Ese pedacito de lar nacional era sin dudas nuestra querida ciudad de Valera, caracterizada por el emprendimiento de los comerciantes que la veían como una oportunidad grande de progreso y además como un lugar tranquilo donde cohabitaban ciudadanos llegados de varias regiones del país, muchos entre quienes se asentaron aquí de manera definitiva.
Paralelamente la ciudad comenzó a expandirse y así se consolidaron las primeras barriadas y urbanizaciones, un colectivo donde el orden y la pulcritud estaban a la «orden del día».
Posteriormente, en los años sesenta se acrecentó el infaltable pugilato político, donde surgió la figura de un emprendedor local como Jacob Senior Carrasquero, quién fue electo presidente del Concejo Municipal de la urbe de doña Mercedes Díaz, hombre dinámico y respetuoso de las leyes, quién implementó el ordenamiento territorial y consolidó los servicios básicos, especialmente el agua potable, un eficiente alumbrado público y por supuesto el Aseo Urbano y Domiciliario, bandera excepcional en su mandato, ya que la fama de la pulcritud de nuestra urbe y la periferia llegó hasta los más apartados confines del país.
Todo se derrumbó
Pero como todo no puede ser felicidad en esta «viña del Señor», hasta mediados de los años noventa se mantuvo el orden en cuanto a la implementación de la recolección de basura, cuando aparece una empresa privada denominada «Sateca», que tuvo muchos inconvenientes para ejecutar su tarea de limpieza con efectividad en su gestión.
La municipalidad retoma entonces la responsabilidad, pero los vicios de ineficacia ya estaban enquistados y comenzó el franco proceso de deterioro.
Actualmente y tras más de veinte años de gobierno revolucionario, poco o nada se ha hecho por paliar la grave situación de insalubridad por la basura en Valera; las cosas se han puesto peor y es cuando desde terrenos del colapsado relleno sanitario de Jiménez aparece en el casco central y la periferia de nuestro terruño una zamurada de espanto y brinco.
Hasta los perros callejeros han renunciado a disputar la supremacía en los basureros, motivado a que la cantidad de «pájaros negros» les supera abiertamente y la frase «zamuro come bailando» se ha convertido de una expresión popular en una triste realidad.
No pretendemos aprovechar este triste episodio de atraso social y abandono para hacer bandera política y perjudicar a nadie en especial, pero nadie podrá negar, que la desidia, la incapacidad y la ignorancia para manejar algo tan delicado como la atención ciudadana, son evidentes en la actual gestión municipal.
Ante esto, nos preguntamos, ¿qué pensará de ello la alcaldesa Iroschima Vásquez y los integrantes de la Comisión de Servicios Públicos del Concejo Municipal?
Mientras nosotros lucubramos tantas cosas y esperamos que todo mejore, al contrario los zopilotes se han erigido en los nuevos «reyes de la ciudad».
Lo único bueno que podemos sacar de este nefasto fenómeno, es observar a los zamuros disfrutar de la carroña y liquidar cualquier rastro de desecho, en una especie de danza o festín diario que como dijimos al principio, deja mucho que desear de una ciudad que tuvo su mejor brillo en épocas remotas, donde la limpieza, higiene y respeto por su faz eran asunto de obligatoriedad.
Ojalá y luego del 21 de Noviembre, haya algún nuevo gobernante que tiene en cuenta las querencias verdaderas de la gente buena que todavía queda en Valera… ¡Amanecerá y veremos!