Luis Cárdenas.- La Cuarentena por la pandemia nos sirve a muchos para tomar una pausa que esperamos sea corta, pero que sirve también para reflexionar, valorar y mejorar como seres humanos. No hay excepción en la regla, ni siquiera para los deportistas que muchas veces se sienten inmortales, o quizás son sus entornos, y hasta nosotros los medios los que los hacemos sentir así y se les terminan creando mal.
El Vigía siempre ha sido tierra de campeones, y no solo es de boca, sino de hechos, un Edwin Valero (+) que ya pocos recuerdan y que le dio dos títulos en boxeo, un Yoel Finol medalla de plata en unos Juegos Olímpicos, un José “Bolivita” Uzcategui que también fue campeón del mundo o un Adalberto Peñaranda, que a su corta edad se fue a Europa a seguir con su carrera futbolística y que pintaba para llegar muy lejos, pero que se frenó de la misma manera en que dejaba “parados” a sus rivales.
Precisamente los dos últimos deportistas, quienes han tenido en sus espaldas grandes responsabilidades de ser embajadores no solo de la ciudad y del estado, sino del país mismo, pero que por razones desconocidas no han podido brillar con la misma luz en los últimos años, sin embargo, aún tienen tiempo de buscar en sus mentes las fallas deportivas o extra deportivas que les tienen “aislados” de los lugares que por calidad están destinados para ellos.
Uzcátegui llegó a un punto cumbre a los 27 años, cuando derrotó por nocaut al norteamericano Andre Dirrell, para colgarse el cinturón de la Federación Internacional de Boxeo (FIB) en la categoría súper mediano. Un premio a siete años de esfuerzo, a estar lejos de su familia, viviendo entre Tijuana y San Diego, padeciendo algunas vicisitudes que como todos en la vida tienen que pasar cuando están en otra tierra que no es la suya, pero que con sus puños logró ganarse el respeto y el derecho a ser considerado un hijo ilustre de esa tierra mexicana.
Pero algo pasó, algo cambió, y desde aquella gloriosa conquista y su venida triunfal a El Vigía, su carrera se estancó, el título lo perdió en su primera defensa oficial (ante el también norteamericano Caleb Plant el 13 de enero del 2019) y con esto el rumbo. Desde aquella noche mágica e histórica para él del 3 de marzo del 2018, solo ha podido realizar tres combates y en los últimos dos el resultado fue el mismo, la derrota. Aún sin saber cuando será su regreso, que se esperaba que fuera pronto en este año (no pelea desde el 28 de diciembre del año pasado, cuando perdió contra Lionell Thompson), la cuarentena ha alargado su expectante regreso, ansioso de volver a escuchar victorioso su nombre y no sufrir una derrota que puede colocarle al borde del abismo, con la mente en el retiro tan temprano.
Algo similar ocurre con Adalberto Peñaranda Maestre, un chamo que despuntó muy temprano y que su fulgurante carrera se ha pasmado en los últimos tres años, como si no pudiese levantarse anímicamente y mentalmente desde que fallara el penal en la final del Mundial Sub 20 ante Inglaterra, donde la histórica selección Vinotinto se quedó con el subcampeonato. Ese día salió con una lesión en el quinto metatarsiano y desde entonces las molestias físicas, el problema de visado que tuvo en Inglaterra y su falta de ritmo le ha llevado al banquillo a lo largo de ese tiempo, poniendo en peligro su continuidad como una estrella y que pase a ser uno más del montón.
Calidad tiene de sobra para brillar, para seguir dejando pinceladas de buen fútbol y que con ello no solo regrese al fútbol a un nivel superlativo y en una liga competitiva, sino que además tenga de nuevo abierta las puertas de la selección Vinotinto absoluta en su camino a la Copa América que se disputará ahora en el 2021 y las eliminatorias mundialistas camino a Catar. Por lo pronto el nuevo seleccionador nacional, José Peseiro lo tiene entre los preseleccionados, pero permanecer ahí ya dependerá de él, de la actitud y aptitud que tenga para volver a ser el de antes. O que se acerque.
La reflexión debe ser para todos, los que están consolidados deben buscar la forma de mantenerse en lo más alto, como es el caso de Yoel Finol, quien ha tenido su más y menos, pero que está en la lista de boxeadores venezolanos que buscarán ganarse el derecho a los Juegos Olímpicos cuando se pueda realizar las eliminatorias del continente americano. O un Andrés Chaparro Romero, que este año se ha ganado un ascenso dentro de la organización de los Yankees de Nueva York y se encontraba participando en el Spring Training, donde tuvo la oportunidad de debutar con los grandeligas.