EL  PAPA FRANCISCO Y EL PENSAMIENTO ECONÓMICO | Por Gustavo Machado

    

El 13 de Marzo de 2013 tuvo lugar un acontecimiento extraordinario en la Historia Latinoamericana con la elección del cardenal argentino Jorge Bergoglio como Papa, que implicaba que por primera vez un nativo de América Latina quedaba al frente de la Iglesia Católica a escala global.  En esa fecha histórica, en su primera alocución como Papa es posible observar el esbozo de dos conceptos básicos con importante incidencia en el ámbito económico como son la Solidaridad, al hablar de Fraternidad, de Confianza del uno en el otro y la Innovación Abierta, al pedirle a los fieles que oren por él.

Ahora bien, cabe preguntarse si el inusual sitio de origen del Pontífice, ha traído cambios significativos en los planteamientos económicos de la Iglesia o si por el contrario es razonable afirmar que en líneas generales, es posible observar continuidad con las propuestas de sus antecesores, realizando los ajustes en los temas  a los que se le otorga mayor relevancia de acuerdo al contexto vigente, posición esta última en la que a juicio del autor es más apropiado adecuado enmarcar las propuestas económicas del Santo Padre.

En efecto, al revisar por ejemplo la Encíclica Mater et Magistra de Juan XXIII (1961:5), se puede observar el siguiente planteamiento:

“Por lo que toca al Estado, cuyo fin es proveer al bien común en el orden temporal, no puede en modo alguno permanecer al margen de las actividades económicas de los ciudadanos, sino que, por el contrario, la de intervenir a tiempo, primero, para que aquéllos contribuyan a producir la abundancia de bienes materiales, «cuyo uso es necesario para el ejercicio de la virtud» (Santo Tomás de Aquino, De regimine principum, I, 15), y, segundo, para tutelar los derechos de todos los ciudadanos, sobre todo de los más débiles, cuales son los trabajadores, las mujeres y los niños. Por otra parte, el Estado nunca puede eximirse de la responsabilidad que le incumbe de mejorar con todo empeño las condiciones de vida de los trabajadores”

De igual forma en la Encíclica Centesimus Annus de Juan Pablo II (1991:36), se puede observar la siguiente afirmación:

“…. Si por «capitalismo» se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta ciertamente es positiva, aunque quizá sería más apropiado hablar de «economía de empresa», «economía de mercado», o simplemente de «economía libre». Pero si por «capitalismo» se entiende un sistema en el cual la libertad, en el ámbito económico, no está encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad humana integral y la considere como una particular dimensión de la misma, cuyo centro es ético y religioso, entonces la respuesta es absolutamente negativa.

La solución marxista ha fracasado, pero permanecen en el mundo fenómenos de marginación y explotación, especialmente en el Tercer Mundo, así como fenómenos de alienación humana, especialmente en los países más avanzados; contra tales fenómenos se alza con firmeza la voz de la Iglesia. Ingentes muchedumbres viven aún en condiciones de gran miseria material y moral. El fracaso del sistema comunista en tantos países elimina ciertamente un obstáculo a la hora de afrontar de manera adecuada y realista estos problemas; pero eso no basta para resolverlos. Es más, existe el riesgo de que se difunda una ideología radical de tipo capitalista, que rechaza incluso el tomarlos en consideración, porque a priori considera condenado al fracaso todo intento de afrontarlos y, de forma fideísta, confía su solución al libre desarrollo de las fuerzas de mercado”.

Por ello no de es de extrañar que en la Encíclica de Francisco Fratelli Tutti (2020: 8-9) sea posible encontrar argumentos como los siguientes:

“Con el Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb no ignoramos los avances positivos que se dieron en la ciencia, la tecnología, la medicina, la industria y el bienestar, sobre todo en los países desarrollados. No obstante, «subrayamos que, junto a tales progresos históricos, grandes y valiosos, se constata un deterioro de la ética, que condiciona la acción internacional, y un debilitamiento de los valores espirituales y del sentido de responsabilidad. Todo eso contribuye a que se difunda una sensación general de frustración, de soledad y de desesperación. […] Nacen focos de tensión y se acumulan armas y municiones, en una situación mundial dominada por la incertidumbre, la desilusión y el miedo al futuro y controlada por intereses económicos miopes». También señalamos «las fuertes crisis políticas, la injusticia y la falta de una distribución equitativa de los recursos naturales. […] Con respecto a las crisis que llevan a la muerte a millones de niños, reducidos ya a esqueletos humanos —a causa de la pobreza y del hambre—, reina un silencio internacional inaceptable»[27]. Ante este panorama, si bien nos cautivan muchos  avances, no advertimos un rumbo realmente humano”.

En el mundo actual los sentimientos de pertenencia a una misma humanidad se debilitan, y el sueño de construir juntos la justicia y la paz parece una utopía de otras épocas. Vemos cómo impera una indiferencia cómoda, fría y globalizada, hija de una profunda desilusión que se esconde detrás del engaño de una ilusión: creer que podemos ser todopoderosos y olvidar que estamos todos en la misma barca. Este desengaño que deja atrás los grandes valores fraternos lleva «a una especie de cinismo. Esta es la tentación que nosotros tenemos delante, si vamos por este camino de la desilusión o de la decepción. […] El aislamiento y la cerrazón en uno mismo o en los propios intereses jamás son el camino para devolver esperanza y obrar una renovación, sino que es la cercanía, la cultura del encuentro. El aislamiento, no; cercanía, sí. Cultura del enfrentamiento, no; cultura del encuentro, sí»[28]”.

Esta continuidad en el pensamiento económico de la Iglesia durante la gestión de Francisco inclusive se puede apreciar en temas más específicos como por ejemplo la propiedad privada a la cual caracteriza como un “derecho secundario” (2021:7), al observar el planteamiento realizado en el texto denominado “Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia” elaborado por el Pontificio Consejo “Justicia y Paz” (2004: 55):

“La tradición cristiana nunca ha aceptado el derecho a la propiedad privada como absoluto e intocable: «Al contrario, siempre lo ha entendido en el contexto más amplio del derecho común de todos a usar los bienes de la creación entera: el derecho a la propiedad privada como subordinada al derecho al uso común, al destino universal de los bienes» . El principio del destino universal de los bienes afirma, tanto el pleno y perenne señorío de Dios sobre toda realidad, como la exigencia de que los bienes de la creación permanezcan finalizados y destinados al desarrollo de todo el hombre y de la humanidad entera373. Este principio no se opone al derecho de propiedad, sino que indica la necesidad de reglamentarlo. La propiedad privada, en efecto, cualquiera que sean las formas concretas de los regímenes y de las normas jurídicas a ella relativas, es, en su esencia, sólo un instrumento para el respeto del principio del destino universal de los bienes, y por tanto, en último análisis, un medio y no un fin

Ahora bien, la gestión del Papa Francisco también se ha caracterizado por comunicar con mayor frecuencia en relación a sus antecesores las preocupaciones de la Iglesia en relación a las consecuencias de diversas índole (incluyendo las económicas) de los problemas ambientales, siendo esa la razón fundamental de la elaboración de la Encíclica Laudato Si sin por ello dejar de reconocer en dicho documento la importancia de planteamientos previamente realizados sobre el tema por Paulo VI, Juan Pablo II y  Benedicto XVI.

Dados los argumentos anteriores luce razonable afirmar que durante el mandato papal de Francisco, se mantienen los lineamientos generales del pensamiento económico de la Iglesia realizando los ajustes pertinentes que el contexto demanda, siempre entendiendo que la actividad económica es un medio que contribuye a la realización del Proyecto de Vida del Ser Humano.

 


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Francisco. (2013). “Primer Saludo del Santo Padre Francisco”. Disponible: https:// www.vatican.va. Fecha de Consulta: 20 de Febrero de 2022.

Francisco. (2015). “Laudato Si”.  Disponible: https:// www.vatican.va. Fecha de Consulta: 20 de Febrero de 2022.

Francisco. (2020). “Fratelli Tutti”. Disponible: https:// www.vatican.va. Fecha de Consulta: 20 de Febrero de 2022.

Francisco. (2021). “Videomensaje del Santo Padre Francisco con motivo de la 109 reunión de la Conferencia Internacional del Trabajo”. Disponible: https://www.vatican.va. Fecha de Consulta: 20 de Febrero de 2022.

Juan XXIII. (1961). “Mater et Magistra”. Disponible: https:// www.vatican.va. Fecha de Consulta: 20 de Febrero de 2022.

Juan Pablo II. (1991). “Centesimus Annus”. Disponible: https:// www.vatican.va. Fecha de Consulta: 20 de Febrero de 2022.

Pontificio Consejo “Justicia y Paz”. (2004). “Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia”. Disponible: https:// www.vatican.va.  Fecha de Consulta: 20 de Febrero de 2022.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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