“El Pacificador”: el Morillo de Suniaga | Por: Carolina Jaimes Branger

 

Carolina Jaimes Branger

 

Acabo de terminar de leer el último libro de Francisco Suniaga, “El Pacificador”. Al llegar al final, tuve una mezcla de sentimientos que fueron desde el no querer que se acabara, como suele sucederme cuando el libro que leo me atrapa, pasando por la vergüenza conmigo misma de no saber quién realmente era un personaje de nuestra historia de la envergadura de Pablo Morillo, como la gran admiración por la magnífica prosa de Francisco, que cada vez se supera a sí mismo. He leído (¿o debería decir “me he comido”?) todos sus libros y este, este es la joya de la corona.

Debo confesar, como dije antes, que del general Pablo Morillo sólo sabía de la reunión entre él y el libertador Simón Bolívar en Santa Ana, Trujillo, en diciembre de 1820. Lo estudié en el colegio como un acontecimiento significativo en la historia de las guerras de independencia de América Latina, porque representó un intento de diálogo entre dos figuras clave en un contexto marcado por el conflicto y la inestabilidad política, donde ambos líderes estaban conscientes de que la prolongación de la guerra traía consigo devastadoras consecuencias para la población y el territorio. Por ello, la necesidad de encontrar un camino hacia la paz fue un factor determinante para llevar a cabo la reunión.

También sabía que ésta se había llevado a cabo, contradictoriamente, en la misma casa donde Bolívar había lanzado el infame decreto de guerra a muerte, que era propiedad de un comerciante de origen escocés, de nombre Jacobo Antonio Roth y que ambos habían pernoctado en la misma casa. Pero más allá, me reprocho no saber más. Por ejemplo, nunca supe que Morillo había llegado a Venezuela en 1815 (yo creía que había venido sólo para la firma del armisticio) ni que había luchado en la batalla de Trafalgar, ni de su participación activa en los conflictos de la época, donde despegó su carrera militar, gracias a su capacidad táctica y de liderazgo. Hijo y nieto de campesinos, no era usual, si no era particularmente bueno, que ascendiera rápidamente en el escalafón militar. Y por eso Fernando VII lo escoge: era él el indicado para enfrentarse a la fuerte ola de movimientos independentistas en América Latina, con la misión de restablecer el control español sobre las colonias rebeldes.

El general se ganó el apodo de “Pacificador” debido, primero, porque pacificar las colonias era su misión, la que enfocó en un principio en restablecer el orden y la legalidad en las zonas bajo su mando. Sin embargo, con el devenir de los acontecimientos, este título es contradictorio con las medidas represivas que adoptó, que generaron descontento y resistencia entre la población local.

La prosa de Suniaga se explaya y es una delicia en sus descripciones sobre cómo veía un español nacido en el siglo XVIII la “Tierra Firme”, como nos llamaban. Desde los detalles que componen la naturaleza, hasta los comportamientos humanos de los mantuanos hasta los todavía esclavos. Por ejemplo, hay un párrafo sobre los mantuanos que es maravilloso:

“Derrotado repetidas veces en los casos, había terminado por admitir como cierto algo que le habían dicho sólo ocurría en Caracas: los blancos mantuanos eran todos primos hermanos entre sí, en algún grado. Al principio lo había creído una triquiñuela para aspirar a alguna titularidad o ventaja. Estaba equivocado. En efecto, todos eran descendientes de un puñado de conquistadores y primeros pobladores, cruzados entre sí a lo largo de trescientos de años y sus lazos formaban un nudo gordiano consanguíneo imposible de desanudar”.

Llama a la reflexión que las impresiones de entonces siguen actuales, tan actuales que dan miedo… ¿será que siempre seguiremos en lo mismo? ¿Continuaremos detrás de quienes nos deslumbran y no de quienes nos iluminan?

Por eso los invito a leer al Pablo Morillo de Suniaga, una figura compleja dentro de la historia militar y política de España y sus colonias. Su papel como el “Pacificador” refleja tanto la lealtad a una monarquía en crisis como los desafíos que enfrentó en un continente en transformación. Su legado, lleno de matices, invita a una reflexión sobre el impacto de sus acciones en la historia de Hispanoamérica, la transición hacia la independencia y lo que hemos hecho con ella.

 

@cjaimesb

 

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