Son pocos, los curas que han llegado como párrocos a La Puerta, que han causado impresión perdurable, porque se dedicaron a aportar, contribuir, traer y ayudar, para transformar y mejorar a esta comunidad, y no, exclusivamente, para llevar.
Al concluir su gestión el padre Mario Castillejo Muelas, que estuvo al frente de esta Parroquia Eclesiástica desde 1963, es designado para sustituirlo como Párroco un sacerdote italiano, de nombre Juan Carlos, quien se ganó el aprecio y el cariño de la comunidad. Bien recordado para la mayoría porque era un cura caritativo, preocupado -como pocos-, por los pobres, vinculado a la búsqueda de soluciones a los problemas sociales, con propuestas y con hechos, pero, para otros, fue muy controversial en lo religioso y sus costumbres. Era el padre Juan Carlos o Giancarlo Guazzotti Alexandri, misionero de la Congregación de La Consolata.
Señala una de las publicaciones de esta Congregación, que, <<Entre los meses de enero y febrero de 1975 fueron destinados los Padres Giancarlo Guazzotti y Giovanni Boetti. Llegaron rápido, ¡pero poco disponibles para la Animación! P. Guazzotti recibe la parroquia de La Puerta en enero de 1975>> (Revista Vida Nuestra. N° 02-21. Mayo 2021); esto, nos refresca la memoria.
Llegó este Padre Juan Carlos a La Puerta, en un momento de definiciones para este conglomerado misionero en Latinoamérica. Esto lo explican en dicha publicación, los Misioneros de La Consolata, <<Estas andadas y retornos, estudios y reestudios, experimentos y actos de fuerza, infiltraciones, indiscreciones, inquietudes, provocadas en gran parte por el Consejo de la R. Colombia, la dificultad de aceptar que en AL – paralelamente a las otras regiones IMC- para hacer animación misionera es indispensable antes inserirse en la pastoral diocesana, no han favorecido para nada al personal, siempre en número reducido, ni menos para su desarrollo, a las relaciones “in loquo” de aquellas indispensables para una necesaria comprensión a distancia. La distribución del personal era la siguiente: Vespertini, en La Quebrada; Crespi y Brambilla en La Puerta>> (Ídem); qué cosas, quienes habían realizado una extraordinaria labor misionera cristiana en África, se les dificultaba su inserción en Latinoamérica.
Según el Dr. Jorge Méndez, este Párroco Misionero, era un hombre joven, alto, contextura delgada y fuerte, en la mañana atravesaba la Plaza Bolívar, e iba donde el poeta “Guayanés” Ángel González Rivas, a comprar la prensa y artículos domésticos. Allí, entraba en la tertulia de los jodedores del pueblo, que se reunían desde temprano a ver la vida con buen humor: Hugo Rosales, don Carmen Matheus, Concio Rivas, Rodulfo Combita , Jacinto Peñaloza, Rafael Moreno “Camello” y otros, donde nunca faltó un buen chiste y el comentario político. Cuando alguno se sorprendía verlo entre aquel grupo del buen humor, riendo y echando chistes, les respondía: – en la Iglesia soy el sacerdote consagrado a Dios, pero en la calle, soy tan terrenal como lo son ustedes.
Fue una persona sencilla, y de gran sensibilidad humana. A veces, le llegaba gente de los páramos, a llevarle gallinas o buenos quesos, la denominada “primicia” para el cura, y no aceptaba, les agradecía el gesto, diciéndoles:
– ¡Ustedes, necesitan más que yo!
Hombre controversial el Padre Guazzotti, algo excéntrico, fue Capellán del Ejército, quizás por eso, muy ordenado en sus actividades de la Iglesia, en el Colegio Nuestra Señora de la Paz, y en los asuntos de los pobres, y al tener una formación militarizada, le venía su carácter fuerte en el trato con la gente.
Para este Cura, no había tiempo de descanso, ni de siesta, tampoco para estar pensando cómo y dónde comprar carro nuevo, ni cómo hacer turismo en Europa con los feligreses; visitaba los caseríos de los páramos, estuvo pendiente de los enfermos y los ayudaba con la medicina. El poeta «Guayanés», en una de sus publicaciones sobre La Puerta, escribió: <<en mi negocio me compraba 20 bolsas de comida quincenal>> (González Rivas, Ángel. La Puerta, Humor y versos. Pág. 26. 2007), y las regalaba a los más humildes. Además, como era ebanista, buscaba tiempo para mejorar el Templo de San Pablo, en el que elaboró los muebles que están cerca del altar de la Virgen de la Paz; esas bancas fueron hechas por las propias manos del padre Juan Carlos Guazzotti.
Su sensibilidad humanista, hizo convencer a Matías Paredes, administrador de la Junta Comunal en ese tiempo, para instalar las tuberías para agua potable a varias viviendas de familias que recién se estaban estableciendo en la orilla de la carretera trasandina, y lograron ponerlas y con escasos recursos, lo que con el correr de los años, se constituiría en el sector popular de “Pueblo Nuevo”.
Duraría muy poco al frente de la Parroquia, la pequeña oligarquía local no perdona
Quiso hacer algunos cambios en cuanto a las celebraciones y tradiciones religiosas, por ejemplo quiso eliminar los pesebres estrambóticos con héroes norteamericanos, Papa Noel, respetaba la autenticidad cristiana y tradición de los pesebres decembrinos, y en una oportunidad colocó en uno que habían elaborado las damas de la Parroquia, dos edificios pintados, y cuando le preguntaron ¿por qué había hecho eso? Respondió que eso no era ningún tipo de tradición católica para el pueblo. Lo que no se le entendió, que informado de las peculiaridades históricas de La Puerta, notaba el Cura la falta de información, identificación, valoración de su propia cultura ancestral: la indígena Bomboy e inclusive, la hispanidad católica. Veía que las celebraciones y tradiciones, se correspondían a mantener el pasado colonial, inclusive, el sincretismo, algo así como tributar al Dios de los muertos, cuando de lo que se trata es tributar al Dios de los vivos. Eran celebraciones que posiblemente él sentía que no eran valoradas en conjunto con las sacramentales, y con la misma realidad social de los fieles. Sin duda un gran reto el que asumió.
Es posible, que eso pasara desapercibido, pero el impase que tuvo con el hacendado y hombre público Alberto Burelli Rivas, cuando le ordenó que se sentara en las bancas de atrás y no en el espacio donde se sentaban las señoras y los niños durante las ceremonias litúrgicas, lo tomó la pequeña oligarquía parroquial como una afrenta, como una humillación en público, que se la cobrarían posteriormente moviendo sus influencias: lo sacarían de la Parroquia y así, ocurrió.
El Guayanés y el “Bocato di Cardinale”
Esto ocurrió en una de las festividades populares y religiosas de enero, en honor al patrono San Pablo Apóstol y a la Virgen de la Paz. El Párroco invitó a comer y a conversar a varios de los representantes de la comunidad, con el Obispo de Trujillo, Monseñor Dr. José León Rojas Chaparro (1917 – 1982), tachirense. El padre Juan Carlos contaba con un ama de llaves que a la vez le cocinaba y preparaba platos exquisitos, según recuerdan. El siempre apreciado poeta «El Guayanés», también invitado, en una de sus jocosas anécdotas, describió la opípara comida así: <<Llenos de alegría nos sentamos a comer acompañados del señor Obispo y el padre Juan Carlos quien muy risueño, nos dijo: – Amigos comamos este conejo a la pedigrí, aderezado con vino Chaulty y salsa de trufas mondadas, papas fritas y arroz a la mené. Con ganas le entramos al conejo estaba exquisito, el Obispo comió dos veces y nosotros también, a coro felicitamos a la ama de llaves por tan suculento plato>> (González, 26). Una buena mesa.
Seguidamente, el poeta cuenta que estando saboreando un fino y agradable vino italiano entraron en una amena conversación, y el Párroco les dijo <<En mi pueblo se crían los gatos pequeños hasta que están grandes, se capan y se engordan, más tarde se matan y nos los comemos; es una exquisitez; el Obispo riéndose le manifestó -Padre Juan- gato no se come eso es asqueroso. El Padre Juan le contestó: – Excelencia, el puerco si es asqueroso y lo comen. Aquella ocurrencia nos hizo reír a todos, al poco rato terminó la tertulia>>; de este calibre fue el roce de filosofía gastronómica, entere el Obispo Rojas Chaparro y el padre Juan Carlos.
Pero otro día -continua el “Guayanés” su relato- <<de nuevo el Padre Juan nos invitó a almorzar a la casa cural, los invitados eran los mismos de la vez pasada, el Prefecto me decía -con tal sea conejo la comida, esa vaina es muy sabrosa, yo vuelvo a comer dos veces, -le contesto- igual yo>>. Ese día el padre Juan Carlos dice en el momento que llega el ama de llaves con los platos: – Señores esto es bocatto di cardenali, conejo a la pisalavi aderezado con salsa de ciruelas y un ramillete de vegetales o pochi. “El Guayanés” siguió narrando: <<con ganas le entramos al conejo que estaba más sabroso que el año pasado, todos repetimos dos veces>>. Pasó eso y a la semana siguiente <<de habernos obsequiado el almuerzo, llegó en la mañana al negocio, allí estaba el Prefecto y el Médico, tomando café y comprando el periódico. El padre Juan con una bolsa en la mano nos saludó y nos preguntó: – ¿cómo les pareció el conejito?- ¡exquisito! contestamos a coro, el Padre vació el contenido de la bolsa en el mostrador y riéndose nos dijo: – vean lo que comimos, qué delicia, ¡sorpresa! Eran cinco cabezas de gato congelado, las recogió, las metió en la bolsa, me compró el periódico y se fue muy sonreído>>. Los presentes, quedaron paralizados en ese momento y el Prefecto salió corriendo a vomitar al baño, el médico y el “Guayanés” fueron a ver que le pasaba y el hombre se estaba metiendo el dedo en la boca para provocarse el vómito. El médico riéndose a carcajadas, le gritó: – ¡después del ojo afuera no vale Santa Lucía! (González Rivas, Ángel. La Puerta Humor y Versos. Páginas 26 y 27. 2007). Asi lo contó el “Guayanés”.
Otra anécdota del Misionero Párroco «come gato»
La mojigatería parroquial, al enterarse de esta excentricidad o extravagancia culinaria y de su paladar, lo comenzó a ver cómo a «bicho raro». Eso coincide, con lo que ocurrió en un retiro de los estudiantes del Colegio, como ya se sabía que él comía gato, y se especulaba que tenía gatos metidos en el freezer para que se los prepararan, en un retiro que hizo, nadie le aceptó comida que había mandado a preparar, pensando que era gato. Y caminando con uno de los maestros, le señaló un gato y le dijo si metes ese gato en el refrigerador, se pone mejor para prepararlo. Cuando terminó el retiro, y sacando cuenta de los gastos, les dijo: – Bueno, ahora me pagan dos bolívares por el pastel de carne que mandé a prepararles para el retiro. Tuvieron que pagarle.
El recordado Párroco de La Puerta, Giancarlo Guazzotti Alexandri, misionero de la Congregación de La Consolata, duró poco tiempo en Venezuela, al << Año siguiente (1980) se retiran de Venezuela 2 padres: PP. Comesañas y Guazzotti>> (Revista Vida Nuestra. N° 04-21. Julio 2021). En 2014, oficiaba en una capilla de Torino, Italia.
Sirvan estas líneas, como recordatorio y reconocimiento de tan útil y excéntrico misionero, cuyas acciones, demostrada vocación por los pobres, sus enfoques, rasgos de personalidad, y facetas sacerdotales, deben ser ejemplo para la reconstrucción del proceso espiritual trujillano. La Puerta, le debe un justiciero homenaje a este ex Párroco y Misionero de excepción.