Francisco González Cruz
En el estadio de Wembley en Londres el pasado 1 de junio se jugaron muchas cosas, aparte de la final de la Liga de Campeones de la UEFA 2023-24 entre Borussia Dormunt y el Real Madrid. Fue un emocionante encuentro que reunió allí los 90.000 espectadores que cabían en el estadio, más unos 100 millones alrededor del mundo mediante las transmisiones de televisión. La copa significó para el equipo español unos ingresos difíciles de calcular por la complejidad de los diversos contratos y sus cláusulas, pero no bajarán de los 150 millones de euros. Un poco menos para el Dormunt.
Otro juego paralelo es el comercial, o del mercadeo, que llena los uniformes, las camisetas, el estadio, los espectáculos, el balón, los anuncios y mil formas más de promoción de las marcas patrocinantes. Allí los ganadores fueron Pepsi y uno de sus productos: Frito Lay. Y los perdedores los millones de consumidores de esos productos que están entre los mayores contaminantes del mundo, de la gente y del ambiente.
También una aplicación de reparto de comida a domicilio que con sus prácticas monopólicas está acabando a los populares “delibery” locales, como están haciendo con las pulperías o tiendas de abarrotes las “tiendas de conveniencia” como 7-Eleven, Oxxo, Círculo K, Tesco y la innovadora Wheelys 247 abierta todo el tiempo y prácticamente sin empleados.
Muchas de estas tiendas son propiedad de los grandes consorcios productores de “alimentos” y de productos para el “cuidado personal”, socios a su vez de los monopolios productores de semillas y sus agroquímicos, de cadenas de suministros y ventas al detal, en alianzas con las grandes empresas financieras. Aquí en este sistema entran las petroleras, y todos patrocinantes de las cumbres del clima e incluso la COP 29 del próximo mes de noviembre que estará presidida por Mukhtar Babayev, veterano de la industria petrolera, tal como sucedió en la anterior cumbre, la COP 28 de Dubái, presidida por el Sultán al-Jaber, jefe de la principal petrolera de los Emiratos Árabes Unidos.
Así, de esta manera, se organiza la economía mundial, no alrededor de la satisfacción de las necesidades humanas sino de la codicia de unos pocos, a quienes no les importa ni la calidad de la vida de la gente ni la salud de planeta. Siempre serán los ganadores, entre tanto la humanidad no se de cuenta, no cambie la mirada y no se oriente hacia el desarrollo humano sostenible, no con la hipocresía con que anuncian sus políticas “verdes” los grandes depredadores, sino con la autenticidad de los que tienen como prioridad el respeto a la dignidad de la persona humana, la primacía del bien común y la armonía con los sistemas naturales.
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