Confieso que pasan los días y cada vez comprendo menos la estrategia de los que defienden que no hay que ir a votar. Sobre todo porque yo no veo que el llamado a no votar esté entusiasmando y movilizando a la población. ¿Qué nos proponen los que nos piden que no votemos? ¿Que nos quedemos en la casa a esperar que Tibisay Lucena, con su sonrisa forzada y falsa, anuncie el triunfo de Maduro? Y entonces, ¿qué hacemos? ¿Lamentarnos una vez más de que no supimos traducir el descontento de las mayorías y su dolor y hambre en una propuesta para salir de este gobierno? ¿Salir a gritar que no lo reconocemos? ¿No se intentó algo parecido con lo del abandono de cargo o con los reiterados anuncios de que es colombiano?
Pareciera que toda la estrategia se centra en lograr que cada vez más países reconozcan que no hay condiciones objetivas para ir a votar y en restricciones económicas que más que acorralar a Maduro y a los suyos, le dan una excusa para culpar a dichas medidas de la creciente escasez, hambre y miseria. ¿Acaso esperan que haya una explosión social que sólo empeoraría los problemas y alimentaría el odio? Además, ¿qué nos garantiza que el desconocimiento de las elecciones sirva para salir de este gobierno? ¿Acaso sirvió de algo el desconocimiento de la Asamblea Constituyente o el nombramiento por la Asamblea de un nuevo Tribunal Supremo de Justicia?
Donde yo me muevo, por lo general en zonas populares, la inmensa mayoría de las personas quieren salir de Maduro (cada vez me cuesta más encontrar a alguien que lo defienda), pero están desconcertados sobre si ir a votar o no votar. Y el desconcierto se traduce en pesimismo, resignación o en bravura que nadie orienta. Por eso dicen que no creen ni en el gobierno ni en los líderes de la oposición. Cuando les pregunto por Falcón, algunos dicen que sí van a votar, la mayoría dice que no sabe, y otros han aceptado la idea que sembraron algunos radicales y dicen que Falcón está comprado por Maduro y va a resultar una nueva versión de Arias Cárdenas, pues nunca ha dejado de ser chavista. Pero ¿por qué no opinaban así cuando fue el jefe de campaña de Capriles?
Para mí, el pasado chavista de Falcón es un argumento a su favor. ¿Cuántos de nosotros no escuchamos con buena voluntad y esperanza el clamor redentor de Chávez y sus propuestas de inclusión, anticorrupción y opción por los más vulnerables? El hecho de que se separó del chavismo cuando comprendió que detrás de la retórica populista se ocultaba la corrupción, las ambiciones enfermizas, la incompetencia y las ansias desenfrenadas de poder, es para mí otro punto a favor de Falcón. ¿Quién de los que lo lapidan hoy está tan limpio de pecado como para tirar piedras contra él?.
Por otra parte, yo considero a Falcón una persona noble, honesta, cercano al pueblo y sus problemas, muy bien formado, con varios postgrados y sobre todo con una gran obra práctica en sus repetidos gobiernos como alcalde y como gobernador de Lara. Creo además que Falcón puede ser un buen gobernante de transición, que ponga los cimientos a la recuperación de Venezuela pues muchos chavistas estarían dispuestos a acompañarle, cosa que no harían con otros candidatos de la oposición.