EL TRAJE NUEVO DEL EMPERADOR | Por: Ernesto Rodríguez

 

El escritor danés Hans Christian Andersen (1805-1875) fue poeta, novelista, dramaturgo y sobre todo es conocido como autor de cuentos para niños. Uno de sus cuentos más famosos es: ‘El Nuevo Traje del Emperador’ (1837) y aunque supuestamente está dirigido a la lectura de niños, en realidad toca aspectos muy profundos de la psicología del humano adulto.

Primero haremos una referencia a la trama del cuento. Hace muchos años vivía un emperador que se gastaba todo su dinero en adquirir trajes nuevos y siempre quería vestir muy bien. Un día llegaron a la ciudad dos estafadores y dijeron por todas partes que eran sastres y que podían fabricar el más exquisito traje jamás imaginado. Decían que los colores y el diseño de ese traje no sólo eran excepcionalmente bellos, sino que el material era de tal tipo, que el traje era invisible para cualquier persona que fuera inepta para el desempeño de su cargo o que fuera irremediablemente estúpida.

El emperador pensó que debía ser un traje maravilloso y que si se vestía con él, entonces podría detectar cuáles de sus funcionarios eran ineptos o estúpidos. En consecuencia contrató a los dos supuestos sastres y les adelantó una gruesa suma de dinero. Los embaucadores exigieron la más fina seda y la tela de oro más costosa, y aparentaron que se ponían a trabajar intensamente en dos telares hasta muy tarde en la noche.

El emperador pensó: ‘yo quisiera saber cómo va la elaboración del traje’, pero le entró algo de temor cuando recordó que las personas ineptas para su cargo no podían ver el traje, porque aunque se consideraba a sí mismo capaz de ser emperador, a veces le asaltaban dudas, y por si acaso prefirió enviar primero a un funcionario para ver cómo iba la elaboración. Al mismo tiempo, todos los pobladores de la ciudad estaban enterados de la maravillosa cualidad del traje y estaban ansiosos por ver cuáles vecinos eran estúpidos (incapaces de verlo).

El emperador mandó al ministro de más edad, a quien consideraba muy inteligente y capaz para su cargo. El anciano ministro fue a la sala de los tejedores y vio que los dos telares estaban vacíos, pero se abstuvo de expresar que no veía absolutamente nada. Los sastres señalaron a los telares y le preguntaron al anciano ministro qué le parecía el excelente diseño y colores del extraordinario traje que estaban fabricando. El anciano ministro se esforzó mucho por ver  pero no veía nada, y con gran temor pensó: “¿Será que soy estúpido o inepto para mi cargo?”. Entonces los sastres le preguntaron: “¿No tiene usted nada que decir?” mientras aparentaban que seguían trabajando intensamente en la fabricación del traje. El ministro finalmente respondió: “Oh, es realmente precioso, extraordinariamente hermoso. Yo le contaré al emperador lo mucho que me gusta este traje”.  Los sastres le dieron una larga explicación sobre el fino tipo de diseño del traje y pidieron más dinero, seda y tela de oro. Los sastres escondieron todo lo recibido y no llevaron ni un solo hilo a los dos telares, pero aparentaron que seguían trabajando con gran ahínco en los telares que en realidad estaban vacíos.

Poco después, el emperador envió a otro experimentado cortesano para ver si el traje ya estaba casi finalizado, y ocurrió lo mismo: no vio nada pero no se atrevió a decirlo y expresó grandes elogios.  Todos en la ciudad hablaban sobre el precioso traje que se estaba fabricando y por fin el emperador se decidió a ver el traje mientras todavía estaba en los telares.  Fue acompañado de varios cortesanos incluyendo los dos que ya habían visitado los telares. Los dos sastres aparentaban que estaban trabajando más que nunca, pero en realidad no usaban ni una hebra en los dos telares. Entonces los dos cortesanos que ya habían estado antes en los telares, preguntaron a los demás: “¿No es un traje magnífico?….Su majestad puede admirar los colores y el diseño del traje”,  mientras señalaban los dos telares vacíos. El emperador pensó con horror: “¿Qué es esto?…No veo nada….¿Será que soy estúpido o inepto para mi cargo?”. Entonces el emperador dijo a los sastres: “Realmente el traje tiene mi mayor aprobación” y se inclinó ante los dos telares aparentando que estaba admirando el traje. Todos sus acompañantes miraban y miraban sin ver nada, pero empezaron a expresar los más grandes elogios del traje, y le sugirieron al emperador que lo estrenara el día del gran desfile que se iba a dar próximamente.

Por fin los sastres informaron que el traje estaba listo y le aseguraron al emperador que era tan extraordinariamente liviano que ni se sentía al tenerlo puesto. Los sastres le pidieron al emperador que se quitara su ropa y aparentaron frente a un espejo que le ponían con gran esfuerzo el nuevo traje fabricado. Todos los presentes hicieron grandes elogios: “¡Qué bien le queda!….¡Qué hermoso diseño y qué bellos colores!”.

El maestro de ceremonias anunció que el desfile estaba por comenzar y entonces los pajes aparentaron que cogían con sus manos las colas del traje y las levantaban porque ninguno se atrevía a decir que no levantaba nada ni veía ningún traje.

Cuando el emperador desfilaba en la procesión todos los pobladores de la ciudad manifestaban a gritos su gran admiración por el traje porque nadie se atrevía a reconocer que no veía absolutamente nada, lo cual implicaría quedar como un estúpido en la ciudad.

De repente un niño pequeño dijo: “Pero el emperador no tiene nada puesto encima”, y se empezó a divulgar lo que había dicho el niño hasta que todo el mundo se puso a vociferar: “¡El emperador no lleva puesto ningún traje!”. Esas expresiones impactaron mucho al emperador, porque le pareció que la multitud tenía toda la razón, pero pensó: “Ahora yo debo seguir hasta el final”. Y la procesión siguió y los pajes continuaron desfilando aparentando que seguían llevando las colas del nuevo traje con la mayor dignidad y solemnidad.

El cuento tiene muchas facetas psicológicas dignas de analizar. En primer lugar evidencia la tremenda potencialidad de credulidad del ser humano adulto aunque lo que le presenten sea lo más increíble, absurdo o inimaginable. En segundo lugar, el cuento evidencia la enorme capacidad de manipulación que pueden tener ciertos individuos embaucadores sobre las poblaciones ignorantes o carentes de personalidad. En tercer lugar, el cuento tiene que ver con aspectos atinentes a la capacidad que tienen las personas para pensar de una manera ‘borreguil’, es decir, típica de los borregos: “Si otras personas dicen que las cosas son de tal manera, entonces hay que plegarse y decir lo mismo”. En cuarto lugar, el cuento tiene que ver con la capacidad que tienen las personas adultas para “auto-convencerse” o “auto-engañarse” ante una serie de cosas que le ocurran.  Es decir, es sumamente frecuente que las personas ‘vean las cosas’, pero al mismo tiempo se nieguen a verlas como son en la cruda realidad, porque tienen intereses personales en ver esas cosas de manera distorsionada o simplemente en no verlas de ningún modo…..¿Cuántas veces sucede que un gobierno y sus seguidores fanáticos hablan de obras que nadie ve por ninguna parte, mientras los gobernantes aparentan que trabajan afanosamente?….¿Cuántas veces ocurre que una persona comienza a ver que otra persona la está engañando pero se niega a verlo hasta que ya es  demasiado tarde?.  NOTA: El cuento lo he tomado de Pags. 438-441 en ‘The Complete Hans Christian Andersen Fairy Tales’. Edited by Lily Owens. Illustrated. Gramercy Books (1984). New York.

 ernestorodri49@gmail.com

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