El mapa que el cerebro tiene de nuestro cuerpo no cambia tras una amputación

Ilustración de los mapas de actividad cerebral para la mano (mostrados en rojo) y los labios (azul) antes de la amputación y 3, 6 y 18 meses después de la amputación. Crédito: Tamar Makin/Hunter Schone/Universidad de Cambridge/SOLO USO EDITORIAL

Redacción Ciencia, 21 ago (EFE).- En contra de lo que se creía, el mapa que el cerebro tiene del cuerpo permanece inalterado incluso tras la amputación de una extremidad. Un descubrimiento que puede tener implicación en el tratamiento del dolor del miembro fantasma o en el control de las prótesis robóticas.

Hasta ahora, la opinión genera era que, tras una amputación, el mapa cerebral se reorganizaba para compensar la pérdida, un extremo que contradice un estudio a cargo de investigadores británicos y estadounidense que publica Nature Neuroscience.

Los mapas cerebrales de antes de la amputación de una mano y los de hasta cinco años después no mostraron indicios de esa supuesta reorganización, sino que permanecieron estáticos e inalterados.

La corteza somatosensorial del cerebro tiene un mapa con diferentes regiones que corresponden a las distintas partes del cuerpo. Por ejemplo, tocar algo caliente con la mano activa una región del cerebro situada justo encima de la oreja.

A pesar de la creencia de que las regiones vecinas en ese mapa se reorganizan y asumen el control del área antes asignada a la extremidad ausente, la mayoría de personas sienten sensaciones vívidas en la extremidad fantasma, como picor o dolor.

Además, los estudios de imágenes cerebrales en los que se pide a personas amputadas que muevan los dedos ausentes han mostrado patrones cerebrales similares a los de las personas que sí los tenían.

El equipo con investigadores de las universidades de Cambridge (Reino Unido) y Pittsburgh decidió estudiar esa contradicción y eligieron a tres personas a las que estaba previsto amputar un mano.

La región correspondiente a la mano y los dedos está, en la corteza somatosensorial, junto al área que representa los labios, la nariz y los ojos. Así, los investigadores analizaron los mapas de las manos y los rostros de los pacientes antes y después de la cirugía.

Antes de la amputación, los tres podían mover los cinco dedos y, durante una resonancia magnética, se les pidió que lo hicieran y que, además, fruncieran los labios, para crear los mapas personales de esa partes de cuerpo.

Tres y seis meses después de la intervención quirúrgica repitieron la actividad frunciendo los labios e imaginando que movían de forma individual los dedos. A uno de los participantes se le volvió a escanear 18 meses y a otro cinco años más tarde.

Al comparar los mapas de antes y después de perder la mano, se vio que la región cerebral correspondiente se activaba de manera casi idéntica y que la zona dedicada a los labios no había sustituido a la de la extremidad desaparecida.

“Teniendo en cuenta que la corteza somatosensorial es responsable de interpretar lo que ocurre dentro del cuerpo, resulta sorprendente que no parezca saber que la mano ya no está ahí”, destacó la investigadora de la Universidad de Cambridge Tamar Makin.

El equipo comparó esos resultados con los de 26 personas a las que hacía una media de 23,5 años que les habían amputado una extremidad superior.

Las representaciones cerebrales de la mano y los labios en ese grupo eran similares a las de los tres pacientes iniciales, lo que sugiere una evidencia a largo plazo de la estabilidad de las representaciones en el cerebro.

El estudio también explica por qué los enfoques terapéuticos centrados en restaurar la representación de la extremidad en el mapa cerebral han tenido un éxito limitado en el tratamiento del dolor del miembro fantasma.

Según los científicos, las terapias más prometedoras implican replantearse cómo se realiza la cirugía de amputación. Reconectar las partes restantes de los nervios dentro del muñón con nuevos músculos o piel podría impedir que estos envíen al cerebro señales que contribuyen a la sensación de dolor.

Los tres participantes tenían un dolor considerable en la extremidad antes de la amputación, pero solo uno se sometió a una compleja y novedosa intervención para injertar los nervios en un nuevo músculo y ya no siente dolor. A los otros dos, que tuvieron un tratamiento estándar, aún les duele la extremidad fantasma.

Los hallazgos tienen implicaciones para el tratamiento del dolor del miembro fantasma y sugieren que lograr una restauración fiable de la sensibilidad y controlar las prótesis robóticas mediante interfaces cerebro-ordenador puede ser más viable a largo plazo de lo que se pensaba.

Este avance posibilita avanzar “hacia la siguiente frontera”.

Acceder a detalles más precisos del mapa de la mano, como distinguir la punta del dedo de la base, y restaurar los aspectos cualitativos y ricos de la sensación, como la textura, la forma y la temperatura”, según Hunter Schone, de la Universidad de Pittsburgh.

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