El terminal de las despedidas

En la tarde, cuando ya se acerca el ocaso y la penumbra gris invade los sucios andenes, las lágrimas invaden los rostros de los que se van y de los que se quedan. Sólo los funcionarios, hurgando en las maletas de las urgencias, revolviendo las pocas pertenencias escogidas por las estrecheces del equipaje y lo largo de los caminos, tratan de encontrar algún producto metido allí para el avío o para el modesto obsequio para el que por allá en tierras extrañas pudiera abrir alguna puerta a la esperanza. También el funcionario tiene que llevar algo a su casa. La triste despedida desde el terminal de pasajeros de Valera, es un testimonio del país que ahuyenta a sus hijos.

El entorno no puede ser peor para la dura separación de los seres queridos. Los que se van aventurándose a un viaje lleno de incertidumbre llevan la ilusión de una vida mejor, los que nos quedamos en medio del basural, los zamuros, la inseguridad, la porquería del estacionamiento, la oscuridad y la especulación, mantenemos la fe en un cambio que nos lleve a un país normal.

El terminal de Valera es apenas una evidencia de la ciudad fracasada en un país en ruinas. El testimonio de una tragedia descomunal y el lugar donde se condensan en llanto, tristeza y rabia, las emociones de sentir en el fondo del alma el desgarramiento de una realidad que no debió nunca haber sucedido.

Ya muchos han dicho de mil maneras las causas de este desastre, en particular la Conferencia Episcopal Venezolana. Pero aquí en este sitio se siente que más allá de ideologías estúpidas y de la delincuencia convertida en poder, toca a la indolencia un papel muy importante, pues aquí en Valera hace muchos años que campea la mediocridad. Quizá es lo que explica que pareciera ser Trujillo el estado que más alimenta las cifras de la emigración, si a su tamaño demográfico nos referimos.

El terminal de las despedidas que es también el terminal de la desidia, donde se llora por amor, es también el testigo de largos años del desamor por Valera y por el estado Trujillo. Es el marco de la cruel despedida de muchos seres queridos.

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