El Mercado de Valera / Por Jesús Matheus Linares

Sentido de Historia

 

 

 

El 28 de febrero de 1938, fue una fecha importante para la transformación comercial de Valera. El gobierno nacional presidido por el general Eleazar López Contreras aportó los recursos a través del Ministerio de Obras Públicas, el recordado MOP; era presidente del estado Trujillo, el general Federico Araujo y otro general, Rafael José Gabaldón, era el gobernador de Valera, en ese entonces así se denominaban los cargos del Poder Ejecutivo, cuando ese día 28 de febrero se inauguró el Mercado Municipal de Valera, una moderna estructura para la época que estaba ubicada en la avenida Bolívar, entre calles 12 y 11, en pleno centro de Valera.

Valera estaba creciendo y necesitaba un local donde los valeranos asistieran a diario a comprar los insumos alimenticios para sus hogares. Allí venían desde otros pueblos foráneos a “las siete colinas”, pequeños productores del campo, a ofrecer sus hortalizas, verduras y legumbres. Se compraban todos los productos prácticamente acabados de arrancar de la madre tierra, “bien frescos”; había una sección para las carnes, donde estaban los primeros “matarifes” que conoció la ciudad, Tomás Briceño, “Polo” Parra, Silvestre Viloria, y Armando Fajardo. Los huesos de las reses los cortaban en unos enormes troncos con unas hachas.

Luego con el pasar de los años, el espacioso local del Mercado fue creciendo y en la segunda planta del mismo, empezaron sus primeros locatarios a tener sus pequeñas bodegas, donde uno conseguía de todo, cilantro, ajíes dulces, chimó, manteca de puerco, velas de cebo, palos de canela, tomillo, pepinos, tomate cherry, caraotas frescas, blancas, negras y rojas, zanahorias, papas, remolachas, lechuga, repollo, apio, yuca, batata, arvejas, frijoles, arroz, berenjenas, donde recordamos a Marcial González y a Rafael Chinchilla.

 

 

 

 

Allí comenzaron en el comercio de víveres al detal, Francisco Abreu, Jesús Hernández, Cristóbal “El Catire” Parra, con su quesera, Lino Briceño, Pedro Albarrán, entre otros. Se conseguía lo que uno buscara, onoto, azafrán, fideos, “charaimas” –las latas de sardinas, con las que luego se hacían los escobillones –escobas artesanales-, por solo nombrar algunas.

Estaba la sección de alimentos calientes, comida donde comenzaron Edicta Mora y Catalina, y que luego por el enorme número de comensales que iban a diario a degustar sus exquisiteces decidieron abrir locales en diversos puntos de la ciudad. Edicta Mora se fue a la entrada de Santo Domingo, donde preparaba un “mondongo” súper especial y Catalina se mudó a cuadra y media del mercado. El betijoqueño Manuel Peña, con su inolvidable “Tequendama”, y el restaurant “El Trieste” eran los lugares de categoría para comerse un buen asado o un pasticho.

De niño recuerdo recorrer el mercado y disfrutar de toda la variedad de alimentos y productos que se ofrecían hasta las cuajadas envueltas en hojas de plátano y las pelotas de cacao, y en la subida para el segundo piso, estaba el señor Manuel, con su lata enorme de galletas “El Sol”, donde con su grito ensordecedor de “meta la mano mi niño”, hacían que mi abuela Natividad o Mery, mi madrina, sacarán un medio (0,25 céntimos de un bolívar) para comprar unas enormes chupetas caseras envueltas en papel celofán y con un palo de helado, poder saciar la petición infantil.

En las adyacencias del mercado, estaban Pedro Urquiola con su bodega “18 de Octubre”, donde se conseguía aceite de tártago, purgantes para caballos, kerosene, creolina, fique, y lo que a usted se le ocurriese buscar; Ramiro Uzcátegui con “La Colmena”, donde se ofrecía comida, víveres y una “cervecita bien helada”; así como los billares de “Chiquito mío”; la casa de empeño de Chiricote de Víctor Paredes, papá de Antonio y Víctor Paredes, éste último célebre por haber sido el cátcher del “Proletarios” .

Luego vinieron, Ramón Pineda, Alfonso Viloria, Francisco Aguilar, Américo Figueredo, Abelardo Torres, Sixto Pineda, Jesús “Chuy” Linares, los hermanos Pánfilo y Jesús González, quienes también abrieron prósperos establecimientos comerciales. En la esquina de la calle 11 con avenida Bolívar “León García y sucesores” ofrecía arepas, empanadas, café y licores. Toda esa gran manzana, era el “Downtown” financiero de la ciudad.

jmateusli@gmail.com

 

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