Bailar al son que le toquen es una frase popular que todos hemos escuchado y que nos puede transportar a un juego infantil tradicional como la silla musical, esa que hoy puede ser más importante que nunca en la vida política del país, sólo si sabemos entender lo que él nos puede enseñar.
Quienes desde hace casi un cuarto de siglo nos gobiernan, se han asegurado la selección de un DJ que sirva para sus fines y ponga la música que más les convenga, pero ese DJ hace rato que suena desentonado con las masas, hace mucho que se desconectó de su verdadero propósito y sigue el de un grupo pequeño que pretende quedarse con la silla, haciendo uso de cualquier artimaña, incluso con el tiempo que, al menos momentáneamente, parece estar a su favor. Se ha acostumbrado a poner y quitar sillas a su antojo sin aviso y sin consideración ni de las reglas ni de los participantes, que dicho sea de paso también puede buscarlos a conveniencia.
Es un DJ desacreditado y con una sombra de falsos positivos enorme. Sin duda el organismo que más noches y madrugadas tristes y frustraciones ha dejado para la historia que le contaremos a nuestros hijos. Pero sigue poniendo la música, ha cambiado de cara, pero no de práctica, ha cambiado de nombre, pero no de bando, ha cambiado de género incluso pero no el cinismo con el que cumple la función que le ha sido encomendada.
Aunque las reglas estén viciadas, hay elementos dentro del juego que escapan al control del DJ, y es que mantenerse en competencia o ser eliminado pasa por la estrategia de cada jugador, así como lograr sobrellevar la inestabilidad y la incertidumbre de un ambiente como el nuestro. Porque si hay algo seguro en el juego de la silla y en Venezuela, es que pasar del ascenso a la caída puede suceder en un abrir y cerrar de ojos.
La silla es una sola, sí, al final es una y sin importar cuántos jugadores haya, a veces —y somos la muestra de eso— el más idóneo e inteligente no es el que la ostenta, sino justamente lo opuesto. Bien decía Churchill que «la principal diferencia entre los humanos y los animales es que los animales nunca permitirían que los lidere el más estúpido de la manada». Pero el juego es finito y su ciclo amerita reiniciarse y renovarse cada cierto tiempo, ahora estamos en el punto de partida y aunque parece que la mejor jugadora puede quedarse al margen, quizás algún as bajo la manga nos sorprenda a todos. Esperamos que así sea, porque es imperativo recordar que bajo ninguna excusa se puede ganar la silla sin competir por ella, ya la historia reciente nos ha pasado factura por haber preferido quedarnos como observadores mientras el DJ pone el son que quiere y asegura que la silla sea para su elegido.
La influencia que tiene o que parece tener el azar en la política nacional y en el juego de la silla siempre deja un espacio para la eliminación por eventos imprevistos, cambios en las circunstancias y hasta la misma música y su son aleatorio, es por eso por lo que los tiempos de un cronograma no son los únicos que marcan la ruta, algunas veces son los jugadores quienes pueden con determinación ganar la silla, aunque el fin no sea ése, pero sí el paso primero y el más importante.
Lo cierto es que la silla puede ser un juego cruel, vamos girando al son que nos toca el DJ, pareciera por momentos que no hay nada de qué preocuparse o que vivimos un momento feliz, pero la música se va a detener las veces que sea necesario hasta conseguir un ganador y para nosotros, esa música ya tiene fecha para detenerse. Algunos hablan del 28 de julio, otros del 25 de marzo, de cualquier forma anhelamos que la silla la gane el mejor, no el que ha arrancado ya con ventaja, pero sobre todo esperamos que quien gane la silla lo haga para inspirar, para guiar y liderar el proceso de reconstrucción más significativo de nuestra vida contemporánea nacional porque necesitamos como nunca antes, y citando a John Adair, de un líder que sepa «cómo liberar el poder de los demás», para que las más grandes reservas de petróleo probadas del mundo, el potencial turístico y todo lo que Venezuela tiene para ofrecer comience a generar riqueza y bienestar para todos los venezolanos. El futuro del país está en juego.
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