El servicio, camino a la felicidad | Por: Antonio Pérez Esclarín

Es muy conocido el poema de Tagore: “Yo dormía, y soñaba que la vida era alegría. Desperté y comprendí que la vida era servicio. Serví y encontré la alegría”. Y posiblemente  todos hemos escuchado  el dicho “El que no vive para servir, no sirve para vivir”, es decir malgasta la vida, pues todos caminamos hacia nuestra muerte llevando en nuestras manos las cosas que hemos dado.

La vida  no se mide por los títulos obtenidos, ni  por las riquezas acumuladas. No se mide por  las ropas o zapatos que llevamos, el reloj en  la muñeca, los anillos en los dedos  o las cadenas  en el cuello.  No se mide por la mansión o el rancho que habitamos,  por el carro que manejamos, o  por las personas con las que nos  relacionamos. No se mide por los cargos que ocupamos, ni por  la cantidad de personas que nos  sirven, o  el número de seguidores  en las redes.

La vida se mide por lo que hemos hecho y hacemos: si nuestras acciones alimentan la vida de los demás o la dañan.  Se mide por la felicidad o la tristeza que proporcionamos. Se mide por los compromisos que cumplimos  y las confianzas que traicionamos. . Se mide por el amor o el temor que provocamos.

Tolstoi decía que “el secreto de la  felicidad no consiste  en hacer siempre lo que uno  quiere, sino en querer siempre lo que uno hace”, es decir, en vivirlo todo intensamente, con talante positivo. La gente más feliz no es la que tiene lo mejor de todo, sino la que hace lo mejor con lo que tiene. No olvidemos que felicidad viene de la palabra latina felix, que significa “fecundo”, “fértil”, “fructífero”, lo que indicaría que la felicidad tiene que ver con  la generosidad,  la entrega y el servicio. Recordemos también   que las dos cosas más importantes en la vida, que son el  amor y la felicidad, sólo se consiguen dándolas. Si quieres llenarte de amor, da mucho amor. Si quieres ser feliz, dedícate a hacer felices a los demás   Cuanta más felicidad damos,  más nos llenamos de  ella. La felicidad es una puerta que se abre siempre hacia fuera.  En breve, el secreto de la felicidad reside en darla y no en esperarla pues   sólo el amor, es decir, la capacidad de vivir  dando vida, sirviendo, nos llena de  felicidad.

Murió un mandarín muy  santo y cuando los ángeles lo llevaban al cielo, les dijo que toda su vida había querido conocer cómo era el infierno  y les rogó, por favor, que lo llevaran para darle un vistazo.

Los ángeles accedieron  de buena gana, lo llevaron al infierno y al llegar, vio sorprendido  que no era como había imaginado con diablos con tridentes y enormes llamaradas de fuego donde se consumían los condenados. Era más bien un enorme comedor donde los condenados estaban sentados a la mesa en la que había  grandes ollas de arroz. Pero en vez de  palitos para comer el arroz,  cada uno tenía una larga vara aferrada a su mano, con la que le era imposible alimentarse. Todo era desesperación, gritos,  angustia, y llanto.

Después de esta visión  dantesca, fueron al cielo y el mandarín  vio sorprendido que era idéntico al infierno: Un enorme comedor con los bienaventurados sentados a la mesa. Cada uno también tenía en su mano una larga vara. Pero había una diferencia  que lo cambiaba todo: cada uno, en vez de alimentarse  él, le daba la comida al que tenía en frente.

 Cielo o infierno: la diferencia está entre el servicio o  el egoísmo. Las personas serviciales crean  un ambiente de alegría y paz profunda en sí mismas y en los demás.. Donde impera el egoísmo y la ambición, las relaciones  se convierten en un infierno para todos.

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