El escritor estadounidense Nicholas Carr (nac. 1959) publicó en el año 2011 una obra titulada: ‘Los Superficiales. Lo que el internet está haciendo a nuestros cerebros’ (1). Esta obra fue un bestseller del New York Times y ha sido sumamente elogiada. Ha sido traducida al castellano y publicada por Editorial Taurus en 2011 y también hay una entrada en Wikipedia con un resumen de la obra. En realidad es tan importante que debería ser tema de foros en universidades, ateneos y centros culturales. Un hermano mío me la regaló hace años pero yo la había extraviado y hace poco la encontré y la he leído.
Veamos los aspectos esenciales. Nicholas Carr refiere todas las evidencias científicas de que el cerebro es maleable y que durante toda la vida hay una neuroplasticidad, es decir, continuamente se crean nuevos circuitos neuronales y nuevas neuronas. Así dice: «La evolución nos ha dado un cerebro que literalmente puede cambiar su mente – una y otra vez. Ahora sabemos que nuestras maneras de pensar, percibir y actuar no están totalmente determinadas por nuestros genes. Tampoco están determinadas por nuestras experiencias durante la niñez. Las cambiamos por medio de la manera en que nosotros vivamos” (Pag. 31). En efecto, hay evidencias de que todo lo que pensemos o hagamos, tiene un efecto sobre nuestro cerebro y cuanto más repetimos eso que pensemos o hagamos, entonces más se desarrollarán y reforzarán los circuitos neuronales cerebrales relacionados con eso que pensemos o hagamos. Entonces resulta que cuando las personas navegan mucho por internet, es muy frecuente que reciban una información fragmentada, pildoritas de información que muchas veces son inconexas, sobre muy diversos temas, de tal manera que el cerebro se acostumbra y desarrolla circuitos neuronales para esa manera de recibir información, con frecuentes interrupciones, de una manera precipitada, y con una distracción continua de la mente que brinca de un lugar a otro (de un link para otro link). El cerebro desarrolla circuitos neuronales para procesar ese estilo de información caleidoscópica de breves informaciones superficiales sobre múltiples temas muy diversos. Pero Carr asevera que eso es muy distinto a concentrarse de una manera calmada en la lectura de un libro haciendo un esfuerzo profundo y sostenido durante un tiempo prolongado y haciendo un análisis crítico del contenido de la obra. Como dice Carr: “A medida que aumentamos el tiempo dedicado a revisar páginas web y disminuye el tiempo que dedicamos a leer libros (…) A medida que aumenta el tiempo que dedicamos a saltar a través de los links y disminuye el tiempo que dedicamos con calma a una reflexión y contemplación, los circuitos neuronales que sustentan esas antiguas funciones intelectuales y búsquedas, se debilitan y comienzan a fracturarse. El cerebro recicla las neuronas y conexiones sinápticas que ya no son utilizadas” (Pag. 120). Dicho en otras palabras, el cerebro disminuye los circuitos neuronales para concentrarse en un estudio a fondo de una obra. De hecho, Carr refiere estudios y evidencias experimentales de que las personas que utilizan mucho el internet disminuyen su capacidad de analizar e interpretar correctamente un texto (Pag. 140).
Por otra parte, el escritor estadounidense James R. Flynn (nac. 1934) descubrió que los puntajes de las pruebas (tests) de inteligencia (I.Q.) aumentaron unos 3 puntos en cada década durante el siglo XX. Actualmente se conoce como ‘Efecto Flynn’ y ha sido interpretado sobre la base de que las poblaciones han desarrollado progresivamente más capacidad para un razonamiento abstracto. No obstante Nicholas Carr analiza ese Efecto Flynn y proporciona evidencias y estudios de que ese incremento del I.Q. no se puede atribuir al internet, ya que la utilización de éste último ha sido sobre todo desde los años 1990. En realidad las evidencias ya indican que el uso muy frecuente y prolongado del internet ocasiona una disminución del I.Q. (Pags. 144-148). Recientemente Nicholas Carr en una entrevista a BBC News Mundo el 4 de febrero de 2021 expresa: “Por desgracia mis predicciones sobre internet se han cumplido y son incluso peores de lo que se esperaba (,,,) Nos estamos volviendo menos inteligentes, más cerrados de mente e intelectualmente limitados por la tecnología” (2).
Después de ver todo esto mi apreciación es la siguiente. En el año 1998 Douglas S. Robertson publicó una obra titulada: ‘El Nuevo Renacimiento. Computadoras y el próximo nivel de civilización’ (3) en la cual expresa ideas muy optimistas sobre las computadoras y el internet. Esa obra me gustó mucho, pero durante los primeros años del siglo XXI ya era bastante obvio que el internet proporciona información muy fragmentada y superficial y a veces de muy dudosa calidad. De hecho, en fecha 23 de septiembre de 2006 publiqué un artículo en este diario titulado: ‘Lo bueno y lo malo del internet’ y ya hice referencia al peligro de ese estilo caleidoscópico superficial del internet que es lo más opuesto a sumergirnos profundamente en una buena obra. Indudablemente el internet constituye una valiosa fuente de información pero hay que aprender a utilizar lo bueno del internet evitando lo malo. Las personas nunca deberían dedicarse solamente al internet. Hay que combinar el uso del internet con la lectura y el estudio de las obras imperecederas del pensamiento y la cultura universal. En efecto, de ninguna manera el internet es suficiente y nunca se compara con estudiar y analizar las buenas obras que proporcionan argumentos bien razonados sobre muy diversos temas. NOTAS: (1) Nicholas Carr (2011) ‘The Shallows. What the Internet Is Doing to Our Brains’. W.W. Norton & Co. Todas las citas las he tomado de esta obra. (2) Nicholas Carr “Nos estamos volviendo menos inteligentes,,,,”. Lucía Blasco. BBC News Mundo, 4/02/2021) (3) Douglas S. Robertson (1998) ‘The New Renaissance. Computers and the Next Level of Civilization’. Oxford Univ. Press.