POR EVER GARCÉS
Fotos: Oswaldo Vergara
Al pie de unas montañas que vibran la energía de la naturaleza viva, se enciende la chispa que resplandece en un fuego que enciende las brasas en El Establo, para diariamente llevar sabor y tradición a la mesa, uniendo familias y creando recuerdos que perduran toda la vida.
Al entrar a esta especie de club campestre es imposible no disfrutar el aroma reconfortante de la carne que se cocina a la leña, el ambiente colonial en armonía con el paisaje natural refleja tradición, familia y un legado; mismo que se mantienes desde hace casi 40 años y que se quiere mantener por mucho tiempo más.
En el corazón del Valle del Momboy se ubica este icónico restaurante, local que tiene capacidad para unas 300 personas en diferentes ambientes, entre ellos una terraza privada, y por supuesto el mejor menú con una considerable variedad de platos. Si bien en la actualidad se distingue por ser un gran exponente de la mejor gastronomía, para llegar a este sitial se requirió el esfuerzo de tres generaciones.
Con una trayectoria que se remonta a inicios de la década de los 80, por iniciativa de Cupertino Cañizalez, un hombre emprendedor, de saber hacer y saber ser, gran anfitrión que un día decidió convertir la vaquera de la pequeña finca familiar en un restaurant para atender principalmente a sus amigos, contando para ello con la ayuda incondicional de su fiel esposa Gisela y de sus cuatro hijos, quienes desde pequeños se hicieron partícipes, creando así una historia entre aromas y sabores que se fueron perfeccionando con el tiempo y hoy pueden decir orgullosos que tienen el reconocimiento de muchísimos clientes a nivel nacional.
Toda esa esperanza o visión de futuro está todavía impregnada en cada columna, en todas sus paredes, en sus vistas y también en cada uno de sus platos. La historia que comenzó con Cupertino, hoy continúa con su esposa, la tenaz Gisela lleva las riendas de su familia y del negocio, junto a sus hijos Carmen Gisela que es la Gerente de Administración, Juan Fernando es Gerente Operativo, José Antonio encargado del Control de Calidad y Supervisión, e Ysabel Cristina en el área de Comunicación e Imagen; también cuenta con el apoyo de sus ocho nietos, aunque seis de ellos radican fuera del país.
Una historia de retos y desafíos de la cual los Cañizalez se sienten orgullosos de compartirla con sus clientes que son el motivo de todos sus esfuerzos. Si hay algo que no ha cambiado en estos 38 años es la constancia y la pasión por el trabajo que se traduce en la calidad indiscutible que tiene su comida.
En El Establo se siguen asando las mejores carnes con pasión y mucho sabor, pero les ha tocado reinventarse sin abandonar los sabores tradicionales, la carne sigue protagonista, pero han incorporado a la carta platos con propuestas más frescas y actuales como pizzas y hamburguesas, pero en El Establo nada se improvisa, se cuidan todos los procesos para que cada nueva receta llegue al cliente con toda la calidad que les caracteriza.
También sobresalen los postres, la estrella es el rico quesillo que sigue saliendo directo desde la cocina de la casa de Doña Gisela, pero ahora también ha dado su valiosa aportación Liliana, la esposa de Juan Fernando, quien es artífice de unos geniales postres como la Torta cuatro leches, la Marquesa, Torta de queso criollo y el Crunchy de Nutella.
A través de El Establo, los Cañizalez se mantienen unidos como familia, y lo hacen alrededor de la mesa, disfrutando juntos de la comida que es uno de los mayores placeres de la vida.