Por aquellos días de 1968 comencé a escribir en el diario El Tiempo, la Columna de Jovar. Era deportiva. La primera vez que fui al diario El Tiempo a instancia de Guillermo Briceño, me atendió Cornelio. Le llevaba unos garabatos hechos a mano. El propio Cornelio luego de “descifrar los jeroglíficos” me los pasaba en máquina hasta que le compré una al maestro Hermes Valecillos. Era una de las anécdotas favoritas de nuestro amigo refiriéndose a este servidor.
Cornelio era una institución en el diario El Tiempo. Después coincidimos en el rotativo de don Luis Mazzarri, cuando me tocó hacerme cargo de la sección de deportes en par de oportunidades y en el diario El Trujillano, del cual el muchachote de Motatán fue director. Entregó toda su vida al periódico hasta su reciente desaparición.
Pese a las tormentas que a veces se desataban entre tirios y troyanos en el periodismo regional y en especial en aquellas famosas elecciones del Colegio Nacional de Periodistas, seccional Trujillo, Cornelio, seguía siendo el mismo colega amable, del saludo respetuoso y de la invitación a tomarse una cervecita que no podía faltar: “Vamos, vamos a echarnos una” era su grito de batalla para entrarle al dios Baco, aun cuando era “más la bulla que la cabuya” a la hora de libar licor.
En la mañana de ayer comenzaron a llegarme mensajes de la muerte de Cornelio. Me impactó demasiado. Es que estamos tan aferrados a esta vida que jamás llegamos a pensar en la muerte. Personajes como Cornelio parecieran eternos iluminados por la fuente de la juventud, desconociendo aquello de “polvo eres y en polvo te convertirás”.
El periodismo trujillano ha sufrido una gran pérdida. Se ha ido toda una leyenda, una institución especialmente para el periódico que fundaran don Luis Mazzarri, Luis Gonzaga Matheus y Andrés Atilio Miliani. Otro viejo guerrero de la tinta y el papel ha cumplido con su ciclo en esta Viña del Señor. Con estas cortas líneas quiero dejar así constancia públicamente del aprecio y la amistad que siempre mantuvimos con Cornelio Viloria Morales.
Descanse en paz amigo.