En la calle 13 con avenida 14, encontramos la iglesia San José. Cómo olvidar los días más hermosos de mi infancia compartiendo con otros niños las lecciones de catecismo para poder hacer la primera comunión. Uno, no sabía si ponerle atención a las enseñanzas de la catequista o a los llamativos ojos azules que le acompañaban, era demasiada belleza junta.
Un sábado, la catequista se retiró por unos minutos, siendo aprovechado por los muchachos para iniciar una amena conversación, no sabemos en qué momento apareció la robusta figura de Monseñor Cardozo, y nos ha dado un señor jalón de orejas que estremeció el cuerpo de aquellos infantes que no llegaban a los 9 años… Hoy, creo que este cura se equivocó de profesión.
Los domingos, en misa, no podía observar a una muchacha con un vestido llamativo, porque le formaba tremendo zaperoco, utilizando el micrófono le manifestaba a viva voz: “Esa señorita, la del vestido rojo, me hace el favor y se me sale de la iglesia«. Las damas optaban por cambiarse para la iglesia San Juan Bautista, donde Monseñor Contreras era todo un amor en compasión, respeto y generosidad.
A gozar…
De la iglesia recuerdo las fiestas al santo patrono San José, se realizaban a cielo abierto en el parque infantil ubicado donde hoy se encuentra la Unidad Educativa “Padre Blanco”, la fiesta era colectiva, todos compartían como en familia. Venezuela era de tanta prosperidad económica, que la mayoría de lo que se vendía al público costaba un real (0,50 céntimos de un bolívar). El dólar no llegaba a 5 bolívares.
“El Loco Pancho”
Vivía frente a la iglesia San José, fue un recio peleador callejero con una pegada fulminante, tenía una fuerza sobrenatural. Antes de escenificar alguna trifulca, se hacía la señal de la cruz para no perder frente a su contrincante. Llamaba la atención que después de la férrea confrontación, los peleadores se daban la mano, como señal de respeto por los numerosos golpes que se habían dado minutos antes.
“El loco Pancho”, tenía una técnica que el mismo inventó a la hora que deseaba tomarse una caja de cerveza y estaba “más limpio que bolsillo de desempleado”. Llegaba al bar El Porvenir (calle 14 con Av. 15) y apostaba con los presentes a que metía los dedos de su mano derecha en la “cuchilla de luz eléctrica de 120 voltios”. Por un minuto aguantaba el corrientazo que a cualquiera mandaría para el “pueblo de las cruces” (cementerio). Luego de recibir el respectivo aplauso de los concañeros, iba recogiendo los 50 bolivarianos para comprar la caja de cerbatanas y tomárselas él solito.
Algunos incrédulos decían que “Pancho” tenía pacto con el diablo, este, por su parte, manifestaba que todo estaba en la mente; al no haber miedo a la descarga eléctrica, se le quitaba fuerza.
Las Delicias
Sector valerano de la calle 13 con Av. 15 y 16, en la cercanía de la iglesia San José… Hace 70 años fue uno de los lugares más alegres de nuestra comarca. Los días navideños, la fiesta duraba varios días. Los juegos tradicionales sobresalían, el baile en la calle ponía la nota alegre. Se destacaba el pan caliente de Mario Jerez, a las 4 de la tarde había que hacer cola para la compra respectiva. En La Valerana, panadería de Hortensio Hernández, el “Pan V. 14, se hacía famoso en el occidente venezolano”, en el Lasso de la Vega, el pan cachito arrasaba.
Entre los bodegueros vecinos a la iglesia, recuerdo a “Nazario”, elaboraba una colita tan sabrosa que se llevó el secreto a la tumba. Trino, acaparaba la clientela con su famoso “queso de año” y su jocosa “mamadera de gallo” que le ayudó a aumentar la clientela… Felipe, se hizo famoso porque el negocio lo limpiaba un domesticado zamuro que de lo gordo casi no podía caminar… Juvenal sobresalía con sus 300 kilos de peso, le pagaba 5 bolívares al “Chingo” Eliodoro, para que lo llevara a Escuque a las 11 de la noche, en su camastrón de madera, a tomar el frío de la tierra de nubes.
Ramón, fue un próspero comerciante pero sumamente “agarrado”, no le daba “agua a Cristo”. Un día amaneció muerto dentro del negocio, lo fulminó un ataque al corazón. Los familiares, en las paredes del negocio encontraron miles y miles de bolívares que habían sido guardados por “Ramoncito”, quien no confiaba mucho en los bancos de la época.
Al cura le dio miedo
Un domingo, en plena misa de las 9 de la mañana, estaba la feligresía de la iglesia San José escuchando el sermón del señor cura, en ese momento, sin nadie esperarlo, hace su entrada “Amado”, quien fue campeón nacional de boxeo, solo le acompañaba un pequeño short y un gigantesco caucho de camión que causó más que asombro. Todos sabían que a “Amado”, el boxeo lo “dejó tocado de la cabeza”, por lo tanto, nadie se le acercó a sacarlo del recinto sagrado.
Un vecino optó por llamar a la policía, a los 10 minutos estaban allí los “rolitos” cumpliendo con su deber de brindar seguridad a la ciudadanía. Llegaron con el paso apurado, al darse cuenta que el personaje era “Amado”, el sargento pegó un gran frenazo y le manifestó a los gendarmes que lo acompañaban: “muchachos, este carajo tiene una pegada de piedra, mejor nos vamos y que la guardia nacional se encargue de esta situación”.
Parece que los rezos del señor cura y los feligreses presentes hicieron efecto en la cabeza perturbada de “Amado”, este abandonó el pesado caucho, se hizo la señal de la cruz, y se marchó en el más completo silencio… Y colorín, colorado, hasta aquí hemos llegado.