POR YANARA VIVAS
La llegada de las fechas decembrinas, época del año cuando celebramos el nacimiento del Niño Jesús, es la oportunidad para los cristianos, de “reencontrarnos con el Señor de la Vida en cada corazón”. Así lo expresa el Presbítero Leonardo Angulo, párroco de Nuestra Señora de Belén, en el sector del mismo nombre, en la ciudad de Mérida.
El nacimiento de Jesús, significa la llegada del Salvador del mundo, por ello, explica el sacerdote, “se trata de reencontrarnos con la vida, la paz y sobre todo la esperanza, el sosiego y la ratificación de que no todo está perdido, pues en él, todo se puede”.
El Padre Leo, como todos le llaman, reflexiona sobre el significado de la navidad para los venezolanos, recordando como la misma se había desvirtuado entre las hallacas, arreglar la casa, comprar estrenos y regalos, las fiestas, los excesos. Sin embargo, todo lo que nos está pasando en el país, nos ha obligado a volver la mirada al motivo central “Jesús, se hace hombre para nuestro bien”.
Esta navidad en Venezuela, nos permite “observar con los ojos del alma” todas las dificultades existentes en el mundo, guerras, cambio climático, la migración de pueblos enteros por situaciones económicas, políticas y hasta ambientales, para sentirlas de nuevo en nuestros corazones, haciendo un alto para acercarnos al Señor de la Vida, sintiéndolo en cada abrazo con nuestros seres queridos, con los hijos que vuelven a casa, o incluso al mirarlos a través de una video llamada, reconociendo que solo con él en cada fibra de nuestro ser, podremos superar nuestras propias debilidades.
Para el Padre Leo, la Navidad, nos permite sentir a nuestros hermanos, reconociéndolos, entendiendo y aceptando que nos necesitamos para continuar caminando por la vida, especialmente al enfrentar dificultades.
“El problema más grande que enfrentamos, lo creamos nosotros mismos al romper con la armonía. Armonía con Dios, con nosotros mismos, con el entorno, con los demás” reitera el sacerdote, invitando a celebrar la Natividad, acercándonos a él, permitiéndole al buen Dios, recuperar y colmar de armonía nuestros corazones, para sentir rebosante su amor en cada fibra de nuestro ser, compartiéndolo con nuestro entorno para llenar de amor a nuestra Venezuela y al mundo.
Los adornos del alma
Es bonito adornar nuestra casa y darle un ambiente navideño. Eso nos indica que estamos llenos de alegría. Pero el adorno necesario es el de nuestra alma. Adornemos nuestra alma con la oración. Una oración tomada en serio, una charla sabrosa con Jesús que nazca desde el fondo de nuestro corazón. Hablémosle de nosotros y de los que amamos.
También escuchemos lo que Él nos dice guardando silencio, ese silencio al que estamos tan poco acostumbrados los que vivimos en el ruido del mundo.
Para nutrir nuestra oración, para tener de qué platicar, tomemos el Evangelio de San Lucas o cualquier otro texto bíblico que nos ayude a conocer lo que Dios hace por nosotros en esta Navidad.
Las misas son esenciales para un católico. Es fuente de gracias divinas y de bendiciones para nosotros y para nuestras familias. Es decir “aquí estoy, todavía pertenezco, todavía soy hijo y hermano”.
Hagamos regalos, pero no sólo a las personas con quienes tenemos compromisos, sino a quien los necesita.
Conversemos por teléfono o por cualquier medio digital con un anciano. Enviémosle mensajes de aliento a un enfermo. Ayudemos a un desempleado. Demos un buen consejo. Con nuestra cercanía y nuestra actitud de escucha, ayudemos al que busca apoyo y consuelo. Reconciliémonos. ¡Obras buenas!, el mejor regalo para Jesús.
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