Tres semanas han transcurrido, desde que el sector El Salado, en el municipio Campo Elías, del estado Mérida, viese como sus casas se habían llenado de barro, rompiendo portones, puertas, dañando casi una decena de viviendas, afectando varios negocios y hasta espacios turísticos, tras las fuertes lluvias caídas sobre el sector, la noche del 1ero de septiembre.
Los vecinos recuerdan, eran las 8 de la noche. Llovía fuerte, se fue la luz y enseguida se escucharon fuertes ruidos. Sabían que algo sucedía, pero no podían ver nada, ni mucho menos comunicarse. Muchos de ellos solo abrazaron a su familia y esperaron lo peor, cuenta Geraldine, vecina del sector.
“El ruido era estremecedor, se escuchaban como las piedras se deslizaban. Quisimos abrir la puerta y no pudimos. Por la puerta de atrás llamamos a los perros y los resguardamos con la familia. Solo quedó esperar. La noche si hizo eterna” relata mientras se le nota la voz quebrada.
“En la mañana, los portones estaban destrozados y el barro nos llegaba más arriba de los tobillos. Poco a poco fuimos saliendo y reencontrándonos entre lágrimas con los vecinos, cuyas casas estaban abarrotadas de barro y escombros. Mientras en La Aldea Valle Encantado, sitio turístico, se veía destrozos importantes y la piscina llena de barro” continuó su relato Geraldine.
Poco a poco, volvió la electricidad con más fallas de las ya acostumbradas. Los vecinos han limpiado sus propiedades. Los organismos del estado limpiaron la vía, pero aun sale barro por las tuberías de agua. Explica Geraldine, la comunidad se ha organizado para ayudar en la limpieza. La vía aún tiene barro, que las mismas lluvias están ayudando a limpiar, entre el miedo de los habitantes del sector.
Mientras se recorre la zona, se observa de donde vino tanto lodo. Un gran derrumbe en una de las montañas cercanas, se desprendió por la pendiente, arrastrando todo a su paso. No hubo pérdidas humanas, pero si materiales. Además de la desagradable experiencia de los vecinos afectados y quienes, desde un poco más lejos, escuchaban el rugir de las piedras, sin saber, por la oscuridad, lo que estaba sucediendo a metros de sus casas, como relató José Antonio, mientras ayudaba a sus vecinos.