Ernesto Rodríguez (ernestorodri49@gmail.com)
Paul Bloom (nac. 1963), canadiense-norteamericano, ha sido Profesor de Psicología en la Universidad de Yale, y en su obra: ‘Cómo Funciona el Placer. La nueva ciencia de por qué nos gusta lo que nos gusta’ (2010) (1), plantea que el humano es ‘esencialista’ en sus gustos. Señala que el humano desde muy temprana edad tiene la tendencia a ‘clasificar’ todas las cosas de su entorno y a atribuir una ‘esencia’ a cada una. Por ejemplo, un niño considera que un tigre es un tigre porque tiene una ‘esencia’ que hace que sea un tigre, y aunque le cambien el aspecto externo, sigue siendo un tigre. Bloom además plantea algo que quizás es controversial: Insiste en que el humano siente gusto o placer según la ‘esencia’ que atribuya a eso que le proporciona placer, bien sea un objeto o un ser vivo. Además esa ‘esencia’ abarca diversos aspectos como la historia del objeto, el reconocimiento social del autor del objeto, etc.
Bloom comienza refiriendo el caso del jefe alemán nazi Hermann Göring (1893-1946) que durante la Segunda Guerra Mundial pagó mucho dinero por un cuadro del pintor holandés Johannes Vermeer (1632-1675). En realidad era una magnífica falsificación hecha por el pintor holandés Han van Meegeren (1889-1947). Al finalizar la guerra, las fuerzas aliadas arrestaron a van Meegeren por vender una pieza maestra a Göring. Entonces van Meegeren confesó que pintó una falsificación y para demostrarlo, durante seis semanas, rodeado de reporteros, exigió que le dieran morfina y alcohol, porque solamente así podía pintar, pero demostró que era un gran pintor y un falsificador genial de obras clásicas. Lo importante de reseñar es que Göring quedó muy decepcionado al saber que le habían vendido una copia y muchos críticos de arte supuestamente muy ‘expertos’, en un principio habían elogiado mucho las falsificaciones de van Meegeren como extraordinarios cuadros de Vermeer, pero cuando se descubrió que eran falsificaciones cambiaron y dijeron que obviamente eran falsificaciones y cuadros de mala calidad (Pags. 1-2 y 121).
Por otro lado, Bloom señala que diversos estudios evidencian que la manera en que pensemos sobre una comida o bebida antes de consumirla, tiene una influencia sobre el juicio que haremos sobre su sabor. Por ejemplo, cuando a varias personas les dieron Coca-Cola o Pepsi-Cola sin saber lo que tomaban, los estudios con escaneo de ‘resonancia magnética cerebral’ (fMRI) indicaron que el llamado ‘sistema de recompensa cerebral’ (que tiene que ver con la satisfacción), se iluminaba, es decir, se activaba igual en los participantes ante las dos marcas de bebida. Pero cada participante tenía su preferencia por Coca-Cola o Pepsi-Cola, y cuando se repetía el experimento y se les decía que iban a consumir Coca-Cola, los que preferían esta bebida tenían una mayor activación de tal ‘sistema de recompensa cerebral’ cuando la bebían, que cuando les decían que iban a beber Pepsi-Cola y la bebían. En el caso de los que preferían Pepsi-Cola ocurría algo similar pero opuesto (Pags. 45-48).
Lo mismo se ha encontrado con vinos. En un experimento se ofreció el mismo vino a varias personas, pero cuando se les decía que ese vino costaba solamente 10 dólares les gustaba menos que cuando se les decía que costaba 90 dólares, y los estudios con fMRI cerebral encontraron lo mismo que en los estudios con Pepsi-Cola y Coca-Cola. Paul Bloom lo describe así: “Si usted espera que sepa mal y lo bebe, entonces le sabe mal” (Pag. 48).
Bloom también refiere que la población norteamericana atribuye gran importancia al agua de marca Perrier, pero Bruce Nevins, fundador de esa agua en Norteamérica, en un show sólo fue capaz de distinguir a ciegas el agua de esa marca Perrier entre siete botellas con agua de grifo embotellada después de 5 intentos (Pag. 44). Bloom también cuenta el caso del conocido autor húngaro Arthur Koestler (1905-1983) que en su obra: ‘El Acto de Creación’ (1964) refiere el caso de una amiga llamada Catherine, que recibió como regalo un cuadro que ella pensó que era una copia de un cuadro del famoso pintor español Pablo Picasso (1881-1973) y estaba contenta. Pero cuando supo que era un original se entusiasmó y le insistía a Koestler en que “ahora ella veía el arte de manera diferente”, pero Koestler se molestó y calificó su actitud como “esnobismo” (Pags. 119-120).
Bloom también refiere el experimento que se hizo con el violinista estadounidense Joshua Bell (nac. 1967) considerado como uno de los mejores del mundo. En la mañana del 12 de enero de 2007 un hombre vestido con jeans y una gorra de béisbol, se instaló en una estación del metro en Washington y se puso a tocar un violín valorado en 3,5 millones de dólares, fabricado en 1713 por el famoso fabricante de violines italiano Antonio Stradivari (aprox. 1644-1737). Bell tocó 6 piezas clásicas durante 43 minutos, pero con una sola excepción, la gente pasaba sin detenerse y solamente le daban unas monedas como limosna. Unos pocos días antes Bell había ofrecido un concierto en la Symphony Hall de Boston cuyas entradas fueron carísimas. No obstante Bloom asevera que no se trata de mero esnobismo y dice: “Voy a sugerir que nuestra obsesión con historia y contexto – lo que vemos en el experimento de Bell, en la historia de Catherine (…) – no es esnobismo o tontera. Mucho del placer que obtenemos del arte tiene su raíz en una apreciación de la historia humana que fundamenta su creación. Esto es esencia” (Pag. 122).
Después de ver todo esto podemos preguntarnos: ¿Cuáles factores inciden en la formación de los gustos ‘esenciales’ de una persona?.
Los experimentos que reseña Paul Bloom evidencian que una persona probablemente desarrolla ‘esencias’ en sus gustos y preferencias debido a una serie de motivos. En cuestiones de arte y en general de cultura, lo ideal sería que cada persona adquiera la mayor formación posible con el fin de que pueda detectar las buenas obras y los buenos artistas. Por ejemplo, en el caso del violinista, resulta demasiado obvio que la mayoría de las personas no se percató de que era un excelente virtuoso del violín tocando (aparentemente) como si fuera un pordiosero en el metro.
Pero posiblemente también hay otros factores que Bloom no considera pero pueden ser importantes. En artículos anteriores vimos los experimentos que el psicólogo polaco Solomon Asch (1907-1996) realizó en Estados Unidos y evidencian que el humano tiene una fuerte tendencia a plegarse a la creencia predominante en su grupo. Bloom no menciona a Asch, pero eso explicaría cómo muchas personas construyen sus ‘esencias’ de lo que les gusta…las construyen para plegarse a las ‘esencias’ de los gustos de la mayoría en su grupo social.
También es muy conocido que la mente del humano es manipulable por la propaganda, sea política o comercial. Por ejemplo, el economista norteamericano Thorstein Veblen (1857-1929) en su obra: ‘La Teoría de la Clase Ociosa’ (1899) planteó lo que llamó ‘consumo conspicuo’, es decir, una manera de ostentar cuánto dinero se posee. Personas adineradas se permiten enormes gastos en gustos, no porque realmente los valoren sino para ostentación social. Bloom apenas menciona de pasada a Veblen, pero muchas ‘esencias’ en los gustos probablemente son construidas así. En ese aspecto, la ostentación puede ser de marcas muy caras y selectas para ostentar estatus social.
Esa ostentación se ilustra muy bien en la novela del escritor estadounidense Bret Easton Ellis (nac. 1964) titulada: ‘American Psycho’ (1991). En toda la novela reiteradamente se nombran muchas marcas super selectas y exclusivas de todos los productos, que el protagonista Patrick Bateman y los yuppies millonarios de Nueva York, ostentan en su vida cotidiana. Obviamente esas son marcas que se imponen a los gustos de las élites sociales por medio de la propaganda comercial.
Por otra parte, en la cuestión de los ‘gustos artísticos’ influye la búsqueda de estatus social. Steven Pinker (nac. 1954) es un psicólogo canadiense cognitivo darwiniano y en su importante obra: ‘Cómo funciona la mente’ (1997) (2) refiere estudios que se han hecho en Nueva York, en los cuales se ha encontrado que a veces un tipo de música, pintura o literatura, al principio era casi exclusivo de un selecto círculo social. Pero luego tuvo gran divulgación y aceptación entre el gran público y entonces dejó de ser valorada por el círculo social selecto. Evidentemente estaba jugando un papel el hecho de que ese gusto artístico se había hecho ‘demasiado popular’ y por eso era rechazado. Entonces el círculo social selecto buscaba nuevos gustos culturales menos conocidos con el fin de seguir manteniendo su carácter elitesco.
Steven Pinker hace referencia al gran biólogo inglés Charles Darwin (1809-1882) para interpretar esa búsqueda de estatus social elitesco (3). En efecto, Darwin, en su importante obra: ‘La Descendencia del Hombre’ (1871) señala que los humanos tenemos muy arraigada la necesidad de reconocimiento social. Entonces, Steven Pinker plantea que si un ciudadano pertenece a un reconocido y selecto círculo que manifiesta gustos intelectuales y culturales refinados, eso obviamente tiene implicaciones en términos de estatus social.
Recuerdo que hace ya unos cuantos años, en algunas librerías de Caracas había vendedores de libros que promocionaban algunas obras con el argumento de que ‘estaban de moda’, y muchas personas las compraban para estar con la ‘moda’. Por supuesto, eso solamente evidenciaba que esas personas eran poco ‘auténticas’ en el sentido que planteaba el filósofo francés Jean Paul Sartre (1905-1980)…No tenían una personalidad propia, ni una formación cultural sólida, y se dejaban manipular por las modas.
Pero al menos en los países desarrollados, las clases sociales encumbradas siempre se han esforzado por tener un cierto nivel cultural. En contraste, en nuestro país, la riqueza petrolera permitió el ascenso social acelerado de muchas personas con un nivel cultural deplorable. El genial humorista venezolano Anibal Nazoa (1928-2001) hace muchos años hizo una sabrosa sátira de ese ‘nuevo-riquismo’ integrado por ignorantes. El artista cómico mexicano Germán Valdés (1915-1973), más conocido como ‘Tin Tan’, en una de sus películas trata a una sorda, y Anibal Nazoa decía que cuando esos nuevos ricos escuchaban hablar sobre la famosa ópera ‘Tristán e Isolda’ (1865), del gran compositor alemán Richard Wagner (1813-1883), creían que se estaba hablando de ‘Tin Tan y la Sorda’, porque la cultura de esos nuevos ricos no iba más allá de las películas cómicas de Tin Tan…¡Actualmente estamos mucho peor porque ni siquiera hay librerías y gran parte de la población solamente piensa angustiada en sobrevivir y no puede tener ni el más mínimo interés ni acceso a la lectura y la cultura universal!!!.
Después de todo lo dicho, debemos esforzarnos en desarrollar nuestros propios ‘gustos esenciales’ sobre todas las cosas, tratando de ser auténticos, autónomos, racionales y críticos, sin dejarnos manipular por lo que crea o diga la mayoría, ni por falsos valores inculcados por las propagandas, que se expresan en forma de ‘esencias no valederas’ en lo que se refiere a creencias, gustos, preferencias y actitudes en general ante la vida. Por supuesto, el verdadero objetivo debería ser elevar al máximo posible el nivel cultural de toda la población, y para eso habría que promover el acceso a los autores y las obras importantes, tanto de la cultura clásica universal, como de las obras actuales en el mundo que sean valiosas.
NOTAS: (1) Paul Bloom (2010) ‘How Pleasure Works. The new science of why we like what we like’. W.W. Norton & Co (2) Steven Pinker (1997) ‘How the Mind Works’. W.W. Norton and Co. New York (3) Sobre los estudios realizados en Estados Unidos y la interpretación biológica darwiniana, véanse Pags. 521-528 en Steven Pinker, Op.Cit.