A pesar de la influencia de la imagen de San Nicolás, Santa Claus o Papa Noel como lo llaman otros, o el árbol de Navidad, el pesebre sigue siendo una de las tradiciones navideñas más auténticas y con una riqueza connotativa única.
Su realización es algo más que poner un adorno, ya que representa la unión familiar o de determinada comunidad, donde todos y cada uno colaboran, ayudan y participan.
Asimismo el pesebre guarda un rito religioso en el cual se encierran bellas manifestaciones fervorosas: fe, esperanza y anuncio de buena nueva.
De los estados venezolanos, Trujillo es quizás uno de los más fieles a esta tradición decembrina que se niega a perecer ante la invasión de modismos y costumbres ajenas. A eso hay que sumarle que en los últimos tiempos la crisis ha atentado contra dicha tradición. Aun así los trujillanos se las ingenian para mantener vivo ese fervor.
Esta es la época donde, Jesús, María y José, acompañados por los tres reyes magos, la mula y el buey, son puestos en escena en espacios públicos, privados y en cada uno de los hogares trujillanos en el marco de la tradicional instalación de los pesebres durante la Navidad. Cada año sus autores se las ingenian para conservarlos lo mejor posible, con materiales reciclados y luces de años anteriores, pues la situación del país así lo dicta.
Arraigo trujillano
Los pesebres o nacimientos son una tradición que hemos llevado arraigada los trujillanos por décadas. Es una puesta en escena con efectos especiales, luces de distintos colores, fuente de agua, reflejo del día y la noche, y demás detalles para darle vida al nacimiento que narra las distintas etapas bíblicas, desde la anunciación hasta la muerte de los inocentes.
El poeta del pueblo, Antonio Pérez Carmona decía que Trujillo con sus tierras altas y llanas, con sus pueblecitos rodeados de vegetación, con sus ciudades festivas, con sus caseríos pintorescos y aldeas salpicadas de lluvia, donde el campesino a la mañana hace reverencia al tiempo para que emerja el sol, recibe con fe, majestad y entusiasmo frenético a esta época de la alegría. En un principio llegó severa y estática, se hizo presente en la rigidez de los nacimientos, en la solemnidad teatral de las escenas de Belén, en el portal, la estrella, los pastores, los magos y en unos pocos y fríos villancicos cantados por los señores para la adoración.
Con fervor y amor
En la ciudad de Valera, siempre se vivió el fervor y amor por los nacimientos, no sólo en los hogares, sino en plazas e iglesias. Pero luego esa tradición fue mermando, ya no se veían las hábiles manos que asentaban mediante el anime, la arena, el cartón y el cristal, la estampa de la noche buena de Belén, donde se amalgamaban pastores, leñadores, reyes magos, desiertos, estrellas, animales, ríos, en una atmósfera harto religiosa, cautivante hacia niños y adultos. Todo había cambiado.
Se recuerda que la urbe de Mercedes Díaz contó con pesebres hermosos y de gran fama como los realizados en la urbanización Lasso de La Vega, donde Chepita de Estorne y su esposo solían montar uno de los nacimientos más bellos y vistosos de toda la ciudad. Era tan cautivante que a diario su casa ubicada en la avenida Los Pinos se colmaba de familias enteras para observar y disfrutar de un día placentero. Así nos lo cuenta el doctor Eladio Muchacho Unda, quien recuerda que con frecuencia lo visitaba por allá en los años 52 y 53 junto a sus padres.
También hubo otros pesebres de mucho auge como el creado por doña Victoria Escalona en el sector El Bolo, ahí igualmente se aglutinaban personas de todas partes para recrearse con el arte plasmando en el nacimiento del Niño Jesús.
En la esquina del antiguo edificio de Trujillo Motors en la calle 10 también la historia recuerda la postura de otra gran creación navideña de manos de las hermanas Manzanilla. Sin duda que fueron épocas hermosas, de mucha espiritualidad, alegría, paz y armonía. Cualidades que hoy día se han perdido.
Por el rescate de la tradición
Desde hace unos tres años se comenzó a rescatar esta tradición con la creación de Concurso de Pesebres Rey Jesús, el cual llevan adelante, Morelia Valero, Eladio Muchacho y Alfredo Matheus, quienes fungen como jurados para seleccionar a los ganadores. Aunque la situación esta fuerte, seguro ya estarán adelantando los preparativos para la edición de este 2018. Este concurso es a nivel de las iglesias, pero la idea es expandirlo a los hogares y colectividad en general, además de plazas y espacios públicos.
En unión familiar
Hoy día las tradiciones decembrinas son otra realidad, tienen otro contexto. Hoy en día no es posible repetir con autenticidad esos grandes festines trujillanos decembrinos que se montaban con la excusa de la conmemoración del nacimiento del Niño Jesús, pero en realidad el principal motivo era y debe ser la reunión familiar anual y que sin proponérselo solían ser muy similares a lo que hacían los romanos.
Ese fervor no solo se podía observar en Valera, igualmente se vivían en otros pueblos del estado como Trujillo, Boconó, Tostós, Burbusay, San Miguel, Jajó, La Mesa de Esaujeque, Mendoza Fría, Betijoque, todo el Valle de Momboy, La Quebrada, Escuque y Carache.
Con todos los avatares de las distintas épocas y momento, por encima de tantos problemas y dificultades que se atraviesa en la actualidad, donde la crisis y desaliento nos arropa, sigue siendo el pesebre el principal motor de la esencia navideña, del sentimiento cristiano. El pesebre y su significado para la humanidad es, una de las pocas tradiciones decembrina y se niega a morir. El pesebre es el mayor sentimiento más auténtico para alabar al Niño Jesús.