EL PARADIGMA ECONÓMICO Y EL DESARROLLO SOSTENIBLE | Por: Francisco González Cruz

 

La propuesta de un desarrollo humano sostenible es incompatible con el paradigma económico predominante, que explota los recursos de la tierra para alimentar la codicia y genera una extrema desigualdad entre las personas. No es posible lograr superar la pobreza y el cuidado del ambiente y los recursos naturales con un sistema productivo que privilegia el consumo desmedido, que irrespeta a la dignidad la persona humana, desprecia el bien común y privilegia el mero lucro. En su densa homilía de la misa inaugural de su ministerio, lo dijo con claridad el Papa León XIV.

El asunto ha escalado tanto que los extremos se disparan. Por un lado, hay muy pocos extremadamente ricos y por el otro muchos extremadamente pobres. Cifras del Banco Mundial dicen que el 1 % de las personas más ricas del mundo controlan casi la mitad de la riqueza del mundo y poseen más riqueza que el 95% restante de la población mundial. Y los informes agregan que las fortunas de los milmillonarios se disparan, creciendo exponencialmente. La riqueza total del mundo se estima en alrededor de 418.342 billones de dólares, en manos de 10 personas están unos 2.000 billones.

Entre tanto y según las mismas fuentes, el 10 % de la población mundial, más de 700 millones de personas, viven en pobreza extrema y sufren de hambre. Y otros 1.200 millones vive en condiciones de pobreza. Unos 2 mil millones de personas sobreviven en condiciones muy malas, con serias carencias en materia de alimentación, vivienda, agua potable, sistemas de salud, educación y demás condiciones para una vida decente.

Un asunto que agrava esta situación es que la concentración extrema de la riqueza también concentra el poder, no sólo económico sino político. Siete de cada 10 las empresas más grandes y poderosas del mundo están dirigidas por estos milmillonarios, que tienen el poder de decidir que consumen los habitantes del mundo, que leen, que piensan, mediante sus poderosos medios de comunicación, redes de internet, mecanismos de publicidad y de ahora de la Inteligencia Artificial. Y como su único interés es acumular más riqueza y poder, no tienen escrúpulos en producir comida chatarra, productos contaminantes dela gente y aprovecharse indiscriminadamente de los recursos del planeta.

Además, gozan de privilegios que no tienen los productores independientes y la mayoría de la pequeña y mediana empresa, mucho menos la gente común. Se calcula que la mayoría de estas poderosas empresas pagan unos impuestos que en general representan un mínimo porcentaje de lo que paga cualquier modesto negocio. Y la capacidad para influir en las políticas públicas es infinita. Es público y notorio el financiamiento que hacen las grandes trasnacionales responsables del cambio climático, de las Cumbres de Clima. Y las transnacionales farmacéuticas de la OMS, y las productoras de comida ultra procesada y pesticidas sobre la FAO, Y así sucesivamente. Por eso unas de las más claras demandas sí que quiere avanzar en materia de desarrollo sostenible, es la reforma del sistema multilateral de gobernanza, desde las Naciones Unidas hasta el Fondo Monetario Internacional.

La economía debeestar al servicio de la producción de bienes y servicios que satisfagan las necesidades humanas, que no son infinitas ni requieren el excesivo crecimiento del consumo. Los sistemas de producción, distribución y consumo deben se deben a la satisfacción de las necesidades fundamentales de subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, creación, identidad y libertad, garantizando la permanencia de los recursos naturales y del ambiente para las generaciones futuras.

Lamentablemente la economía ha derivado a un paradigma contrario a la satisfacción de las necesidades humanas y el respeto a  la naturaleza, para ponerse al servicio de  la codicia de unos pocos, que no tienen freno y ni barrera ética alguna. Un crecimiento que produzca unos resultados tan absurdamente desiguales desde el punto de vista social, violando la dignidad de las personas humana, y que contamina a las aguas, a las tierras y al aire, no es sostenible.

¿Cómo revertir esta situación? No es fácil dados los enormes intereses que se mueven, pero es necesario apelar al vigor de la sociedad civil como lo dijo el Papa en la homilía inaugural de su pontificado. Tiene que existir una acción que nazca desde cada persona, cada lugar, cada comunidad y que se extienda por el mundo, para revertir este paradigma por otro que respete a las personas y a la “casa común”. Al servicio de esta transformación deberían ponerse la iglesia católica y las demás religiones que basan su credo en el amor y la caridad, los gobiernos que luchan por el bien común, las universidades junto a todas las instituciones educativas, los millones de productores que son víctimas de este modelo explotador, y los organismos multilaterales que predican el desarrollo humano sostenible.

 

 

 

 

 

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