Uno de los personajes que contribuyó con sus conocimientos científicos a curar o mitigar los males y dolencias físicas y hasta espirituales de los neo pobladores de La Puerta, a partir de los años 30 del siglo XX, cuando prácticamente no existía nada en la hoy área urbana, y mucho menos médicos graduados, fue un sabio botánico Sebastián Simancas o simplemente conocido como el bachiller Simancas, por eso la importancia de recopilar y difundir información que rescate sus vivencias y su obra.
Su época en La Puerta fue en la que <<los médicos patentados eran casi desconocidos y se recurría entonces a las plantas medicinales, muy abundantes en La Puerta, pues se conocen aproximadamente 300, cuyo estudio representa un notable interés para los especialistas>> (Abreu, pág. 113), uno de los más destacados en el ejercicio de la medicina rural trujillana, a partir de 1930, fue el bachiller Sebastián Simancas, quien gozó de <<gran confianza y estimación en esta población>>.
El amigo Duilio Simancas, sobrino del Br. Simancas, tuvo la gentileza de enviarme imágenes de un antiguo reportaje sobre este personaje, realizado por el laureado periodista español Paco Ortega (1915-2005), en el que se encuentran aspectos importantes de la vida de este ejecutante de la medicina natural y que aquí comparto. El texto de Paco Ortega, quien había llegado al país en 1947, era oriundo de Navarra, España, lo tituló:
El Bachiller Simancas una institución en los Andes. Igualmente le agregó el siguiente subtítulo: ¿Traumaturgo?… En todo caso un científico humanista generoso humilde y místico.
En la nota introductoria, el periodista navarro, hizo algunas precisiones sobre las virtudes de este humanista y científico de la salud, afirmando que: <<Hablar en Venezuela de este distinguido personaje que ejerce la medicina sin poseer un título profesional, con extraordinaria vigencia en sus métodos curativos de ninguna manera empíricos sino guiado tan solo por lo que la madre naturaleza nos ha legado, es algo que llama a la reflexión y sobre todo si aparte de conocer a este ilustre trujillano como médico, lo conocemos como humanista de muchos quilates. El popular «Bachiller Simancas» Don José Sebastián Simancas y Herrera, nacido hace 82 años en la localidad de Agua Fría, aledaña a la población de Valera, constituye una institución en el país. Estudiante de bachillerato en la ciudad que fundara el Capitán de la Capa Roja, allá en la Mérida estudiantil y más tarde, alumno universitario en las aulas del Fraile Caminante: Fray Ramos de Lora, como lo llamaba el desaparecido poeta diplomático Neptalí Noguera Mora, alcanzó su cuarto grado de medicina. Los turbulentos años de problemas estudiantiles donde germinara acaso la buena semilla de la incipiente democracia con los cierres de las universidades, las persecuciones estudiantiles y los trabajos en las carreteras para los desafectos al régimen del hombre de la mulera, obligaron al universitario Simancas Herrera, dar por finiquitados sus estudios de medicina, para ejercerla a su manera. Antes, mucho antes de que se inscribiera en la Facultad, ya eran conocidas sus actividades diríamos, pseudo profesionales. Era un notable y adelantado discípulo empírico de Hipócrates, antes que su nombre figurara en las nóminas de la Universidad de Los Andes. Después… Bueno, de aquí arranca la popularidad y los vastos conocimientos en la materia, de este sencillo, humilde y voluntarioso venezolano, que se ha dedicado a hacer el bien por los medios que sea y en las circunstancias que más adversamente se le presenten. Hombre de una gran cultura mística e histórica, aparte de sus profundos conocimientos de la medicina, pertenece a esa clase de personas que viven en la tierra, pero con el pensamiento constantemente puesto en Dios. Don José Sebastián, es un hombre de una sólida fortuna a la que poco o ninguno caso hace. Vive rodeado de sus preocupaciones profesionales y humanas y para nada le hace sombra en su existencia, los 10 ó 15 millones en propiedades que alrededor de la población de Valera posee, de sus mayores, porque piensa y no sin razón, que nada de lo que hay aquí en la tierra es perenne y propio, sino que todo es de Dios y que si bien El se lo dio, con el mismo derecho se lo puede quitar>> (Fragmento exacto del artículo. pág. 17).
Describió el lugar donde entrevistó a Simancas Herrera, en la siguiente forma: <<Este insigne valerano en el momento en que lo entrevistamos lo hemos hallado, sobre un balcón en el fondo de su extensa casona, que da sobre las quebradas montañosas de Agua Clara. Ayudado por una vieja corneta de gramófono del año 20, está dando órdenes a unos obreros que trabajan en el campo, allá abajo, a más de 1.000 metros de profundidad. Ellos lo escuchan y obedecen les ordena que dejen el trabajo que ya está bien por el día y que se vayan a sus casas y el que necesite algo, que lo diga de inmediato ¡Es un hombre excepcional!>> (pág. 17). Su casa en Agua Clara, aún permanece en pie, aunque algo deteriorada.
Curar el cáncer con nueve plantas que crecen
solitarias y abandonadas en los páramos
Paco Ortega, que conoció al bachiller Simancas, pues se había residenciado en Mérida, y fue premiado por sus reportajes de carácter científico, al describir cómo era don José Sebastián, expresó esto: <<habla como un retórico del pretoriano romano: imperioso, dominante, concreto. De ahí su poderosa fuerza de atracción y su fuerte personalidad, más propia de un soldado, que de un profeta de la humildad y un hombre dedicado al bienestar ajeno. Alguien ha dicho que es ligeramente sordo y alguien también asegura, que no lo es, sino que simula hacerlo, porque de esta manera parece conocer mejor a la gente que se le acerca… Pero lo cierto, lo innegable, lo que llama poderosamente la atención de este insigne científico -sin duda alguna- es la manera de vivir, sus pensamientos filosóficos y de la vida su natural sencillez y sus vastísimos conocimientos que sobre la medicina le ha dado una fama nacional y lo que es mejor aún, sus tremendas y sensacionales curas en enfermedades como las del cáncer a las que ha dominado, con tan solo nueve plantas que crecen solitarias y abandonadas en los páramos de nuestros andes>> (Fragmento exacto del artículo citado. pag.18); según Duilio Simancas, su tío botánico, sembraba las plantas medicinales en su huerto, y tenía un cuarto exclusivo para sus preparaciones y remedios.
No fui sacerdote ni estudiante de cura
A más de 50 años de su publicación, aún sin poder conocer si fue en los diarios El Vigilante, Frontera o Correo de los Andes, el reportaje en cuestión, se transcribió en su totalidad, para que se pueda apreciar y percibir en sus propias palabras, quién fue este interesante personaje. Leamos:
<<pero vamos a escuchar este singular personaje, ejemplo del buen vivir que nos parece imposible que cuente ya con 82 años de vida cuando tan solo representa 60. Acaso el secreto de su longevidad y excelente salud se debe a que NO FUMA NO BEBE SINO AGUA Y NO SABE LO QUE ES TRASNOCHAR… «Pues sí señor yo ejerzo la medicina con permiso de la sanidad, desde el año de 1928 en que dejé por fuerza mayor mis estudios en la Facultad de Medicina de Mérida. Claro está que no receto. Simplemente curo con mis plantas medicinales. Antes yo tenía en mi consultorio docenas de personas diarias que acudían a mí, para que remediara sus males. Hoy tan solo atiendo a cinco pacientes por disposición de mi médico el doctor Lozada, es decir tres por la mañana y dos por la tarde» el doctor Simancas o el popularísimo «bachiller» cariñosamente así llamado en todas partes, nos habla de su extensa familia y del concepto que el pueblo venezolano tiene de él. «En mis asuntos, está la opinión pública a mi favor porque hasta el cáncer que parece incurable poseo multitud de casos que naturalmente están a la orden, cuando quieran conocerlos y que sin embargo aún hoy, sigo tratando satisfactoriamente. No… No fui sacerdote ni estudiante de cura como me quieren hacer muchos, simplemente que estudié con el que más tarde fuera Obispo de Guayana monseñor Miguel Antonio Mejía. Es cierto que poseo esas dotes, sin que esto sirva de falso orgullo o de inmodestia, con que se califican a los que escuchan la palabra de Dios y poseía esa convicción para hablarle al pueblo, pero de eso a lo otro hay que andar mucho camino… El pueblo siempre ha confiado en mí y tengo a mi favor -repito- las gentes de muchas partes de la República que la componen los sabios los que no lo son, los malos y los buenos, los que quieren serlo y hasta los feos y los bien favorecidos (nos señala jocosamente el distinguido valerano) toda esa caterva de personajes me rinden un tributo de amistad que yo sé estimar en todo lo que vale y hasta obediencia en muchísimos casos incluyendo gentes de la alta sociedad, que enumerarlos sería costosísimo entre estos incluyo naturalmente no porque pertenezcan a la alta o baja sociedad que en la vida nada representa sino como dato ampliatorio, a eminentes juristas y notables galenos que juntamente a otros profesionales me han distinguido siempre aceptando mis sugerencias o consejos. La pobrería o el populacho, también está conmigo y de acuerdo con mis ideas basadas siempre en la religión cristiana>> (Fragmento exacto del artículo citado. pag.18).
Señala Ortega, que con estos antecedentes quiso conocer las ideas del médico, escuchándolo: «mis ideas son tan solo las de hacer bien al pueblo en todas sus necesidades, mientras noblemente se puede hacerlo. No conozco una idea más notable y satisfactoria y ¡cuántas satisfacciones proporciona! Entre la filosofía y la ética, difíciles o desconocidos en los tiempos actuales.
Le preguntó el periodista Paco Ortega, si sus recetas sobre los curamientos en las enfermedades las ha hecho del conocimiento de alguien y hemos sabido que guarda celosamente sus investigaciones, le respondió: «Yo tengo un hijo médico cirujano, que al decir de los profesionales es muy sobresaliente (el doctor Antonio Simancas Simancas), en la actualidad médico del Central Motatán) aún es muy joven, él tiene un compromiso conmigo y es el de hacerle bien al canceroso, sin utilizar ganancia alguna porque el hombre ha venido a este mundo para hacer el bien a sus semejantes y de ninguna manera para hostilizarlo, pues bien a su debido tiempo él conocerá mis sistemas y mis plantas. Todo lo conservo cuidadosamente escrito y algún día acaso vean la luz estos papeles” (pág. 19). Acervo científico, que se debe rescatar y publicar.
El bachiller Simancas entre sus 11 hijos, tiene varios profesionales: dos son maestros, una dietista en el Hospital de Valera, otro perito agropecuario estudiando ingeniería, otra estudiante de economía en la ULA, otra más contabilista y cajera y todos viven en la región andina. Don Sebastián se casó con la honorable dama doña María del Carmen Simancas, que aún vive del afecto y la ternura de su numerosa familia y según él, a ella le deben sus hijos lo que son.
Me conozco perfectamente hasta la última
alfombra del Palacio de Miraflores
<<Ni yo ni mis hijos hemos recibido ayuda de nadie, es decir una beca o algo parecido. Ellos han estudiado con el sudor de mi frente y el apoyo invalorable de su mamá, a quien le deben lo que son. Pienso que mis principios deben ser los de ellos, porque yo me crié haciendo gala de dignidad en un hogar ejemplar. Es cierto que estuve en Miraflores con el que fuera Secretario de Estado doctor Alfonso Mejía es decir, secretario del general en jefe: Eleazar López Contreras, siendo prácticamente su hombre de confianza por esta razón yo me conozco perfectamente hasta la última alfombra del Palacio si es que existe alguna de aquellas que yo pisé>> (pág. 19).
Este océano de petróleo hay que sembrarlo, eso no solo es por retórica
A la pregunta de si ha viajado por el exterior y qué concepto le merece el país en los momentos actuales, respondió: <<Viajar al exterior ¡para qué!… En Venezuela tenemos todo lo que nadie haya podido imaginar en otros países. Para conocer el exterior primero hay que conocer el nuestro. Yo no he salido de aquí pero he conocido nuestra Guayana y me di cuenta que si el inmenso potencial que poseemos lo pusiéramos a disposición de nuestro potencial humano, seríamos el primer país del mundo en bienestar y en riquezas. Este océano de petróleo hay que sembrarlo eso no solo es <<recomendable por retórica, sino imprescindible y de inmediata obligación, porque de lo contrario Venezuela, cuando esto desaparezca, no tiene con qué contar para su mantenimiento>> (págs 19 y 20).
Sobre la juventud de aquellos tiempos, posee igualmente unas ideas ajustadas a su auténtica realidad. <<La juventud no piensa en trabajar para poder consumir lo que necesitamos, prefiere la falsa existencia disipada de la droga y el devaneo físico, pero esto tiene siempre un mal fin en una trilogía: la cárcel la muerte o la locura. Naturalmente que existen muy honrosas excepciones. Pienso que si el gobierno le dedica un poco de dirección, tendríamos en Venezuela el más rico poderoso capital del mundo que es el humano, porque somos moldeables y buenos por naturaleza>> (pág. 20)
Sobre el gobierno, el Bachiller Simancas expresó: <<el hombre que comanda los destinos del país es el más indicado por su juventud y nobles sentimientos. Quienes le cierran el camino torpemente, no solo son enemigos de la Patria por su necia demagogia, sino que deben ser execrados como traidores a la misma. Este es un gobierno hecho para gobernar no para dejarse gobernar>>.
¡El viejo se nos muere José Sebastián!
El general Juan Bautista Araujo,
uno de los casos de sus curaciones asombrosas
<<Don José Sebastián Simancas Herrera –escribe Ortega-, nos refiere varios casos de curaciones asombrosas, pero vamos a destacar dos de las más notables que llevaron su fama a través de todo el territorio de la Patria. En ocasión en que él era en Trujillo Presidente del Estado tuvo que ser operado de una trombosis, considerándose su estado post operatorio de extrema gravedad, al presentársele un hipo que amenazaba con romper los tejidos que habían sido cocidos en ese proceso. El doctor Adalberto Anzola Urdaneta le dijo: ¡el viejo se nos muere José Sebastián! Después de un breve examen y algunas preguntas sobre aquel caso, el hoy Bachiller Simancas también decidió proceder por su riesgo y cuenta, recetándole un bebedizo que él había hecho de su invención para tales casos. Le extendieron un récipe que él mismo llenó con la firma del doctor Anzola Urdaneta y el ilustre enfermo tan solo permaneció sin aquella molestia media hora, pasada la cual decidió volver a insistir en darle el bebedizo en otras dosis. Aquello obró el milagro. El General no solo pudo evitar aquel hipo desastroso en una intervención quirúrgica, sino que vivió muchos años más. En aquel proceso médico pudieron contarse hasta 14 profesionales de la medicina que quedaron asombrados de la milagrosa curación del presidente del Estado Trujillo, como se les denominaba antes a los gobernadores. El otro caso es reciente, de una curación o tratamiento que también le hizo al actual Arzobispo Chacón -el Cardenal espiritual de Venezuela- que se presentaba con ciertos síntomas que él desechó de inmediato para ponerlo en tratamiento y curarlo de inmediato>> (Fragmento exacto del artículo citado. Pág. 20).
Una niña de 3 años, curada de
leucemia con medicamentos vegetales
El periodista para aquella época, mencionó un caso muy sonado, se refirió a una niñita de 3 años a quien el Bachiller Simancas había curado de leucemia, <<Algo asombroso si se tiene en cuenta que había sido prácticamente desahuciada. La niñita se llama Nancy Villarreal y vive actualmente en la población de El Vigía. Un tumor en una pierna señalaba el final de su cortísima vida. El tratamiento a base de los medicamentos vegetales del Bachiller Simancas en tan solo 7 meses le salvó la vida desapareciendo el tumor>> (Fragmento exacto del artículo citado. pág. 20).
De manera igualmente milagrosa. El padre de la niña está decidido a publicar este extraordinario caso en donde sea, pero el autor de la milagrosa cura se lo ha prohibido por ahora. <<Soy creyente practicante y pertenezco a la Legión de María e igualmente soy cursillista de Cristiandad, pero considero que hablando solamente no se hace el bien sino empleando nuestros medios físicos e intelectuales, sin excluir naturalmente la ayuda económica, para remediar tantísimos males. Procuraré hacer el bien hasta que me muera, tratando de mejorarme, ese es mi camino en esta vida y no lo puede tronchar nadie… Estoy en paz con mi conciencia y espero la muerte con resignación y hasta con cierta complacencia porque creo que dicen esta vida parte de lo que Dios nos ha ordenado, es decir, servir al prójimo y no utilizarlo>>. Esperaba su final, en la misma a forma que vivió: en paz con su conciencia.
Aquí concluye la entrevista hecha por Paco Ortega, a este extraordinario venezolano médico de vocación, apóstol de la verdad y el bien, que algunos lo calificaron de hombre milagroso, y quien en realidad procuraba hacer ver las cosas en su justo valor. Un pedazo de nuestra hermosa historia y ejemplo para los nativos del valle de Bomboy.