Inmediatamente después de la contundente derrota sufrida por el gobiernochavecista en diciembre de 2015, el amigo Luis Brito García, literato y político del régimen, señaló que al presidente Maduro no le quedaba otra que “guaralear”, para poder mantenerse en el poder y terminar su período en 2019. Posiblemente estaba pensando en la arremetida opositora que vendría, la cual incluiría con toda seguridad la convocatoria a un referéndum revocatorio presidencial, en el cual, dado los resultados adversos en los comicios parlamentarios y la ya deteriorada situación económico-social del país, era bastante fácil predecir una segura destitución del Presidente. No sé si Brito García efectuaba una recomendación sobre la conducta política que Maduro debería asumir o simplemente le abría campo a lo que ya sabía que vendría. En cualquier caso, el guaraleo como respuesta política no era nada nuevo en Venezuela, pues ya había sido utilizado en el pasado reciente y remoto para ganar tiempo ante situaciones comprometidas. El mismo Chávez lo utilizó en momentos apremiantes, como fueron los vividos desde 2001 hasta 2004, cuando debió lidiar con un golpe sangriento de Estado, el sabotaje a la industria petrolera, grandes manifestaciones de calle y llamados diarios a huelgas generales.
Pero una cosa es utilizarlo en escenarios complicados a tener que utilizarlo siempre en todas las situaciones. Y esto es lo que ha pasado realmente desde diciembre de 2015 para acá en prácticamente todos los contextos. Ante la crisis, las demandas de la población, el caos de los servicios públicos, la destrucción de Pdvsa, las contradicciones internas y la rectificación necesaria de las políticas, el gobierno tiene como respuesta el guaraleo. Le da largas a los conflictos, ignora los problemas, no toma decisiones, sin darse cuenta que no hacer nada es también una decisión, que tiene muchas veces consecuencias más dramáticas. En el caso de los diálogos y las negociaciones que ha llevado adelante con las oposiciones venezolanas, el guaraleo gubernamental, junto con la actitud inmediatista y violenta de la oposición extremista, han sido los elementos básicos de los fracasos habidos, los cuales sin lugar a dudas le han dado tiempo para tratar de recuperarse. Pero, si bien guaralear puede diferir los enfrentamientos y permitir una cierta recuperación, no es una conducta que resuelva los problemas en forma más duradera y lleva a una normalización del escenario político y social venezolano. Guaralear no resuelve los problemas; si no hay soluciones estos se vuelven peores.
Chávez guareleó la realización del referendo revocatorio en su contra y ganó tiempo. Y en ese período ganado instrumentó las misiones sociales iniciales, que a la postre le permitieron no ser revocado en 2004. El guaraleo era para ganar tiempo, no para evitar el revocatorio. Aquel guaraleo fue transitorio, mientras el actual se ha convertido en una actitud permanente. Esta es la impresión que tengo de la conducta gubernamental actual en la mesa nacional de diálogo. Se retardan decisiones importantes, no se asumen oportunamente, no se respeta debidamente al sector opositor democrático dialogante.
Y todo ello conspira contra el éxito de esta negociación. No he sido tocado por el inmediatismo extremista acostumbrado y entiendo los problemas internos que tienen, pero o los resuelven y proceden con seriedad, respeto y sentido de oportunidad o se perderá un esfuerzo que tiene costos políticos para todos, sobre todo para quienes se sentaron a negociar contra viento y marea y quienes los apoyamos. Ah. Una cosa que no puedo dejar pasar. No están negociando con la derecha, como dicen groseramente sus locutores de VTV y alguno que otro líder. Aprendan a respetar.