El poder existe en la relación dominador-dominado, lo cual abarca también a todos los seres, en especial de las especies vegetal y animal. Las cadenas tróficas son una muestra de ese poder; como nos enseñaron en la primera escuela, el león manda al perro, el perro manda al gato y el gato manda al ratón; no sólo por lo más grande y más fuerte, sino también por los mecanismos de dominación que utiliza. Por supuesto en la medida del mayor desarrollo de una comunidad, se observa más complejidad en los mecanismos para establecer y sostener esa relación de dominación. De allí derivan muchas consideraciones sobre la apreciación, -seguridad, inquietud o temor- que se nos despierta cuando referimos la palabra Poder.
Esa relación relativa al poder está presente en muchos aspectos de la vida, pero se suele enfocar hacia el campo de la política, que está presente en tantos aspectos de nuestra vida y es hoy, en esta situación agudizada por la pandemia del covid-19 con sus secuelas del presente y del mañana social para la vida humana del planeta, una fuente de inquietud, de temores y de necesidad ante la inseguridad que nos traen las incertidumbres. En diversas situaciones que vivimos en la cotidianidad de estos tiempos, nos ocurre que clamamos, queremos, deseamos que el gobierno se haga presente, ante múltiples eventos que concluyen en la expresión, “aquí no hay gobierno”, “hace falta gobierno”. Mientras tanto tenemos la percepción que los voceros pro y contra el gobierno nos hablan “enmascarados”, en un lenguaje indescifrable que oculta o simula sus verdaderas actuaciones y motivaciones.
Elías Canetti, escritor italiano, quien recibió el premio nobel de literatura en 1981, tiene una obra “Masa y Poder”, a medio camino entre el ensayo y la narrativa literaria, que trata el tema en sus elementos, símbolos, sus enlaces de religión, metamorfosis y paranoia del poder; hace estudio de la patología social y cultural y les vincula a través de datos históricos y sociológicos con los descubrimientos de la psicopatología. Presenta la distinción entre poder y fuerza, con un ejemplo que me iluminó la diferencia, al leerlo hace muchos años. El ratón una vez atrapado está bajo el régimen de fuerza del gato que lo atrapó para eliminarlo, pero antes de hacerlo, comienza a jugar con él; lo suelta, le deja algún desplazamiento y lo atrapa de nuevo; le permite escapar de su régimen de fuerza, pero está en su poder hacerle regresar. Dentro del espacio donde puede alcanzarlo con certeza, permanece en su poder; si el ratón escapa o se lo deja irse definitivamente, ha salido de su esfera de poder. Nos expresa Canetti, “El espacio que el gato controla, los vislumbres de esperanza que concede al ratón, vigilándolo meticulosamente, sin perder su interés por él y por su destrucción, todo ello reunido, -espacio, esperanza, vigilancia e interés destructivo- podría designarse como el cuerpo propiamente dicho del poder o sencillamente como el poder mismo”.
En esa visión negativa del poder; nos hace un camino de sus elementos, – la rapidez, el secreto, el interrogatorio, la provocación, las respuestas, el tanteo, el callar y la tortura, el juicio, la sentencia, el perdón, la gracia- como habilidades para establecer y demostrar el poder al dominado. “El secreto está en el núcleo más interno del poder”, nos sentencia Canetti. De ese concepto resaltamos el valor fundacional de la violencia en el modo de lograr “que otros hagan lo que el poderoso quiera”; la negociación para convencer al “otro”, no exige “entender al otro”; una vez sometido el “otro”, basta con la amenaza. Cuando se interioriza el dominio en el “otro”, el discurso parece algo lógico, al punto que el “otro” lo hace propio; racionaliza su situación para no volverse loco (cuando se desequilibra, viene la depresión, el suicidio o la muerte en vida). Si se le ocurre saltarse el orden establecido, vienen los golpes, la espada, el gas, el horno o el pasamontaña. La dominación golpea la autoestima en el dominado; el conquistador que niega y anula al otro, le coloniza, le lleva a la ausencia de su mismidad; pensemos no sólo en conductas de poder público, también la violencia intrafamiliar es una expresión de esos mecanismos de poder que suele llevar por complejos caminos traumáticos y patológicos, a eventos trágicos en diversos sentidos. Me viene a la memoria una aproximación a la psicología del desarraigo “Los cuchillos de la ausencia”, hermosísimo libro de mi hermana Itala Scotto D., que nos trae muestras de esa voz clamante en el propósito de “mantenerse humanos” en comunidades indígenas sometidas a la violencia del desarraigo.
El secreto ha estado en la esencia del arte de gobernar; a lo largo de la historia; la intriga, los pactos ocultos, los asesinatos de palacio; los arcana imperii -secretos del poder-, que menciona Cayo Tácito (55 – 125) al inicio de sus Historias, tiempo “abundante en ejemplos de desventuras, atroz por los conflictos, dramático por las sediciones, cruel también en la paz”; que luego desde Maquiavelo se presenta como las razones de estado. De ello se deriva la vigilancia como práctica de gobierno; nos dice Canetti: “El poderoso se sirve del propio secreto; tiene multitud de secretos porque su codicia es mucha, y los combina en un sistema en el que se preservan recíprocamente: a esta persona le confía un secreto a aquella otra otro y busca la manera de que los depositarios no puedan comunicarse entre ellos. Quienquiera que sepa algo es vigilado por otro, quien a su vez ignora el secreto del individuo al que vigila; sólo el poderoso tiene las llaves de todo el conjunto de secretos; por eso se siente en peligro cuando tiene que compartirlo por completo con alguien más”. El poderoso busca las maneras de actuar en secreto, que le permita realizar las acciones no esperadas por los dominados y la impunidad por las consecuencias de las mismas.
Michael Foucault en su obra “Vigilar y Castigar” nos trae una intensa relación de cómo el poder se muestra en su dominación sobre el cuerpo físico y social de los dominados. Esa adicción se hace patética en las ejecuciones a plaza pública, con desmembramiento del ejecutado como a Tupac Amaru en El Cuzco o a José M. España y otros el año 1799, en la hoy plaza Bolívar de Caracas; guillotina, paredón, silla eléctrica y otros forman parte del elenco. Pero hay otras múltiples formas y prácticas para construir la “prisión”, el panóptico donde se condiciona y vigila a los dominados; también el modo de castigar la rebeldía al poder.
Recordemos que el poder es un estado relacional que envuelve a quien lo tiene con quien lo soporta, por temor, por sometimiento, por obediencia, por conformidad, por manipulación, por aceptación, por colaboración. Sobre esto volveremos en otras notas sobre el poder.
Hoy quiero presentar aquí al alma (animum), el ánimo como impulso en la construcción de poder con visión de desapego, que plantea deshacer la visión del poder como patrimonio personal de dominación. Una visión poética y prometeica, para desarrollar la construcción permanente de poder en la concurrencia de conversaciones en el seno de la comunidad, que permita hacerse cargo –en el respeto amoroso-, de los asuntos comunes que refieren a todos y también, abordar asuntos privados en la medida que sus actores los muestren o se hagan evidentes por el sufrimiento que provocan y por ello animen la atención y la com-pasión. Se trata entonces de poner la disposición hacia un “alma compartida” que aliente el encuentro en la con-vivencia, para acompasar (en espacio- tiempo y ritmo) las relaciones con los otros y con el entorno. Desarrollo del poder en cada uno con la conciencia de patrimonio común, con expansión creciente de responsabilidad compartida, de modo tal que gobernar sea com-prometida tarea de todos. La democracia ha de ser una actitud ante la vida, un modo de con-vivir donde pueda existir y expresarse el ser interior de los ciudadanos. De modo que la dinámica relacional del poder sea como una fiesta de ánimo abierto -donde todos participan, se involucran y comprometen- que mueva la relación de conducción del uno al otro y en el conjunto; disuelva la tensión dominador-dominado en una armonía de conducción compartida. Una democracia radical, que vaya a la raíz del vocablo; nos toca hacer el abono social para un horizonte de posibilidades en el buen vivir para todos. Visto así se comprende mejor la aproximación que hacemos al decir: “la política es una alianza dialéctica entre la realidad y el sueño”.
La invitación hoy es para que aprovechemos este “volver a casa” y podamos empezar preguntándonos por el “alma compartida” en nuestra relación de pareja, en nuestra relación de amistad, en la relación entre padres e hijos; en nuestra relación con propósito educativo, de salud, de creatividad. Buscar con los otros ese “¿qué nos anima?”. De esas interrogantes frecuentes, derivan estados de salud -física, mental, espiritual- que permiten desarrollar sabiduría para el buen vivir y hacerlo hasta morir. Así también, hay que desarrollar el modo de construir una sociedad saludable y un lugar-país en la patria-tierra, donde valga la pena vivir y por el cual –eventualmente-, morir.
casatalaya – 8 de octubre 2020.