Santander, 13 mar (EFE).- La incertidumbre y el miedo al contagio que sintieron los sanitarios hace un año cuando los hospitales empezaron a llenarse de pacientes con coronavirus, pasa doce meses después al cansancio, sobre todo emocional, y a la rabia de ver que los datos de infectados o muertos por la enfermedad son ahora solo cifras.
«Estamos normalizando que haya no se cuantos muertos al día», lamenta Marina González, enfermera, que junto a sus compañeras, la médico Ana García Miguelez y la auxiliar Guadalupe Vizcaya han querido ser para EFE la cara de los sanitarios que se enfrentaron a la «vorágine» que ha traído la pandemia desde una de las unidades más complejas de la atención sanitaria, una UCI.
Hace ahora un año la UCI del Hospital Marqués de Valdecilla, de Santander, donde trabajan Ana, Marina y Guadalupe no contaba con ningún paciente covid y, de hecho, los enfermos con coronavirus ingresados en ese centro se contaban con los dedos de las dos manos.
Sin embargo, una semana después de que el primer paciente con covid ingresara en la UCI del hospital cántabro, esta unidad empezó a desbordarse, con más enfermos a atender que los que era habitual, con cuadros clínicos muy graves y con días y días por delante de ingreso en cuidados intensivos.
La médico de esta unidad apunta a treinta o más días los que han permanecido muchos pacientes con coronavirus en la UCI y lo que suponía tener que entrar en la unidad «más incómodo», con una triple protección y ante una enfermedad desconocida.
Ana García Miguelez quiere también rectificar a los que hablan de que este virus solo afecta gravemente a las personas mayores, porque por la UCI de Valdecilla han pasado personas sanas de 30 años, embarazas e, incluso, niños con secuelas que les ha dejado la covid. «Esta enfermedad puede afectar y poner muy grave a personas de todo rango de edad», advierte esta médico.
Y un año después de que el coronavirus entrara en nuestras vidas, Ana avisa de que ahora los pacientes con la covid en la UCI son más jóvenes, pero también llegan a cuidados intensivos antes de estar en una situación crítica y los profesionales tienen «más experiencia», están «más coordinados» y aplican los tratamientos «más individualizados» para personas que ingresan con coronavirus.
La médico, la enfermera y la técnico en cuidados auxiliares de enfermería de la UCI del Hospital de Valdecilla coinciden en lo «duro» que es seguir trabajando y esperar a «ver la luz», que creen que está llegando con las vacunas, pero sienten «cansancio» y «rabia» cuando ven que los ciudadanos se relajan.
A pesar de los miles de fallecidos por la covid y de que en España la cifra de muertos diaria sigue superando el centenar, un año después de que algunos hospitales empezaran a colapsar, algo que reconocen que no pasó en Valdecilla, estas profesionales piden a los españoles que sean «lo más responsables y lo más prudentes posible».
«Es el momento de acabar con esta pandemia. Si no estamos a cero casos y con las UCI a medio gas, no se puede estar abriendo porque volvemos al principio», alerta sobre permitir la movilidad entre comunidades Marina González Parcha, con siete años de trabajo en cuidados intensivos y con la pena de que el coronavirus se estén «normalizando».
Y esta enfermera quiere también recordar a los ciudadanos que habrá «más semanas santa, más fiestas, más reuniones y más oportunidades, pero ahora mismo es tiempo de salir adelante, porque supone no solo la vida de las personas mayores». «Ahora mismo, al igual que el año pasado, lo importante es remar en la misma dirección», opina.
Aunque ninguna de las tres cree que los aplausos del confinamiento del primer estado de alarma en España se hayan olvidado, porque saben que la sociedad estima su trabajo y lo valora, Ana, Marina y Guadalupe piden solidaridad.
Su familia profesional, la que han creado con sus compañeros en la UCI por esta pandemia, es lo positivo que sacan estas sanitarias de estos doce meses con el coronavirus, en los que su grupo burbuja ha estado formado por las mismas personas que ven todos los días en su trabajo, porque, incluso, algunas de ellas han dejado su casa para vivir solas y no tener que preocuparse del miedo al contagio de los suyos.