nos dejó Albert Einstein «locura es hacer lo mismo una vez tras otra y esperar resultados diferentes» porque aquí no hay espacio para el error, Venezuela no está para más equivocaciones. No podemos fallar una vez más cuando sabemos que las carencias y obstáculos que hoy vivimos significan mucho para nosotros y las futuras generaciones.
La dirección de los destinos del país está secuestrada y estamos en una operación de rescate, no estamos en un cuento de hadas sino en una película de terror, por lo que es imperativo recordar las lecciones que ya vivimos. Necesitamos madurez política y ciudadana, también claridad y estrategia a partir de posibilidades reales y no en fantasías, y ¡ojo! esto no significa que no merezcamos la mejor oportunidad, pero requerimos al menos una oportunidad concreta, una que nos permita unirnos como ciudadanos para que el objetivo que es rescatar el país no sea fallido porque hemos decidido por un protagonista y no por la transformación.
Las circunstancias extraordinarias requieren medidas que se equiparen y esperamos que los actores llamados a tomar las decisiones tengan en cuenta que esta película podría estar en su final y que de ellos depende que se alcance su desenlace o se alargue la trama. Las tácticas pueden y seguramente van a variar, pero siempre con cabeza fría y estrategia, sin subestimar al régimen que una y otra vez nos ha llevado justo al lugar y al terreno donde han querido.
Y es que el único «final feliz» posible en esta película tiene que llevarnos a los cambios positivos y necesarios en Venezuela que pasan inexcusablemente por el cambio político.
atiempomec@gmail.com