El señor Livio Coronado pasó a la historia como uno de los personajes que dejó más anécdotas de aquel Trujillo de antier… Livio, era un joven de familia adinerada, nació en cuna de oro, su padre Napoleón a fuerza de trabajo se convirtió en uno de los hombres más adinerados de la ciudad capital.
En el momento en que Livio se tomaba las cervecitas, se transformaba, le daba por imprimirle a su vehículo la más alta velocidad, la Inspectoría de Tránsito para evitar un accidente le retenía el carro, a las pocas horas, Livio aparecía frente a la sede de la Inspectoría montado en un brioso caballo gritando a los cuatro vientos: “ahora vengan y me quitan el caballo que la pea es la misma”.
En los bares de Trujillo, causaba más que admiración, y en algunos, mucha envidia. En aquellos tiempos en que el bolívar se cotizaba a 4,30 dólares, y una cerveza costaba un bolívar, se daba el lujo de prender un cigarro con un billete de 100. En una oportunidad el Diario 2001 reseñó, como gran noticia, que en la avenida “Laudelino Mejías” de la ciudad de Trujillo aparecieron centenares de billetes de 5 y 10 bolívares, y se señala a un señor de nombre Livio, quien recorría las calles de Trujillo con una enorme borrachera lanzando billetes a “Raimundo y todo el mundo”.
En diciembre, la muchachada gozaba a lo grande, en el momento en que Livio abordaba el camión “El toro larense” de Eliseo Mendoza, se daba a la tarea de lanzar a los muchachos juguetes costosos, así como fuertes y monedas de oro; todos enloquecían por tener en sus manos una de esas valiosas monedas.
Después de una parranda de tres días con Laudelino, Carreño y Pedro Torres, detuvo el coche una tarde frente al negocio del comerciante Ramón Pineda en la ciudad de Valera, le solicita, sin bajarse del carro, un litro de colonia “María Fátima” (Jean Marie Francesa), y un par de medias nuevas, se lavó los pies con la costosa colonia, se pone las medias, y continúa la parranda en la calle Vargas, donde las prostitutas se asombraban al ver a Livio, encender los cigarrillos con billetes de cien bolívares.
El barrendero Santiago Hinojosa
A partir del año 1934, un solo hombre barría las calles de nuestra ciudad, el señor Hinojosa, devengaba un sueldo mensual de 40 bolívares. Las calles quedaban limpiecitas, la basura era transportada en una larga carreta tirada por un caballo y arrojada al final de la calle 10, lo que conocemos como la quebrada de Escuque.
En 1937, el Ejecutivo del estado Trujillo donó una camioneta para el traslado de la basura para ayudar a mantener en mejores condiciones de limpieza la comarca valerana. Hasta el sol de hoy, este ha sido el dolor de cabeza de los valeranos; la bendita basura que en oportunidades se acumula en algunos sectores de la ciudad.
Fuente: Cronista Luis González. Anales de Valera.