El silencio del mundo | Por: Carolina Jaimes Branger

El retorno a casa de Ariel y Kfir Bibas fue en ataúdes. De su madre, Shiri, una mujer de apenas 32 años, no se sabe nada. Los forenses demostraron que el cuerpo que enviaron como el de ella, es de una desconocida. La autopsia también arrojó que Ariel, de 5 años y Kfir, un bebé de un año y medio, fueron brutalmente asesinados. A los terroristas de Hamas no les bastó con tenerlos de rehenes por más de 500 días -no quiero ni pensar lo que les hicieron durante el cautiverio- también tuvieron que matarlos. Encima, Hamás hizo desfilar los ataúdes y aprovechó para mostrar su aparato de propaganda durante la entrega. Uno de sus militantes se paró junto a los ataúdes envueltos en banderas israelíes, enseñando un cartel que decía: «El regreso de la guerra = El regreso de sus prisioneros en ataúdes», según informó Reuters.

No hay dudas de que el mundo contemporáneo es un escenario complejo donde las injusticias y los conflictos se desarrollan de maneras que a suscitan reacciones diametralmente desiguales entre diferentes comunidades y situaciones. Por eso quiero llamar la atención sobre estos casos de israelíes y palestinos, en los que se encuentran notables diferencias en las inexistentes, o en el mejor caso, tibias respuestas del público (y de las instituciones) a las atrocidades cometidas contra los judíos, frente a las protestas eruptivas en contra de las acciones del ejército israelí en Gaza, incluido el conflicto contra grupos como Hamas. Para quienes tienen memorias cortas, debo recordarles que el último conflicto, el del 7/10/23, lo comenzaron los terroristas de Hamas. Los judíos lo que hicieron fue defenderse. ¡Y vaya que lo hicieron, con toda la razón!

Los medios de comunicación juegan un papel crucial en la formación de la opinión pública, y dentro de ellos incluyo las redes sociales, que es donde la mayoría de las personas “se entera” hoy de las noticias. La forma en que se enmarcan los conflictos y las atrocidades influye significativamente en la manera en que son percibidos por el público. En el caso de los palestinos, la cobertura mediática se ha centrado en la narrativa de resistencia y sufrimiento frente a la “ocupación israelí” (¿y es que acaso no están ocupados por Hamas?), lo que provoca una respuesta emocional que moviliza a las personas en todo el mundo. Es contradictorio, sin embargo, que dentro de las quejas por los sufrimientos que los israelíes les están causando a los palestinos, nadie se queje de que los palestinos son víctimas de Hamas. Pero la pregunta medular de este artículo es ¿por qué las atrocidades contra los judíos no generan el mismo nivel de indignación? ¿Dónde están los estudiantes de universidades elite en los Estados Unidos y Europa que armaron zaperocos que llegaron hasta la violencia -incluso hubo quienes defendieron a los terroristas de Hamas- protestando por el asesinato a sangre fría de dos niñitos?  ¡No están!

El silencio por antisemitismo es un acto de violencia, digan lo que digan, porque el antisemitismo es una forma de odio. Y no sólo impacta a las comunidades judías, sino que también tiene implicaciones más amplias que tienen que ver con el respeto a los derechos humanos en general.

Lamentablemente, el mundo camina a pasos de gigante hacia una locura colectiva, donde los gobiernos son o de extrema izquierda o de extrema derecha y se comportan de la misma manera, aunque tengan banderas y consignas diferentes. Es como un péndulo de Foucault sobre un plano vertical, que va de un extremo a otro y jamás se detiene en el centro. Los grupos neonazis han resurgido con fuerza en muchas partes del mundo y aparte de los judíos, son muy pocos los que levantan sus voces para condenarlos.

Pero vuelvo al tema de los niños Bibas, que es a lo que quiero referirme hoy. Me pregunto qué tienen en su cabeza los terroristas, porque corazón no tienen… ¿Cómo lo perdieron? ¿Es que una creencia, una afiliación a un grupo, un sentido de pertenencia puede convertir a un ser humano en un monstruo? Y, por otra parte, me sorprende, me indigna y me duele el silencio del mundo. No sé cómo podría cambiarse esta reacción en cadena… He oído una que otra propuesta de “promover un diálogo abierto y comprensivo que no minimice el dolor de ninguna comunidad, sino que fomente la justicia y la paz para todos”. Y pienso que es el reto que debería proponerse el mundo. ¿Lo lograremos? De verdad, lo dudo…

@cjaimesb

 

 

 

 

 

 

 

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